lunes, 22 de diciembre de 2008

RebeQUITA

(Sábado 20/Diciembre/2008)
La última imagen que tengo grabada en mis retinas de la persona hermosa de quien hablo es una que tuvo como marco una tarde soleada de principios de noviembre, fue en los días de convalecencia de papá, y una de esas tardes en que me quedaba conversando de todo con él. La imagen que me ronda tuvo la interacción inocente de personajes situados -en la línea de la vida- en el extremo opuesto de la niñez, una nonagenaria lúcida, sabia y cariñosa acompañada de mis primos-hermanos, mi madre y mi hermana, allá abajo, al inicio del corredor de techo tubular transparente del ex Hospital del Empleado, allí, a lo lejos y tan cerca a la vez, sus figuras diminutas agitando los brazos para que siete pisos arriba el octogenario hacedor de mis días pudiera verlos y agitara el brazo derecho libre de sondas y catéteres como respuesta a su saludo.
Ahora que lo pienso –y aunque en ese instante no reparara detenidamente en el detalle- me pareció verla cansada, satisfecha sí de haber podido ir a ver a su hermano hospitalizado; mientras quienes la acompañaban ya habían ubicado la ventana de la habitación en la que minutos antes estuvieron, ella parecía hacer esfuerzos infructuosos por identificar el objetivo visual de su saludo con manito temblorosa en alto, igual lo hizo, igual sonrió, igual regaló a su hermano ese gesto de mujer hermosa pequeñita de pelito corto cano. Unas horas antes al llegar y darle yo el encuentro en la entrada de cuidados intermedios -donde debíamos alternarnos los horarios de visitas restringidas-, me tocó escucharla decir el sobrenombre que me gané con ella de tanto que no iba a visitarla “tu no eres Tin, tu eres ingraTIN”, pero igual, siempre tenía para mi un gran beso y abrazo tierno de esos que solo pueden darte ella, Luchin, Milka o Genoveva por que te recuerdan o parece que también te abrazara Mamá Vica, algo de eso hay en cada uno de ellos.
Hoy me entero que el corazón de Rebequita, mi querida Tía Quita, me entero que su corazón cansado, ese dínamo feroz que ante las emociones, alegrías o tristezas galopa, se emociona, se descontrola y desboca; me entero que hoy hizo un esfuerzo final hasta detenerse.
Reflexionaba hace poco en estos últimos días sobre lo que son los ciclos que cumplimos en nuestras vidas, sin embargo, cuanto cuesta asimilar una partida, cuanto cuesta decir adiós sin que te tiemblen tanto las piernas. A partir de hoy, quererte será hacerlo en otros planos de nuestra existencia, te veré agitando los brazos y sonriendo para nosotros, aunque también caeré en la cuenta que ese día en esa imagen ya me estabas diciendo adiós.
Que descanses Rebequita, que descanses tía preciosa.

jueves, 11 de diciembre de 2008

AYHUALLÁ (canción de despedida)

Los ciclos son etapas, son vueltas de un espiral que es la vida misma, somos concebidos, nacemos, crecemos, nos alimentamos, aprendemos, socializamos, nos enamoramos, nos reproducimos, nos enfermamos, envejecemos y morimos. Entre momento y momento cumplimos ciclos intermedios, con retos y eventualidades a los que hacemos frente, buscando cumplir las metas que nos planteemos, planificando los esfuerzos, cumpliendo nuestros objetivos.
Dicen que las carreras hay que correrlas, sudarlas, lucharlas día a día, y al llegar al final de la jornada o al final del camino, o al tener que cerrar cada etapa debemos hacer balances, hacer estadísticas introspectivas de todo lo hecho, de todo el camino recorrido y después, con renovada piel y energía enfrentarse a lo que puede ser un nuevo ciclo de lo andado o dar un giro radical a nuestros pasos y enfrentar mas retos, irse lejos para empezar de cero o crecer en lo que ya estés haciendo. Cada una de esas etapas, cada fin de ciclo será una despedida, será un “ya me voy”, como el Ayhuallá (*) que bailan los Negritos de Huánuco al terminar la temporada de cofradías de fin de año e inicio del siguiente. Nos despojaremos de nuestros atavíos y ejecutaremos la melancólica danza del adiós, siendo uno solo en el abrazo con quienes nos acompañaron en la brega renovando la promesa de un próximo reencuentro y guardar en la mente, el alma o el corazón ese momento irrepetible.
A esa reflexión me lleva la proximidad del fin de año, de la expectativa de lo que deparara el nuevo año, tengo la certeza que mis esfuerzos y mis ganas serán plasmados en nuevos logros, en nuevas satisfacciones, me plantearé nuevos retos y me desafiaré a mi mismo para lograrlos, sonreiré más, renegaré menos; antes, al final de este período solo diré “ya me voy” con esa tristeza que suele mutar en alegría, bailaré mi propio ayhuallá como catarsis, y como promesa de todo lo bueno que hay en la otra vuelta del camino.
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(*) Ayhuallá, baile de despedida cadencioso y melancólico que ejecutan los integrantes de las cofradías de danzantes denominados “Negritos de Huánuco” al terminar su temporada de bailes y adoración del Niño Jesús, en el cual se despojan de sus trajes y máscaras tradicionales.

martes, 25 de noviembre de 2008

Ska, pogo, Fabulosos Cadillacs, mi mancha y yo “…NUNCA TE OLVIDES, VIEJOS MOMENTOS…”

