viernes, 27 de marzo de 2009

REPARTIENDO LUZ

Debe de significar algo con toda seguridad, reflexiono y extiendo las manos juntas, como quien ensaya recibir en las manos un fuego sagrado, una llama que quieres que nunca se apague, o aquel fuego que se transmite de antorcha en antorcha. Una sola de aquellas es apenas una pequeña luz vista a la distancia, en cambio muchas luces juntas son más que un poderoso faro, son casi un radiante y orgulloso sol.
Por algún motivo un señor muy singular hizo suya la costumbre de preocuparse por los demás compartiendo su manera particular de aliviarles la vida, como si fuera toda una filosofía creo que estaba dispuesto a iluminarnos un poco con lo suyo, de forma tangible, pero también intuyo que era todo un mensaje subliminal.
Alguien compró un carro y ya estaba recibiendo una linterna para llevarla en la guantera; el otro que trabaja en el interior y vive en medio de un gran terreno casi baldío también requerirá una linterna para esos trayectos hacia o desde la entrada o una bombilla a pilas para la mesita de noche; o acaso también otro de los suyos necesitará otra linterna para sus caminatas nocturnas en el norte en una ciudad al lado de una playa.
Gran coincidencia, casi todos recibieron algún artilugio capaz de producir luz, mecanismos elementales de energía portátil hechos luz, para iluminar, para saber por donde vas, por donde caminas, arreglar algún imprevisto en medio de la nada, para encontrar las sandalias al pie de la cama, el camino al baño o la cocina o ir por un vaso de agua en plena penumbra.
Lo suyo también fue dejar siempre encendida la luz exterior de la casa hasta que llegara el último rezagado; ver esa luz encendida al llegar a casa una noche o una madrugada cualquiera es saber que alguien que nos quiere tanto espera por nosotros permanentemente, como si hubieran dejado para nosotros un faro para mostrarnos el camino seguro a casa, para no perderse nunca.
Energía eléctrica, incandescencia, luminosidad, luz; la luz siempre estará asociada al fuego, el fuego al calor, y ese particular calor a la tibieza del hogar; solo así puedo entender esa singular forma de dar afecto, de ir repartiendo el corazón a cada quien, de ir repartiendo luz, su luz.

miércoles, 18 de marzo de 2009

HUANUQUENSES EN SU TINTA

No se ha equivocado el autor de estas líneas, la mala referencia es adrede y solo como un ejercicio tentativo de las formas que adopta nuestro idioma según sea donde estemos; el gentilicio apropiado y aceptado amplia y tradicionalmente refiere a los nacidos y adoptados por dicha tierra como huanuqueños o huanuqueñas según el género, -la denominación de ser un “pata amarilla” es un capitulo aparte-.
Cuando estos coterráneos se juntan es habitual hacerlo alrededor de una buena, inigualable y casi insustituible pachamanca generosamente marinada en fragancioso chincho y especias o en general alrededor de una abundante mesa que podrá ser desde un franciscano pero reparador caldo verde o un sustancioso Locro de Gallina, que para los no entendidos cabe aclarar que no es un guiso ni lleva zapallo sino es un caldo poderoso que aparte del ave referida lleva papas en gajos y un sofrito de cebollas, pimientos y ajíes cortados a la pluma. Será mejor aun si este grupo comparte un vinculo familiar estrecho, sin remilgos ni roles indistintamente estarán por la cocina y el comedor padres, hermanos, hijos, suegras, nueras, yernos, sobrinos y demás.
Imagínense además la mezcla de idiosincrasias y costumbres si además esta familia de huanuqueños y huanuqueñas guarda como componente genético un factor sanmartinense, según sea el motivo de reunión la identificación regional será par; si bien se trata de regiones geográficas colindantes y complementarias como lo dice el mapa, sin embargo guardan algunas diferencias a veces irreconciliables y en circunstancias digamos “normales” si no fueran una sola familia entre ellos estarían vacilándose del “sipis” o el “yá vuelta” o calificándose como “serranos” y “charapas” respectivamente. La mezcla es explosiva y de pronóstico reservado, pero a veces como en el caso de mi familia el resultado depara sorpresas y mixturas sorprendentes, un equilibrio ideal, entre el recato tradicional y la historia de tierras yarowillcas y el desenfado, riqueza y espontaneidad de la selva.
Mi casa y sus componentes socializamos a través de la comida, mi madre expresa su cariño y hospitalidad compartiendo su mesa y sus manjares, si invita a un extraño a compartir su comida es que esta persona ya se ganó su confianza; si quiere agasajar a uno de sus hijos o nietos preguntará que es lo que quieres comer ese día y se esmerará en el regalo para los sentidos. Gordita ¿cuando preparas un pye de maracuyá o tus insuperables tamales envueltos en hojas de achira?.
En casa hemos aprendido el buen comer pero también el buen hacer o eso que se llama tener mano en la cocina, cada uno tiene sus especialidades y lo disfrutamos cuando se comparte la tarea de la preparación, ya sean cosas tradicionales de nuestras tierras o pongamos en la mesa platos lejanos, o simplemente los reinventemos, sobra decir que el disfrute es mejor desde los previos con chelitas o con vino de por medio.
Todo este preámbulo es para referirme a lo que para mi ha sido una de las reuniones familiares mas emotivas y felices que alcance a recordar, sucedió a fines del último octubre, poco antes que mi viejito pidiera chepa con la salud. Nos motivó que un día previo se inaugurara con éxito la muestra de pinturas “Proyecto Camalónidas” de mi sobrino artistazo que funge de nómada en busca de sus sueños en tierras lejanas; ese fue el pretexto para que mis padres y casi toda su prole nos reuniéramos en casa de uno de mis hermanos y aunque no hubo pachamanca ni juanes la mesa fue generosa como siempre y como nunca, alternamos y calentamos con actividades que incluyeron un campeonato relámpago de ping pong entre los que no teníamos tarea en la cocina, probamos cervezas de todo el mundo y terminamos haciendo Karaoke y cantando indistintamente “Flor de Azalea”, “Flaca”, “Puerto Montt”, o “La senda del tiempo”; antes, nos sentamos a la mesa generosa, de fondo calentaron motores Los Panchos y Bareto con sus versiones ska cumbiamberos de Juaneco y su Combo, un pequeño carnaval en suma.