Hasta el verano de 1985/1986, mis únicos referentes del ska eran que se trataba de un ritmo jamaiquino emparentado con el reggae caracterizado por un rasgueo inverso en la guitarra y mucho mas picadito que le dan su cadencia característica resultado de su mezcla con el punk que le dio un sonido más rápido y contundente pero manteniendo el estilo alegre y bailable. Su actitud responde al hecho que inmigrantes jamaiquinos rudeboys que en los setenta viajan a Inglaterra que aunque llegan con una ideología menos violenta se enfrentarán a la ola de racismo propulsada por una creciente corriente de extrema derecha, estableciéndose así una actitud inconformista y anti-sistema muy propia del punk.
En cuanto a bandas o grupos en esa línea o semejante que conociera, desde años atrás ya le había encontrado el gusto a Madness, The Specials y a UB40 –mas tarde me haría adepto a Bim Skala Bim y The Mighty Mighty Bosstones- así que escuchar por primera vez a los Fabulosos Cadillacs fue engancharme a su propuesta de forma inmediata, desde el primer single de su álbum debut “Bares y Fondas” el sencillo que titulaba “Quiero morirme acá” y luego “Silencio hospital”, distinto a todo el pop en castellano de entonces, como las bandas inglesas con una línea de brasses atrás dándole el tono festivo pero en nuestro idioma, además del look del trajecito y sombrero característicos.
Esta es una de esas bandas o grupos con la cual -habiéndote acompañado como sound track de buena parte de tu vida-, no puedes menos que identificarte como si se tratara de una extensión de tu propio grupo de amigos. Escucharlos a través de sus grabaciones de por si ya es divertido o te obliga a comprometerte con alguna causa o con un sentimiento según sea el tema; pero escucharlos y verlos en vivo es un despelote, no paras de saltar, bailar, cantar y hacer vivas, y eso sucedió desde la primera vez que los vi con mis primos en directo en el ’86 en la Feria del Hogar, en lo que fue la primera vez que tocaban fuera de su país; eso es lo que pasa cuando vas a uno de sus conciertos, sea que toquen en El Zalonazo, o la misma Feria del Hogar en Lima o el Festival de la Cerveza en Cusco, o en el Estadio Obras Sanitarias o en Cemento en Buenos Aires.
Siendo así las cosas, hago cuentas y son algo así como 22 años disfrutando de la música de estos guachos entrañables; la discografía de LFC abarca alrededor de 12 producciones en estudio sin contar las producciones en vivo y otros recopilatorios, de las cuales reparo que no todas tuvieron difusión en el Perú, hablo en particular de “Satánico Dr. Cadillac” ó “Volumen V” que contenía una singular versión de “Miss you” de los Rolling Stones y el hit “Demasiada presión” que recién fue conocido en el Perú con los discos de despedida no oficial en vivo “Hola” y “Chau”, salvo alguna mención en la desaparecida revista “Esquina” no recuerdo otra referencia en medios locales -por lo menos de “Satánico…”-, y con ello me refiero a la difusión amplia a nivel nacional como si había sucedido con producciones anteriores como el “Yo te avisé” o “El ritmo mundial”, sin embargo en esos años tuve el privilegio de trabajar en Studio 5, una radio bastante sui generis que se apartaba de convencionalismos en cuanto a la música que difundía, resultando exótica inclusive, o adelantándose por muchos meses a las radios y disqueras de Lima al contar con sus propios recursos y colaboradores en muchas partes del mundo, así que esos dos álbumes llegaron a nuestras manos gracias a Oscar Scirocco quien al igual que Marcia Rago –que nos proveyó con anticipación de años luz el golazo recopilatorio “Vasos vacios” que incluía “Matador”- son amigos porteños de primera línea a quienes convertimos en corresponsales de la radio.
Desde fines de los ochenta fue inevitable hacer propias las letras de “Yo no me sentaría en tu mesa” todo un himno a la amistad y las jornadas de buenas borracheras “…Por más que quieras sacarnos de nuestro lugar y pienses que solo somos un puñado de mierdas, no no podrás quitarnos lo que hicimos ya, ahora somos más hermanos que antes ...” en esos momentos ¡irremplazable!, por su parte “Demasiada presión” se convirtió en algo similar, el himno de los reencuentros y de los “hermano, te quiero mucho” implícitos, incluso en el repertorio de K-torce de Julio (en el que mi alter ego Manfredo era el vocalista) teníamos una versión del tema que fusionamos con la parte instrumental de una salsa de Fruko y sus Tesos en un endiablado solo de teclado de Martincillo Gordon y que en vivo precedía a nuestro cuasi funky “Vamos a jugar” hecho con Nito Beraún. Que himno, que hermandad “… ésta noche es hora de que pienses en cambiar, el tiempo pasa pronto y todo tiene su final, pasa pasa pasa pásame un vaso más volvamos caminando pero elijamos el lugar”.
En Huánuco disfrutamos de todo eso, vivimos a otro ritmo, escuchando las canciones que Lima nunca conoció en su momento, y replicándolas en nuestras fiestas –pobres casas de Gina o de los Díaz-, con mucho pogo incluido para espanto de los educaditos y educaditas que recién se integraran a la mancha “… si en este cielo hay un Dios, que me enseñe a destrozar el maldito grabador que no para de sonar … glori, gloria va a morirme en tus brazos de luz, el amor no me deja pensar, glori, gloria a va a morirme con vos mujer esta música rompe mis pies …”
Si bien el ska fue el punto de partida de todo lo que hicieron los Fabulosos Cadillacs, lo que vino después ya fue una ampliación tremenda de su espectro musical de ritmos y fusiones, música latina en suma, algo que si bien es cierto ya había comenzado con el emblemático “Vasos vacíos” del ’88; así, tuvimos un “Manuel Santillán El león” en versión original y tumbao, o el “Crucero del amor”, o “Gitana”, después vinieron los architocados “Matador” y “Mal bicho” que supusieron la consagración internacional de la banda con grammy’s, MTV award’s etc incluidos. Los demás discos han sido una evolución constante, cada uno con joyas y joyitas como “Calaveras y Diablitos”, “Roble”, “C.J.” ó “Vos sabes”.
Este año 2008 se hablaba de un inminente retorno de los Fabulosos Cadillacs como ya lo habían hecho los Soda; toda una intriga al respecto hasta que en junio Buenos Aires lucía empapelada de carteles en blanco y negro con una diseño de signos de admiración en medio de un circulo y con la frase “YO TE AVISE”, se venían los fabus, su pagina web marcaba una cuenta regresiva hasta que se hizo el anuncio de un concierto sorpresa, martes 01/Julio/2008 18:30 p.m. todos al Planetario de los bosques de Palermo, concierto gratuito y al aire libre ante unos 10,000 suertudos, pocos temas, entre ellos “Manuel Santillán, el León”, “Mi novia se cayó en un pozo ciego” en versión punk, “Demasiada presión”, “Siguiendo la luna” y “Mal bicho” mas el estreno de un tema nuevo “La luz del ritmo” y como bis y cierre “El Satánico Dr. Cadillac”, mini show suficiente para anunciar el retorno, el nuevo disco y el inicio del Satánico Pop Tour que según el anuncio incluiría Perú. (*)
Los últimos días de octubre de este 2008 han visito la aparición del nuevo CD de los Fabulosos Cadillacs, que titula “La luz del ritmo”; contiene seis reinterpretaciones de sus propios temas “Padre nuestro”, “Mal bicho”, “El genio del dub”, “Los condenaditos” y “Muy, muy temprano”; dos covers: “Wake up and make love whit me” (Ian Dury) y “Should I stay or should I go” (The Clash); y cinco temas nuevos “La luz del ritmo”, “Flores”, “Hoy”, “El fin del amor” y “Nosotros egoístas”, este ultimo escrito por Flavio Cianciarulo (Sr. Flavio) quien además la canta y es un homenaje al fallecido percusionista del grupo Toto Rotblat; este tema particularmente me ha resultado emblemático y es de los temas que seguro formaran ese grupo de himnos de amistad para mi y mucha gente como lo fueron “Yo no me sentaría en tu mesa”, “La vida”, “Demasiada presión” o “Carnaval toda la vida”.
Bien, el tour ha comenzado y ya recorren América, la mesa esta servida, los amigos estamos juntos, los ruddies de ayer y de hoy ya llenaron el Foro Sol del D.F. y lo harán en el Estadio de River Plate en Núñez y estarán también en la cancha y tribunas del Estadio Nacional en Lima este sábado 29/Noviembre/2008, una buena porción de ese público tiene el sello de “Hecho en Huánuco” de los que conocen a los Fabulosos Cadillacs desde siempre, “¡¡ruddie, un mensaje para ti !! “/ “… somos actores de ese gran escenario que se llama vida, pasiones, amores, traiciones, sueños, mentiras, porque la vida es una comedia de ilusiones, nacemos, crecemos, vivimos como nos toca. En la vida todos queremos tocar el cielo…” / y de lo nuevo cantará “… preguntas que vienen y van, mas preguntas que respuestas, una propuesta ilimitada sobre nosotros caerá, sobre nosotros caerá. Vivir de amor, vivir de amor. La luz del ritmo… La magia se baja! nos vamos a casa”. Habrá que estar ahí, aunque tenga que hacerlo en la piel de mis amigos.

(*) Quien quiera escuchar parte del show de anuncio de Satánico Pop Tour, en este enlace tienen el audio transmitido por la Radio Rock&Pop el 01/07/2008:

viernes, 14 de noviembre de 2008

ATURDIDO







Si tengo que describir mi estado de ánimo en estas últimas semanas esa sería la palabra mas aproximada y quizá mas descriptiva de cómo me he estado sintiendo: Aturdido. He pasado del estrés del trabajo a la expectativa de reencontrarme con uno de mis sobrinos queridos y sus nuevas pinturas; he tenido la cena familiar mas intensa que recuerde con excepcional tinto Cadozos y generoso rosé Tabernero y hasta karaoke incluido; he hecho mucha catarsis consumista; he comido demás; deje de ir al gimnasio so pretexto que me habían robado las zapatillas y la mochila; he subido y bajado de aviones y he tomado mucho café a veces sin discutir y sin analizarme; reventé la tarjeta de crédito; y he estado al igual que toda mi familia con el corazón en la mano y el alma en vilo cuando a la medianoche de un jueves mi hermano desde Huánuco me comunicaba que papá en Lima tuvo que ser llevado de emergencia al hospital, su presión se había disparado y una taquicardia con ínfulas de pre-infarto nos puso a todos en jaque. Desesperación hasta el llanto, impotencia de estar tan lejos, aunque el propio viejito se encargaría de poner paños fríos a la situación haciendo bromas a las enfermeras en los momentos mas críticos “¿señorita estoy en el cielo?, No señor ¿por que dice eso?, esta en la sala de emergencia. Ah, como veo tanta chica bonita, tanto angelito, yo pensé…”.
He compartido mucha vida estos últimos días, compartí los auriculares del móvil para escuchar con él la música que mas nos gusta, desde soundtracks de películas a las gaitas de Hevia o los Celtas Cortos; vimos ocultarse el sol desde el séptimo piso de sus cuidados intensivos o intermedios del Hospital Rebagliati y adivinamos la ubicación de nuestra casa identificando a lo lejos las edificaciones vecinas.
Las circunstancias de estos días me pusieron a mi mismo en un segundo lugar poniendo énfasis en buscar el bienestar de quienes me rodean, los viejitos siguen discutiendo por cosas simples pero los veo felices de estar uno al lado del otro, mis hermanos conversan mas, hasta el clima parece ir mejorando, también he vuelto a verle la cara -literalmente- a Tobías Hemingway luego de su paso por la veterinaria y su buen corte de pelo y garras y baño de por medio; pagué mis deudas del mes, en síntesis, debí responder igual a todas mis responsabilidades y compromisos aunque no estuviera al 100%; y luego he tenido que volver a subirme a un avión rumbo a mi selva/celda laboral, pero esta vez ha sido diferente, ha sido otra sensación, cual metáfora ha sido un paseo por las nubes y aunque no me haya dado cuenta por completo y hayan muchas tareas pendientes, he renovado energías, he renovado afectos.
He estado “aturdido” pero me alegra decir que hoy no lo estoy tanto, y escuchando la voz de mi conciencia maorí ayer volví a sacar mi motocicleta, hacerla rugir, ayer volví al gimnasio, anoche dormí mejor que un bebé; definitivamente me siento mejor y eso me reconforta.

lunes, 13 de octubre de 2008

Carta para un viejo amigo

Estimado Ismael:
Una vez mas no podremos coincidir en Lima, una vez mas no podré acompañarte ni ser partícipe de esa gran reunión de familiares y amigos que son tus conciertos, no podré escucharte decir en directo “gracias por estar aquí, espero que disfruten de este espectáculo de luz y de sonido” y que tratarás que nos sintamos menos solos y tratarás también de demostrar que estamos vivos y que no todo está escrito.
Han pasado algunos años y otras tantas canciones desde la primera vez que te escuché luego de andar curioseando el anaquel de CD’s de Marcia en su antigua casa de Floresta –música caleta me dije-, era el año 2001 y repasando los títulos de tus primeros discos “Atrapados en azul” y “La memoria de los peces” intuí a un trovador renovando la herencia de Silvio y de Serrat, escuchar “Papá cuéntame otra vez” fue una vorágine de reacciones, atención a la letra y después lo inevitable, como no sentirse un Daniel Cohn – Bendit o Dani “el rojo” dirigiendo a sus colegas de La Sorbona y desafiando gendarmes en aquel Mayo francés en los días de vino y rosas y la reflexión y conclusiones de una nueva generación que pregunta a sus padres para que sirvieron todos esos mayos del ’68 de la historia si siguen los mismos muertos podridos de crueldad y las mismas absurdas guerras. Así, me descubrí soltando un lagrimón al final de la canción; emotivo fue también declarar a viva voz “Amo tanto la vida” o casi deprimirme oyendo “Vértigo” ó “Un muerto encierras” pensando en antiguos amores.
Alternando sensaciones, como no sonreír cómplice con las historias de “Caperucita” o “La extraña pareja” y al pasar al otro disco con “Últimamente” fue como escuchar un diagnóstico de uno mismo y “Canción de amor propio” fue descojonarse de risa identificando mis propias manías. Así fué que mi convalecencia de un accidente en ese entonces en plena primavera porteña tuvo no solo música sino letras inteligentes; de ahí en más fue seguirte el rastro y procurar tus discos a través de los amigos y familiares viajantes por que aquí en tierras incas solo te escuchábamos quienes hubiéramos tenido alguna aproximación casi casual como la mía.
Debo darte las gracias mi estimado Ismael por cada nuevo esfuerzo por hacerte escuchar, algo que a estas alturas felizmente es una experiencia compartida por mucha más gente que ha hecho suyas tus canciones. No hay persona con quien haya compartido mis CD’s que no haya terminado apreciándote y siguiéndote. ¿Ya ves? has hecho muchos amigos Ismael, así cantamos para recordar que aun seguimos vivos (“Ya ves” Los paraísos desiertos - 2000).
En unos días mas cantarás para nosotros en el Auditorio del Colegio Santa Úrsula, me enteré muy tarde de tu llegada cuando ya había pactado mi ida y vuelta, hubiera querido escucharte decir las cosas que uno también dice como cuando se está frente a un espejo “Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano… Ahora que duelen las resacas y cortan como una navaja. Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña, que pido auxilio, besos y comida por teléfono, que fumo flores y lloro a veces mientras duermo. Ahora que tiemblo como un niño abandonado. Ahora que viejos amigos nos han traicionado” (“Ahora” La traición de Wendy - 2002); hubiera querido que me cuentes más sobre los sueños del futuro de tu nueva “Casandra” o sobre el contenido de la sonda Voyager llegando a los confines del universo hasta Alfa-Centauro, o las historias de sala de cine en “Sesión continua”.
Eran muchas las cosas sobre las que teníamos que hablar y cantar, sin embargo, mientras yo esté dejando Lima en la madrugada del lunes volando sobre los Andes para retornar a mi selva laboral, tu recién estarás llegando para conversar tal vez con Mabela Martínez o dar alguna entrevista antes del recital del miércoles 22 por la noche; a esas horas no me quedará entonces otra cosa que poner a girar los CD’s como quien revisa antiguas o recientes cartas de un amigo entrañable.
Será para otra oportunidad Ismael, la próxima vez ¡avisa con tiempo pues hermano!
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Lo siguiente es lo que publicó Ismael Serrano en su blog respecto a su paso por Lima: (*)
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"... Viernes 24 de octubre de 2008
Garúa
Para mi amigo Pascual
El cielo opaco de Lima despliega su manto de garúa sobre los recién llegados. La fortuna de cada viaje viene acompañada siempre por un rayo de nostalgia que atraviesa mis párpados cada vez que los cierro. Imagino como será todo lejos. En casa. Y veo a un niño riendo a carcajadas sobre una cama. Y el mundo extraño e impaciente esperando su mirada. Cuando yo regrese ese niño será otro pero ya me sé de memoria su olor y gesto inquieto.En el salvapantallas de mis sueños aparece toda la gente a la que quiero. Y la melodía tarareada de las canciones que aún no he escrito toca mi piel como esta garúa indecisa, sin traspasar la ropa que me cubre pero avisando de que otras lluvias encharcarán mi habitación.Ahora viene a mi mente el olor del campo en otoño. Los berrocales a lo lejos abrigados de encinas y el olor de las chimeneas recién encendidas. El rumor del bar de la aldea, entorno a las mesas, y, de fondo, el telefilme de la siesta. Envido. Quiero un envite.Y en este día, color de ropa antigua, que diría el poeta peruano César Vallejo que puso la piedra blanca sobre la piedra negra, lejos de París y sin que alumbren el día aguaceros, muero un poco. Hay fracasos que nos muestran la medida de nuestra sombra, recortándose en el camino que dibujamos al salir de casa. En busca de un tesoro, o simplemente de tabaco. Fumo un cigarrillo, ese de más, y vengo de responder a preguntas con poca convicción y pido disculpas por la osadía con que arrojo contra el micrófono palabras y deseos. Llega el concierto y, como una flor que se abre, la música tiende sus estambres a un público que generoso canta y comparte el sueño que se posó en la ciudad portuaria que en estos días es mi vida. Durante el recital, al cerrar los párpados siguen atravesándome los recuerdos de mi gente como una saeta invisible y dolorosa. Pero ahora la nostalgia es alumbrada por los planes de futuro, la certeza de que en nuestras manos está abrir la cancela tras la que adivinamos la luz de otros amaneceres. El diálogo durante el concierto es un bálsamo porque saberse acompañado nos hace más fuertes en los momentos de adversidad. Agradezco infinitamente la noche compartida en Lima y nos despedimos sin hacer promesas vanas. Porque sé que volveremos. Afuera la garúa insiste en llenarnos de melancolía. Pero esta noche recibimos nuestra dosis de analgesia a través de las canciones y la charla, que extendemos hasta la sobremesa, hasta tarde mientras en Madrid amanece.Allá, al otro lado del océano, estarán bebiendo a sorbos la mañana junto con el café y el primer cigarrillo. Una alfombra de hojas secas se habrá extendido camino de la oficina. Y los plátanos desnudos de la calle enseñarán soberbios sus nudos como unas manos viejas abriéndose al cielo. Lima duerme y fumo otro cigarro, ese de más, mientras la garúa trata de meterse bajo mi ropa. Buenos amigos me acompañan. Los mejores. Y entre calada y calada se cuela la risa, haciéndose hueco entre el repaso de lo vivido. Nos despedimos y nos citamos temprano para viajar a Paraguay al día siguiente. Temprano. Demasiado. Sabrán soportar mi malhumor matinal como tantas veces.La garúa sigue cayendo sobre Lima mientras, feliz por el concierto, me acuerdo de todos. ..."

viernes, 3 de octubre de 2008

DX-ismo (cuando las emociones llegaban también a través de la onda corta)

Este es un vocablo, un concepto que siempre estará asociado a mi pubertad y a mi adolescencia, junto a un potente radio JVC regalo de mi padre, algo que se convirtió en la extensión más emocionante de mis conocimientos y las relaciones sociales en esa fase de mi vida. Si las revistas de mi infancia sirvieron para asomarme a un mundo infinito y mío, debo admitir que fue el DX-ismo la herramienta que me permitió dar pasos que me hicieron protagonista de muchas cosas inusuales para mi edad pero felizmente habituales entre mi circulo de amigos de entonces.
Una vez aprendido que los medios de comunicaciones son la suma de muchos elementos, que son la expresión de lo que un ser humano comunica a otro apoyado con la ciencia y la tecnología de cada época, que permite que los contenidos y los conocimientos de una determinada región o país puedan ser transmitidos hasta lugares distantes, una vez asimilado eso como algo natural, uno no podía limitarse a ser un mero receptor de esa información y conocimientos, uno debía también ser protagonista, formar parte de aquel sistema de comunicaciones.
En el colegio los amigos compartíamos datos, frecuencias y horarios de radios o programas recién descubiertos y ya en casa cada quien por lo general a partir de las seis de la tarde (23:00 Hora del Meridiano de Greenwich – Hora GMT u Hora UTC - United Time Cordinated) iniciábamos la singular cacería en la banda de onda corta, enterarse de la noticias que no verías ni en la tele ni la radio local, escuchar la música mas reciente y rebuscada y tomar conocimiento de otras realidades en la voz de amigos lejanos, estableciendo el vinculo con solo sintonizar y tener la paciencia de captar la señal adecuada de onda corta, al principio buscando las emisoras mas potentes y populares y después agarrar el gusto y reto de captar las emisiones mas lejanas y exóticas; aún recuerdo la emoción que provocaba escuchar el canto del “irakeere” anunciando el inicio de transmisiones de Radio RSA desde Johannesburgo.
Diexista es una castellanización de la expresión DXer, y el DX-ismo como actividad proviene de las siglas D = distancia y X = incógnita, y como afición podría definirse como la búsqueda de lo desconocido o lo que nos viene de la lejanía. Las personas que se dedican al diexismo son aquellas que con su aparato de radio se dedican a sintonizar, identificar, escuchar y monitorear emisoras de radio, bien sea que se trate de radiodifusoras o bien las señales de radioaficionados o señales utilitarias como las de barcos o aviones (aunque en estos casos actualmente el uso de dichas frecuencias solo se limita a momentos de maniobras o su uso en naves pequeñas tipo bolicheras), en mi caso y el de mis amigos, la carnecita de esta actividad –sobra decirlo- lo constituían las emisiones de radiodifusoras lejanas a nuestro lugar de recepción, desde las mas grandes y emblemáticas tipo Radio Nederland, Radio Deutsche Welle, BBC de Londres, Radio Suecia International, Radio France Internationale, Radio Praga, BRT de Bélgica, RAI de Italia, Radio Exterior de España, Radio Pekín, Radio South África, entre otras, y también aquellas emisoras que aunque no siendo las grandes corporaciones radiales de sus respectivos países en cambio tenían el encanto de su difícil sintonía sea por lejanas o por inusuales.
La mayoría de estas emisoras tienen transmisiones en varias lenguas, y las emisiones en castellano suelen ser felizmente muchas con todo un espectro de opciones para escoger, así, la afición inicialmente técnica de escuchar señales de onda corta que llegan hasta nuestros receptores según las condiciones de propagación, la potencia de las emisoras, las interferencia que sufran y la hora de la escucha, también permitía otro aspecto importante de conocimientos y experiencias que era conocer e informarse de primera mano con las noticias, la cultura y costumbres del país de origen de la señal, agregando a ello una actividad propiciada por las mismas emisoras cual es el ponerse en contacto con ellos mediante correo (si, correo convencional, recuerden que hablo de mi pubertad y adolescencia, el internet y el e-mail son temas recientes), lo que permitía consultarles aspectos de interés o compartir la experiencia de la sintonía.
Adicionalmente según el caso y la disposición de la emisora recibía información y material impreso de diversos tópicos del respectivo país (temas de turismo, cultura, actualidad, etc.), así como distintivos de cada radio como stickers y banderines o gallardetes. En resumidas cuentas, todo eso eran los trofeos de la escucha, que luego llenarían álbumes y paredes de la casa; y, lo principal, como complemento de la captación de la señal uno debía enviar informes de recepción y obtener como confirmación de la misma una Tarjeta QSL (tarjeta de confirmación de recepción o acuse de recibo), esos informes debían indicar día, hora de inicio y fin de la escucha, frecuencia de sintonía, situación geográfica del radioescucha, equipo receptor y antena empleados y un pequeño resumen de la escucha, junto con ello, una evaluación técnica de las características de la recepción, usando para ello el código SINPO, una escala de 1 al 5 que cubre y evalúa los siguientes aspectos:
Strength - Intensidad de la señal;
Interference - Interferencia de otras emisoras, equipos eléctricos, etc.;
Noise - Ruido, interferencias ambientales de tipo natural;
Propagation - Condiciones de la propagación y estabilidad de la señal (también el desvanecimiento de la señal o fading; y,
Overall - Apreciación en conjunto de la recepción. Con lo cual, un hipotético y casi improbable SINPO 55555 equivaldría a una recepción digamos perfecta.
El DXismo como afición principal de esos tiempos para mi implicaba todo un conjunto de otras actividades paralelas compartidas y competidas -como no- con algunos otros colegas de mi querido Colegio Leoncio Prado, así, cada uno de nosotros contaba con su respectivo Apartado Postal ó P.O. Box, con lo que debo decir que la llegada de correspondencia a mi Apartado Postal N° 270 era toda una materialización de las experiencias escuchadas, y el volumen era impresionante. La salida del colegio siempre incluía la visita obligada a la Oficina Central de Correos para ver que novedad había llegado para cada uno, en muchos casos el entusiasmo nos ganaba y ya no nos conformábamos con QSL’s y a veces recibir los sobres mas grandes eran motivo de mayor orgullo, suscripciones de revistas, etc, otras veces incluso la escucha había permitido participar de concursos que te compensaban con cosas mayores del merchandising de las emisoras, inclusive radios receptores Grunding (un amigo lo ganó dos veces), en mi caso uno de mis tesoros fue un afiche autografiado por los 49ers que me mandó la radio cristiana KGEI - La Voz de la Amistad desde San Francisco, Ca. En suma, la escucha de la onda corta no podía ser mejor estimulada.
Otra ventaja fue la posibilidad de contacto con otros oyentes de la misma radio que fueran de otras latitudes, lo que permitía que a través de la correspondencia uno tomara contacto directo con otra gente de tu misma edad é intereses, demás esta decirlo, hice amigos en lugares lejanos y cercanos, Japón, Francia, España, USA, Chile o Argentina proveyeron los mas recordables, aunque las cartas podían llegar de lugares inimaginables como Angola, Filipinas o Israel, algunos de esos amigos se convirtieron verdaderos familiares si no hermanos a la distancia. Claro, todo este intercambio significaba un reto a su vez, uno se convertía en una especie de representante del propio país, así se daba una saludable retroalimentación, un aprendizaje impresionante, de ahí en mas no hubieron mas fronteras ni barreras, si la cultura general fuera una materia que rendir, esta se aprobaba con notas de excelencia.
En cuanto a la formación de cada uno de nosotros esta actividad supuso una expansión de conocimientos enorme, conocer y entender principios físicos y mucho mas, ciencia multidisciplinaria en suma para lograr captar las señales de radio, para mejorar su recepción y junto a ello la interrelación tanto con las emisoras como con otros DXistas permitió que adquiriéramos ese “mundo” que en otras circunstancias hubiera sido parte de un proceso mas largo o habría tenido que darse en alguna otra coyuntura extraordinaria, nada habitual en gente de nuestra edad, independientemente que se tratara que viviéramos en una ciudad del interior y no en la capital –o quizá precisamente por eso-, lo que nos dio un plus para ver la vida de otra manera integrados desde entonces a esa gran aldea global que somos. Lo que vino años después ya fue el perfeccionamiento de todo lo andado, nosotros ya habíamos recorrido distancias infinitas, las distancias ya habían dejado de ser una incógnita.

jueves, 18 de septiembre de 2008

MI CUBIL FELINO

16:15 hrs. Martes 16/09/2008 – En un lugar de Pucallpa, Perú
Nada mas abrir la puerta de ingreso se podía percibir que las cosas no eran normales este día; una serie de detalles me lo decía, un silencio extraño en el gran canchón el terreno que a manera de gran depósito y estacionamiento de cisternas tiene además en un ángulo de la izquierda entrando una construcción de material noble como un bungalow -que es mi casa en estos lares-, con dos ambientes mas un baño interior y otro exterior y en la parte lateral una lavandería; la puerta de ingreso de la casita tiene seis paños o ventanitas con vidrio catedral en su parte superior, una de ellas antes de este día en vez de vidrio estaba con una cubierta plástica improvisada. Apenas traspasar el portón metálico desde donde se ve la casa y la puerta con vidrios eso llamó mi atención, la cubierta estaba rasgada y podía verse el interior; tampoco salió a mi encuentro la gata negra jaspeada sin nombre que me adoptó como su amo hace unos meses y que cada tarde al llegar y sobreponiéndose a su carácter asustadizo siempre me da la bienvenida estirándose como gata que es y maullando reclama su Cat Chow. Extraño, muy extraño, calma tío –me dije-, respira y piensa, es algo predecible que en algún momento podía suceder, solo debe haber sido un pillo que habrá querido coger lo que estaba a su alcance por la ventanita abierta, eso debe ser…
Lejos estaba de imaginar que no era solo eso, cual C.S.I. hice un rápido análisis de “la escena del crimen”, me asomé por la ventanita, adentro era un tiradero, todo revuelto y notorios rastros de lo debe haber sido la desesperación por encontrar cosas de valor, sin embargo a la vez habían cosas que estaban intactas como mi casco de motociclista, en su lugar sin haber sido tocado siquiera, así como los contenedores de mis provisiones –no les gusta el café, que bueno-, el microondas sin novedad, la refri cerrada, solo un botellón de Ginger Ale en el piso en medio del regadero de papeles, cajas y bolsas mas unos palos con los que intuyo en un principio el pillo debió intentar infructuosamente alcanzar las cosas mas portables y sacarlas por la minúscula ventana. Era poco aún lo que veía, abrí la cerradura y tras recapitular lo antes visto pasé del vestíbulo al dormitorio, la primera imagen que tuve fue toda la luz que se filtraba del baño en el fondo, en el espacio de unos 30 x 70 cm ya no había ventana, ni los vitroven ni las vallas. ¡Chucha, entraron a robarme en serio!, en el piso, la cama, la maleta, la cómoda, ropa, almohadas, mas papeles, mas bolsas, todo revuelto, todo regado.
Mi bunker había sido vulnerado, el pillo o pillos habían logrado ingresar al más recóndito de mis espacios y se pasearon en el como si nada. Nuevamente, rápido y veloz análisis de la escena: un robo es un robo, solo me quedaba decir ya perdí, me llamó la atención sin embargo ver que algunas cosas de aparente valor estuvieran ahí sin mas; me alegré que no hubieran sido sustraídas pero a la vez me extrañó que no hayan sido llevadas. Reacción inmediata, cierra todo y continúa la indagación en otro frente, buscar ayuda, explicaciones que se yo.
Salí rumbo a la oficina administrativa del grifo adyacente al terreno, huelga decirlo, como en casi todos estos casos nadie vio nada, nadie sabía nada; con suerte encontré a mi tío y tras bromear conmigo por llevar corbata a esas horas de la tarde me acompañó a revisar el lugar de los hechos.
16:30 hrs.
Algunas reflexiones sobre la marcha y tras ver y deducir lo que había pasado y sobre todo como había pasado, inspeccionamos los alrededores, una vuelta a la lavandería y confirmar por fuera la visión de la ventana por la que ingresó y salió el pillo y estimar además que debo haber llegado a una hora providencial y que el sujeto debe haber estado en plena sustracción por que dejó tirando un maletín nuevo y mis raquetas de frontón sobre el lavadero. ¿Estaría aún por ahí entre los arbustos o entre la cisterna y otras cosas? ¿Cómo entró y salió de un terreno cercado con paredes tan altas y con la puerta cerrada con tres vueltas de llave? No hubo nada, no hubo mayor rastro.
Del balance de lo robado caí en la cuenta que pensaban encontrar dinero o mas cosas de valor, se pelaron pues, pero si cargaron con cosas increíbles considerando todo lo hay dentro, quizá por cuestión de prisa o de formato y es que cosas de mediano o gran volumen no podían salir por diminutas ventanas; eso si, chau a mi reproductor de MP3, algunas herramientas, una mochila con parte de su contenido –me dejaron las raquetas, gracias-, una navaja, un reloj de pulsera Swiss Army -¡tamare!-, dos pares de zapatillas, un par de botines todo terreno y un celular en desuso que aun me servía de agenda. La tele, el equipo de sonido y parte de la ropa permanecieron en su lugar, lo demás revuelto y por los suelos. Monses o no, agradeciendo al de arriba que el robo no haya sido mayor, concluí que había que tomar precauciones drásticas, la casita no podía seguir expuesta, ni su habitante, ni sus cachivaches; con mi tío trepamos en su carro en busca de refuerzos ¿Dónde se metieron todos los cerrajeros y metal mecánicos de la ciudad?, no había ninguno, luego de buscar varias opciones, al cuarto intento dimos con el señor Julio y sus dos asistentes, el resultado: ahora la ventana del baño ostenta una señora reja con ángulos de fierro de pulgada y media por donde no pasaría ni Houdini, y en la puerta, las seis dichosas ventanitas tienen tras de si una gruesa cortina de hierro –tal cual-, empernada y engastada en toda la madera.
¿Qué si duermo mas tranquilo? ¿Qué si puedo salir a trabajar con cierta seguridad? Algo así, pero ninguna precaución será suficiente, siempre estaremos expuestos a estos pillos de mierda, en casa o fuera de ella, en lugares públicos o privados, pero hay que reducir los riesgos aún a costa de nuestra comodidad. En casa aún faltan algunos detalles y ya estoy pensando en un rotwailler afuera. Solo espero acostumbrarme a esta nueva sensación de estar metido dentro de un carro blindado de PROSEGUR, inexpugnable, con menos luz natural en la mañana. En fin, había que hacer algo, no se las iba a dejar tan fácil.

martes, 16 de septiembre de 2008

TODO LO QUE VI (A VUELO E’PAJARO)
(Gómez/Morales/Valladares)

Piensa, respira, y emprende ese vuelo furtivo
Reúne fuerzas, descubre fronteras perdidas

Solo piensa, ya no puedo sonreír,
el sol que quema, creo que antes ya estuve aquí
allá abajo, solo veo gente correr,
y aquel río gris, creo que algo quiere decir.

Muchos valles, muchos sueños tras de mi
el viento ahora está en la misma dirección
cruzo el centro, ya es de noche, me perdí
no es muy cuerdo este viaje que emprendí.

Solo piensa, ya no puedo sonreír,
el sol que quema, creo que antes ya estuve aquí
allá abajo, solo veo gente correr,
y aquel río gris, creo que algo quiere decir.
(solo)
Solo piensa, ya no puedo sonreír,
el sol que quema, creo que antes ya estuve aquí
allá abajo, solo veo gente correr,

y aquel río gris, creo que algo quiere decir.

Me estremezco con imágenes de ayer,
No es lo mismo allá arriba que verlo aquí
Artificio, ruido, acaso esto es normal?
Es muy tarde el viaje tengo que seguir.

Solo piensa, ya no puedo sonreír,
El sol que quema, creo que antes ya estuve aquí
Allá abajo, solo veo gente correr,
y aquel río gris, creo que algo quiere decir.

viernes, 5 de septiembre de 2008

ACUA MÓVIL

¿Han escuchado esa frase “Es mi hermano, no pesa”?
Me recuerda un poco ese pasaje que te cuentan del tiempo de los romanos y en mi mente visualizo esa clásica imágen de San Cristóbal cruzando un río caudaloso cerca de Samos cargando al niño Jesús sobre sus hombros.
Todo esto viene a propósito que tengo un recuerdo recurrente asociado a momentos que disfruté mucho en la infancia y que hoy asoman como pequeño tráiler de película casera de 8mm.
Cuando pequeño habían en casa pocas cosas que pudieran tener la denominación de “juguetes”, tiempos de austeridad crónica en que a falta de hermanos menores tuve dos sobrinos-hermanos que me seguían por 2 y 3 años respectivamente. Para entretenernos a veces había que inventar e improvisar un poco y he de decir que –a veces también- la imaginación era grande y que teníamos aliados.
Siempre me ha gustado la lluvia, ver caer la lluvia, mojarse bajo la lluvia, jugar a protegerse de la lluvia, en fin, sin contar también la fascinación por los rayos, relámpagos y truenos y la costumbre de ponerse a contar los kilómetros donde se hubieran producido con solo enumerar los segundos entre el resplandor y el estruendo que le sigue.
Recuerdo haber tenido un vehículo anfibio sorprendente y fabuloso con su parabrisas panorámico dominando todo mi horizonte, un acuático monoplaza increíble donde permanecía seco durante toda mi travesía, desplazándome a toda velocidad dando infinitas vueltas, recorriendo todo el ancho y largo del patio de mí casa en pleno diluvio.
Demasiada felicidad, que libertad, cuanta vida… Quien diría que mi máquina poderosa y alucinante estaba construida sobre el “chasis” de un viejo triciclo heredado de mis hermanos más de una década mayores, al cual con imaginación y destreza se le habían acoplado unas estructuras de alambre y forrado prolijamente todo con grandes bolsas plásticas, oscuras arriba, atrás y a los lados y transparentes al frente.
¡Que fantástico triciclo convertible a prueba de lluvia!
De reojo en cada vuelta yo miraba al aliado hacedor de esos momentos, parco y a veces renegón -alicate en mano y medio empapado-, con la misma cara de satisfacción, del deber cumplido, la misma mirada que le vería en otros tiempos como cuando mas adelante me enseñó a manejar moto o cuando me gradué.
“No pesa, es mi hermano menor” parecía decir, eso parecía decir. ¿Te acuerdas Carloncho?

lunes, 4 de agosto de 2008

PAPÁ LUCHO EN ESPAÑOL

Cuando era un niño, y cuando la mayoría de los de mi edad disfrutaban saliendo a jugar a la calle, a perseguir una pelota, o darle una palmazo en la espalda a cualquiera para decirle “la llevas”, mi mente y yo mismo me sumergía en una aventura, cada tarde de fin de semana, -entre semana no tanto por que el horario partido de la primaria no lo permitía-, por que el fin de semana era otra tranquilidad, la gente reposando haciendo siesta después de almorzar, solo el sonido lejano de radios encendidas escuchando el fútbol en la amplitud modulada, o los huaynitos que escuchaban mis vecinos de la sombrerera con cuyo patio colindaba el nuestro.
Yo me iba de viaje, andaba en otros tiempos, en otros lugares tan remotos para mí, o tomaba clases particulares y talleres de cosas que me servirían en la vida, cuando fuese grande, cuando tuviera que hacer las cosas solo, cuando una casa imaginada necesitara un columpio, una baranda, una banca alrededor de un árbol o una ventana en un segundo piso desde donde ver caer la lluvia desde lo alto.
Podía pasar interminables horas así, haciendo mías experiencias lejanas, subido y galopando en un caballo teniendo como fondo las montañas rocosas, pasearme sobre un camello cerca de Luxor, o ver la luna más grande, cercana y palpable por una escotilla del Apollo 11 junto a Neil Armstrong y Edwin Aldrin, enterarme que en Lima los estudiantes de San Marcos abuchearon a Nixon, y que no sé por que razón hice mía también la experiencia de ser un soldado llegando a Saigón y meterme en una guerra incomprensible. Fui testigo, tuve en mis manos también la secuencia gráfica del asesinato de Kennedy, no necesité un satélite, ni el cable, ni el internet, yo estuve ahí, lo vi todo con mis propios ojos haciendo zoom en cada hoja de papel.
Vivir en una casa alquilada hacía que en el fondo de mi mente -aún cuando en ese tiempo no fuera siquiera una preocupación perentoria-, yo soñara con una casa ideal, como en las revistas, no con la fachada dando directamente a la vereda y la calle –pese a que mi casa era hermosa en su tipo-, sino soñara con una casa con jardín adelante, con césped donde jugar con mi perro o tener un árbol donde construirme una casa en lo alto para jugar, para trepar con una soga; los planos, las escalas estaban ahí en esas revistas, solo era cuestión de empezar.
El depósito de mi casa era mas que un depósito, era un trastero, todo aquello que no fuera usado de forma regular iba a parar ahí, -ergo, si alguien se va de viaje algunas de sus cosas ya no se usan y en algún lugar deben estar-, a mi sin embargo me fascinaban todas esas cosas, exploraba un mundo en esos objetos, había martillos para cada necesidad, alicates, llaves de tuercas, llaves de precisión, frascos y frasquitos con todos los objetos posibles, tornillos, clavos, plomos, alambres, todo se usa, todo servirá en alguna urgencia, -Mc Gyver eres una zapatilla comparado con esto!-. Ahí, junto a escaleras esperando una obra o una reparación, junto a trastos y cosas guardadas en entrañables cajas de pino de whisky Black & White con sus dos perritos como guardianes, ahí, junto a todo eso, descubrí una ventana a otros mundos, descubrí que mi mundo, que mi hogar, mi ciudad, mi país, formaban parte de un inmenso planeta y universo, descubrí mas de lo que me contaba una maestra en clases y más de lo que me pudiera decir mi Enciclopedia Bruño, aún cuando me alucinaba con cada ilustración del dibujante que firmaba como Nelson.
LIFE = Vida, para mi “Life en español” era un sinónimo de imágenes, de reportajes, de aventuras, de viajes, solo salía de aquel depósito cuando ya era casi de noche, cuando ya no había luz natural para ver y leer, y no es que no hubiera un foco en el lugar, sino que la aventura era mas aventura y el viaje solo era viaje a la luz del día, no lo sabría explicar, solo me sacaba de esa concentración el llamado de mi madre quizá despertando de su larga siesta invitándose é invitándome también: “Hijitooo, Tincitooo ¿tomamos lonche?”; el viaje, la aventura continuaría el próximo sábado o domingo, tenía para mí una torre enorme de Life’s y de Mecánica Popular para seguir viajando.
Siempre quise saber el por que de esa extraña fascinación por aquellas revistas, se que aquellas me llevaron por lugares lejanos, hasta por mundos inexplorados, me enseñaron a soñar, me enseñaron a componer cosas de mi casa -y de mi vida por que no-. No sé si cuando fueron compradas cada una de esas revistas se pensó en su utilidad práctica ó lo que producirían en terceros, no sé si esa especial dedicación a juntarlas, a coleccionarlas serviría para hacerse rico o daría para comer, solo sé que lo que hayan costado fue poco, de lo que estoy seguro es que el dinero invertido y el tiempo que haya tomado apilarlas fueron una inversión de vida invaluable; ahora que soy grande, ahora que pienso con añoranza en un hijo que ya vendrá, pienso en ese niño disfrutando y aprendiendo de las lecturas y las imágenes de esas revistas y me doy cuenta que aunque físicamente haya estado a muchos kilómetros de distancia, ahí estuvo su Papá Lucho con bigote recortado y un Ducal en la mano mostrándole un mundo inmenso, enseñándole a crecer y a ser el hombre que hoy es.
Gracias por haber estado ahí Luchin, por no haber estado ausente del todo, por haberme dejado la fantástica tarea de leer todas esas “Life en español” y “Mecánica Popular”, me sirvieron, me sirven y me seguirán sirviendo.


martes, 25 de marzo de 2008

QUERIDA RECUERDOS (o pequeño ensayo de un auto-exorcismo necesario)

Junta todas esas veces en que moriste un poco por amor o desazón a lo largo de tu vida, será muy escaso el saldo vital a tu favor...

Una de estas tardes de mi Lima gris y húmeda volví a morir otro tanto, hacía tiempo que no sabía o tenía novedad alguna de ella. Estaría inmersa –imaginaba y daba por descontado- en ese crispante ambiente de noticias y entrevistas cumpliendo su papel de “jornalista” extranjera de una connotada agencia internacional de prensa. Fue así, con características de flash de último minuto que me vine a enterar de su nueva cercanía geográfica, y hoy, como un impulso, en inconsciente comisión de reportaje de investigación empecé a rebuscar en esas olvidadas cajas llenas de “inservibles prescindibles” arrumadas en el closet: recortes, folders, diplomas, revistas, folletos, mis antiguas adolescentemente preciadas colecciones de calcomanías y banderines de radios de todo el mundo, postales y QSL’s que alguna vez se lucieron cual trofeos empapelando las paredes de mi habitación; tarjetas de todo tipo –boté una que otra de intrascendente procedencia-, y encontré en medio de aquellos “momentos” de mi vida, esa hoja con apariencia por demás sencilla que me reclamaba leerla. Había sido arrancada del medio de uno de esos blocks tipo escolar cuadriculado de papel reciclado y estaba allí, convertida en carta. Apenas había que reparar en sus descoloridas escrituras hechas con tinta verde para darse cuenta del tiempo de por medio entre el hoy y ese ayer en que la recibí.

Esa vez me puse a leerla frente al panel de control de mi cabina de radio, por entonces aún tenía en el ambiente el recuerdo de su presencia -no muy lejana-, algo que como es de suponer solo yo y nadie mas que yo podía percibir.

Hacía poco mas de un mes que nos habíamos vuelto a ver, vino un día a la radio acompañada de su primita, aquella cuyo hermanito conocí de año y medio de nacido, que era mi vivo retrato como alguna vez ella misma sentenció al ver una foto mía de cuando tenía la misma edad y a partir de entonces llamó “su hijito”; quería ver a un compañero de trabajo mío, eso dijo y eso anunció a la secretaria justo cuando tras suyo bajaba yo las escaleras:

- ¿Está Nico?, me dijo que a esta hora iba a estar por acá.

Extraña amistad –siempre me pareció-, creo que el flaco la antojaba secretamente, pero, sabiéndose casado, ella muy chibola y tan fresco el hecho que haya sido mi enamorada, se regocijaba al menos teniéndola cerca. Por su parte para ella era una suerte de confidente, su hombre infiltrado y además le daba cuerda con el asunto de que tenía pasta para las comunicaciones –el tiempo le daría la razón, absolutamente-, así, tenía el pretexto ideal para seguir frecuentando mi territorio.

- No, Nicolás no ha llegado todavía.

Respondió la secretaria, advirtiéndole con un arqueo de cejas que este sorprendido conocido suyo bajaba las escaleras interrumpiendo su tarareo de alguna canción que dejó sonando en la cabina.

Se veía graciosa, adorable si se quiere, enfundada en sus jeans, chompa ceñida a rayas de colores –probablemente tejida por ella misma-, con tirantes y esa actitud tan suya, con los brazos en jarra apoyando las manos en las caderas y ese leve movimiento de cabeza; desafiante, arrogante, rebelde, pero con un toque de nerviosismo con que casi pude verla mordiéndose los labios, luego un beso aquí y un beso allá.

- ¡Hola!.
- ¡Hola! ¿Qué tal, como te ha ido?

Aquella carta escrita en tinta verde parecía un diario, respondía a una suplicante necesidad de abrigo, de afecto que se echa en falta, resultaba un sinceramiento, un hablar a piel expuesta y viva sabiendo la existencia de ese algo con el otro que la empujaba a establecer esta comunicación. Por eso no me importó el papel, ni la tinta, ni los errores, ni los borrones –si hablaba su alma-, bien pudo haber escrito con una crayola en un pedazo de cartón... igual me hubiera conmovido.

Me escribió sobre lo mal que estaba su abuela, sobre lo duro que resultaba abrirse camino en lo que estaba estudiando, sobre su última desilusión y sobre nuestro encuentro cuando estuvo en Huánuco. La melancolía que se colaba en esas líneas era un sentimiento compartido, la noche anterior ella soñó que estábamos juntos, que me quería mucho, que nos besábamos y era feliz. Se despertó en medio de una gran angustia, no pudo evitar llorar y se sintió muy sola.

“... Perdóname, no sabes cuanto me hubiera gustado sentir algo ese día. Yo sencillamente no lo podía creer, toda la vida pensé que tú no querías nada, yo tuve que matar todas mis ilusiones.
No sé a donde fue a parar tanto amor, tanto cariño. Aquel día cuando fui a la radio, yo tenía tantas ganas de abrazarte, quería abrazarte fuerte no sé por que. Solo eso quise hacer... ”


- Que bueno verte flaquita.
- Si, eh... Te estuve escuchando, digo, antes de venir, pusiste la canción de “El último de la fila”...

Increíble, había pasado el tiempo incierto en que nos hacíamos daño con tan solo compartir el mismo espacio, en que nos desgarrábamos, ella en llanto y yo en plan de fuerte, del “cosa terminada”, del “no va más”; estábamos ya en la etapa de los ecuánimes, de los civilizados, volvíamos a encontrarnos como ahora sin tener que protagonizar ningún show. Y eso ¿es bueno?. Pese a mi –para otros- dominio de la situación, no podía evitar sentir que esto y yo mismo marcábamos un punto muerto.

Me detuve en esas palabras que me movieron el piso: “...tenía tantas ganas de abrazarte”, sus palabras realmente fueron las mías, yo también tuve tantas ganas de abrazarla...

No sé como, pero en esa oportunidad buscamos y procuramos ser y parecer tan amigos, tan adultos. Nos medimos, nos probamos, nos retamos mutuamente; quedamos en vernos y nos vimos, quedamos en salir y salimos, no había mas ese sentirse sofocados, lo que sugiriese uno al otro estaría bien, al fin y al cabo ¡éramos amigos!, ex-enamorados, no nos debíamos explicaciones ni había que rendirle cuentas a nadie –faltaba mas-.

Esa misma noche ya sin la primita por compañía la recogí de casa de una de sus amigas y nos fuimos casi instintivamente al departamento, a “mi departamento” –como le solía decir-, a aquel nuestro antiguo refugio. Allí, cada centímetro cuadrado, cada baldosa, cada mueble, cada rincón y mi habitación, esa con sus paredes cubiertas de distintivos de radios, tarjetas, QSL’s, fotos... cada cosa que estuviera encerrada en esas paredes le dio la bienvenida, como yo que sin admitirlo me alegraba al tenerla de vuelta.

Allí estuvimos, bajo las miradas de Lerner o Vicentico asomando en sus postales, bajo los saludos de Radio Nederland, WNOE, Radio Puerto Plata o la Metro Radio, en penumbra con algo de las luces del jardín que se filtraban por las cortinas; nos amamos... nos amamos pero a la vez nos hicimos a los valientes, a los indiferentes, como si solo fuera atracción del momento, como si después solo fuéramos a encender un cigarrillo y seguir cada cual con su vida, -de algún modo lo hicimos-, fingiendo lejanía y cierta indiferencia. No hubo ni un te quiero o te eché de menos... Extraño, por que el pecho me explotaba, pero ni aún así la garganta traducía en susurro o en grito aquel mensaje; pasaría mucho tiempo hasta que yo pudiera decírselo, hasta que yo mismo pudiera gritármelo, quizá, demasiado tarde.

Nos duchamos juntos, sin mediar palabras nos engreímos bajo el agua y el vapor solo con los reflejos de unas velitas que daban en el espejo y nos iluminaban de verde a través de la mampara traslúcida, haciendo especial el momento en que nos amamos más. Pese a que no fuimos sinceros, ese se constituyó en uno de nuestros encuentros más memorables, -esa noche quedamos con la sonrisa dibujada en la cara-. Nos vestimos y con el pelo aún mojado abandonamos el lugar y nos encaminamos al centro; al día siguiente ella partiría temprano de vuelta a Lima así que nos dedicamos mas tiempo esa noche, hablamos de todo, de sus estudios, de su abuela, de mi universidad encaminada, de nuestros nuevos amores, del “nos vemos cuando vaya para allá” y que “en navidad seguro nos cruzaremos... para variar”.

Los preparativos para recibir el año nuevo del ’91 fueron algo distintos a lo habituado entre los amigos; la fiesta no sería solo entre el reducido y entrañable grupo de los de siempre, en algún momento unimos nuestros planes al de otra gente que puso el local: una especie de casona que aún conserva parte de su antigua prestancia, con un gran salón, techos altos, hierro forjado en ventanas y barandales, muebles de buena factura, mucha madera y una galería interior que al igual que los balcones del segundo piso dan a un patio con muchas plantas. Luego a un zaguán y de ahí a la calle, muy cerca, apenas a unos metros de una de las esquinas de la Plaza de Armas y de las fiestas en dos grandes hoteles donde hay que bailar con orquesta y rodeado de tíos.

El 31 había sido un día agotador; las campañas de fin de año, un programa especial en vivo, grabaciones y los brindis hicieron que recién pasadas las 11 pudiera ir a ducharme y cambiarme de ropa. Cuando al fin estuve casi listo empezaron a tronar los cohetes con mayor intensidad –faltaban minutos para la medianoche-, corrí, saqué la moto, cerré todo y arranqué el motor. El trayecto al centro fue espectacular, antes de cruzar un puente sobre el río me fue regalada una vista nocturna magnífica de la ciudad, luego, aceleré hacia ese horizonte de luces y de casitas iluminadas en los cerros como en un nacimiento, con los fuegos artificiales brillando en lo alto y los truenos del festejo después de cada resplandor, -ya eran la doce- ¡Abrázame Recuerdos!, ¡Abrázame mi amor!. Pasar por el jirón Huallayco fue una gozada, maravilloso, lúdico y hasta surreal, con mi moto esquivando fantoches de trapo que ardían a cada tramo, pequeños castillos con aspas que giraban silbando y arrojando sus chispas a discreción, mensajes de artificio desplegados a lo ancho de la calle “FELIZ AÑO 1991”, el olor de la pólvora y al pasar por San Francisco: los negritos enmascarados danzando, dándole a la campanita y a la matraca. Emocionado como un niño, fui inmensamente feliz durante esos minutos en que en mi mente y ante mis propios ojos las imágenes se sucedían como en cámara lenta, con mi propia música de fondo, viendo a la gente reír, salir a sus puertas copa en mano, o a los chicos prendiendo cohetecillos o corriendo con sus maletas alrededor de la manzana. Era un testigo sobre ruedas del rito de fuego y estruendo que era ese exorcizar el año viejo.

Los abrazos dieron lugar a la música entremezclada proveniente de las mil fiestas que vi en mi camino. Llegué a la plaza, guardé la moto en los bajos de la radio y fui directo a la casona caminando los escasos cien metros que me separaban de ella. Vaya... –iba pensando-, recibí el año nuevo ¡sobre una moto!. A toda velocidad, con gente desconocida deseándome felicidad con solo verme pasar.

El lugar de nuestra celebración era un lleno de bandera, estaban todos: los amigos, los amigos-hermanos, los conocidos, los por-conocer, los visitantes, los plancitos, las serias... todos, y los encontré mas que alegres, para ellos la algarabía y el brindis habían comenzado hace horas, ni modo ¡salud! y a ponerse al día. No recuerdo haber tomado mucho, aunque si que mi vaso no estuvo vacío en momento alguno. Bailé y tomé, tomé y bailé, nada especial, debí aceptar la propuesta de “Recuerdos” -pensé- “No tengo nada para Año Nuevo ¿porqué no me invitas a pasarla contigo?”. Por ganso, claro; por ganso y orgulloso –me increpé-. Había olvidado su carta y con ello la posibilidad de un nuevo encuentro. ¿Estaría aquí? Al menos habrá venido a pasar la navidad con sus padres...

Hacia las tres de la mañana, luego de muchos “salud” y producto de mi poca tolerancia al alcohol me bajó la presión y fue una chica de sonrisa franca y cabello cortito –que alguna vez quise- quien aliviaba mis sudores con caricias en mi sien. Estábamos en la galería y una lluvia constante y menudita mojaba el patio y sus helechos, mas tarde ya no la vi. Yo reposaría luego en un sillón apoyando mi cabeza en una pierna generosa perteneciente a una de mis entrañables “amigas”, otras al lado, turnándose se esmerarían en estorbar.

- Pobrecito... –con tonito y caras de puchero-.
- Es que tomó mucho –añadiría alguna-.

Me sentía como un ahogado que acaba de ser llevado a la arena y ya está rodeado de un montón de curiosos –vistos desde abajo, gigantescos-. Una de las chicas acariciaba mi frente, yo solo quería dormir, por eso no escuché a mi amigo Lucas quien cual perro guardián vino y acabó con el alboroto –que no fue tal, en todo caso era sujeto de una suerte de halagadora disputa-, les dijo algunas cosas que quizá no venían al caso, las espantó de alrededor de la “presa acechada” y me hizo llevar a una de las habitaciones para que pudiera descansar. Pude dormir al fin, como quería.

Dormí mas de una hora hasta que amaneció, desperté con un gran dolor de cabeza, al lado en una cama junto a la mía “yacía” otro “herido”, era el buen Fernandito, amigo mío desde que este era apenas un púber y conocedor de mis andanzas pese a que ya no vivía en el Perú. Apenas si habíamos hablado durante la fiesta, solo para presentarme a una chiquita de ojos verdes a la estaba dándole letra. Medio somnoliento balbuceó:

- Hermano lindo... ¡Feliz año!.
- Lo mismo para ti Marini –y le aventé un cojín-.
- Oye ¿qué es de tu flaca?, no la he visto.
- Yo tampoco, creo que no ha podido venir, en Navidad nos hemos cruzado.
- Ah... ! -y se volvió a dormir-.

Salí al patio con una incipiente lucidez, había dejado de llover, la fiesta estaba terminando, ya me tenía que ir. Los últimos en salir, los de siempre, cogieron la última caja de cerveza que quedaba –no la podían desperdiciar- y me invitaron a acompañarlos, al rato estábamos en el atrio de la catedral con algo de frío, formando un círculo repitiendo el consabido salud.

Las calles casi desiertas habían sido lavadas por la lluvia, unos pocos salían de algún lado, de algunas de las mil fiestas. Mi mirada se concentró entonces en un animado grupo que en diagonal tomaba uno de los senderos centrales de la plaza, salté a la vereda, llamé su atención y grité un nombre. Alejándome de la sorna de mi clan me dirigí a aquel grupo, allí estaba ella, espigada, avanzando hacia mí, muy linda pese a la circunstancia y por demás animada, riéndose de sí misma con un calzón amarillo en la mano.

- Te lo regalo –me dijo sonriendo en vez de saludar-.
- No te veía desde el año pasado –bromeé, cogiéndola de la cintura-.

Nos dimos un beso espontáneo, prolongado y descarado. Los muchachos que la acompañaban no tuvieron otro remedio que despedirse y seguir su camino, me odiaron -creo-. Aceptó quedarse, me comprometí a llevarla a su casa y eso haría. Aunque aún me sentía un poco mal continué tomando con la flaca abrazándome, abrigando sus brazos bajo mi casaca. El lugar y mi embriaguez hicieron que en algún momento me sincerara y le dijera que sentía mucho el haber terminado con ella sin decirle alguna vez en serio que la quería. Le dije que la habría amado y se desencajó. Al día siguiente me reprochó con rabia controlada el destiempo de esas palabras, conversamos sin prisa sentados en un muro del malecón, con el sol de media tarde sacándole destellos al río furioso que raudo pasaba rumbo a la selva. Ahí estuvimos, buscándole la lógica y el sentido a lo que nos pasaba, analizándonos, a ella, a mí, a los dos, en los momentos en que éramos dos.

No llegamos a ningún lado, seguimos en lo mismo, cada quien con su vida independiente y lejana de la otra, pero yendo a por lo nuestro cada vez que nos encontrábamos, siendo dos aunque hubieran terceros involucrados, aunque tuvieran que sufrir. Demasiado fuerte, demasiado frágil a la vez... Fuerte para no resistir los impulsos y frágil para no poder permanecer unidos. Una vez mas, nos separamos, una ves mas morimos un poco, sin saber.

Penoso saberse vivo cada mañana, estúpido saberse capaz de remontar cualquier camino, lejos del otro. Al tiempo, nuestras carreras se fueron desarrollando con cierto éxito; ella relatando noticias, mostrando sonriente su rostro pecoso de nariz fina enmarcado en una rojiza melena ensortijada, después; haciendo sus propios reportajes e informes especiales para un noticiero nocturno, lo que le fue valiendo para hacerse de un nombre y un lugar en su medio. Por mi parte, ya de vuelta en mis pagos, reinstalado en nuestra caótica capital, yo libraba mis propias batallas, sorteaba mis propios obstáculos y explosiones, en eso fue convirtiéndose mi vida profesional que de las comunicaciones derivó en los trajines y avatares de resolverle los líos judiciales a los demás.

Saber de ella en los últimos tiempos resultó en algo tan ocasional como raro; escasas comunicaciones directas, apenas algún “feliz cumpleaños” o “te llamé por que me siento mal”, no hubieron mas encuentros memorables, se casó, me casé, se fue a vivir de cara al Atlántico, y yo, me quedé donde puede verse al sol ocultarse en el Oeste, por el lado del mar.

Mi vida, mi rutina y mi guión... El cargoso timbre del teléfono me devolvió al presente cuando apresurado bajaba las escalinatas de Juzgados Civiles, olvidando por un momento la audiencia conciliatoria de la que acababa de salir. Iba abstraído, con la mente en otro tiempo y lugar, sacudiéndome el mal humor, tarareando casi para mí mismo las letras de la carta que llevaba en un bolsillo del uniforme el muerto soldado Adrián de la canción de los catalanes; se vió interrumpido en ese instante el mismo tarareo, como aquella -lejana- vez en la radio.

El recado me tomó por sorpresa, si bien ya estaba enterado que ella había vuelto a radicar en Lima, no sabía los pormenores de su regreso, -aún cuando trascendió que respondía a un serio problema que aquejaba su salud-. El mensaje, escueto y directo, obedecía a una llamada que realizó su hermana a casa de mis padres donde viví hasta antes de casarme: “Llamó fulana de tal, hermana de sutanita, dice que es urgente, llámala al siguiente número...”

Me quedé parado, haciéndome infinidad de preguntas sin atinar a nada. Al segundo una palmada en mi hombro derecho –mi socio dándome alcance-, apuraba mi camino al estacionamiento.

Llamada de por medio y en lo que me llevó llegar, me encontré en los prolijos pasillos de una clínica buscando el B-306, me vino a la mente una escena casi olvidada, fugaz, luminosa que me envolvió, con ella riendo a carcajadas, una tarde con sol tibio en el campo cerca de Kotosh, junto al río, jugando, dando vueltas asida de mi brazo, con su pelo suelto a contrasol y luego cayendo sobre mí, riendo, una tarde...

Entré en la habitación, besé a la madre –los años nos habían convertido en amigos-, aquel debía ser el marido, desconcertándome se apuró en estrecharme la mano y me abrazó, -jamás nos habíamos visto-, luego se retiraron todos en riguroso silencio dejándome solo en la inmensidad de aquel lugar que albergaba a una envejecida pero bella mujer en su cama frente a una gran ventana. Acercándome finalmente percibí una sonrisa en ese rostro inmóvil, me senté a su lado con suavidad, tomé su mano como quien toma algo sagrado y me estremecí cuando apretó la mía fuertemente. Sin palabras, en esa conmovedora intimidad solo besé sus nudillos y se enteró que la amé. Los siguientes días serían un paulatino decaimiento, hasta apagarse una mañana, cuando llovía.

Demasiado fuerte, demasiado frágil... quien lo iba a decir, pese a la distancia, pese al silencio, permanecimos cercanos, unidos al “no fue”, dueños de instantes de la vida del otro... Aquí estoy, como haciéndome eco de las letras de la canción, teniendo por compañía a la soledad que anduvo conmigo en cada visita que hice todas estas tardes, sintiendo el frío del mármol y el cemento en esta mi Lima mas gris y más húmeda que nunca, sintiendo que parte de mí yace junto a ésta mujer, estoy aquí, cuadrado, al pié del cañón, sin poder decir su nombre, ya no tiene sentido, es muy tarde y me tengo que ir.

“He visto las explosiones brillando a mi alrededor... llevo seis días aquí, muchos han muerto, casi todos morirán... Querida Recuerdos, me tengo que despedir. Siempre te quiere tu soldado Adrián...”
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(1998)

martes, 18 de marzo de 2008

ALBAR

(M2)

Amanece y no sé muy bien a cuanto estoy de despertar, impulsivamente me desdoblo, busco el silencio, los sonidos, los ruidos del descanso del resto del mundo, puedo estar a 8°22'57.52" de latitud sur, asomando la cabeza bajo una sábana empapada de mi propio sudor, insomne, mirando por una ventana alquilada como se moja e inunda una ciudad, gotas, goterones haciendo percusión eterna en calaminas y palmeras, relámpagos lejanos, truenos cada vez mas cerca.
Dondequiera que esté, mas lejos o mas cerca de casa. ¿Será que solo yo estoy despierto? Tu, yo y unos cuantos perros ahuyentando a alguien que merodea por las casitas de un cerro. Te frotas los brazos, sientes ese aire helado, ese viento suave de madrugada que se condensa en los vidrios y estremece las ramas del molle.
¿Cuanto falta para que amanezca?. Tren, trensito lejano y en fuga, ruido, ruidito de un colectivo que va llegando, pasa, acelera y cruza Rivadavia. Yo te espero “día”, te espero y te temo, estoy despierto y seguro, como cuando el mar hace el ruido y te arrulla en una playita lejana, con la luna de un norte que te regala noches de claridad en blanco y negro, en plata o azul.
¿De quien es la noche? ¿de quien es el mar? ¿de quien es esta vía? ¿servirá para llegar?. Estaré en mi ventana intentando escuchar y escucharte, buscando, buscandote en los grupos de adolescentes que vuelven a sus casas en pedo o en bomba y me quitan el sueño al pasar bajo mi balcón.
Te esperaré una madrugada de verano, estaré atento al ruido, atento al silencio, para descubrir tus pasos. Estaré descalzo, no podré dormir, lloverá, dormiré, calzaré unos sueños para poder andar. Hoy viniste a mi ventana pero no te pude ver, no sentí tus pasos ni tu modo de andar, se apagaron los ruidos, el viento, el tren, los perros y el mar. A punto estaba de tocarte, pero ha vuelto a amanecer.
(02:35 a.m. del 16/01/2004)

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...