Sentarse a la mesa y hacer los brindis fue la ocasión de renovar nuestros afectos y decirnos cuanto nos queremos y cuan orgullosos estamos de ser la familia que somos. Como pocas veces esos brindis dieron lugar a pequeños discursos y reflexiones de cada uno de los que estábamos ahí, fue divagar en esos afectos y dar gracias a la vida y sobre todo a Dios por permitirnos el gran privilegio de estar juntos, de tenernos a la mano para darse un abrazo, de tomarse el hombro y preguntar si todo esta bien, o pasarse la ensalada y agregarse en la copa mas tinto Cadozos de Zamora o rosé Tabernero de Ica.
Como no sentirse felices, como no hacer un recuento de cómo nuestro hogar fue mudando su ubicación geográfica pero que siempre ha mantenido ese calor irremplazable y que cada uno de nosotros intenta recrear ahí donde se encuentre. Como no sonreir viendo toda la herencia viva de que gozamos, al final aunque veamos platos vacíos y sin respeto por las reglas del idioma diremos que estamos bien comidos, bien brindados, bien queridos, satisfechos como no más.

lunes, 16 de marzo de 2009

SON SUEÑOS (*)


El médico no se anduvo con rodeos cuando tuvo que decirme como eran las cosas y como iban a evolucionar esas cosas. ¿Por qué carijos esto sucede cada vez que es mi turno?. Me había advertido esa mañana en que me quedé de largo tras mi guardia nocturna; pasó su revisión, vió, miró a su paciente, le preguntó un par de cosas de rutina y luego me hizo una seña para seguirlo al corredor.
El panorama es el siguiente –me dijo-, la reducción de la capacidad respiratoria responde a un enfisema pulmonar, de acuerdo a como responda el paciente usaremos oxigeno de bigote, mascarilla, mascarilla con reserva o entubaremos -muy directo, brutalmente directo y sin ninguna reserva-, además, he revisado el examen de sangre y hay presencia de blastos, eso nos indica una posible leucemia aguda, vamos a hacer un segundo examen, si el resultado es el mismo pediremos una muestra medular, una biopsia, esperaremos la opinión del neumólogo y ahí tendremos el diagnostico.
Ante mi curiosidad por saber cuales serían los posibles escenarios ante esos resultados, sin anestesia agregó: Como el segundo exámen de sangre prácticamente estaría confirmando nuestras sospechas, la biopsia nos indicaría el tipo de leucemia, y es que estaríamos ante dos posibles tipos de leucemia: la linfoblástica con la cual habría una expectativa de vida de unos cuatro o cinco años con tratamiento, y, la mieloblástica que es la mas agresiva con la cual la expectativa se reduce a un año como máximo. Escuchar todo eso fue como estar ante una visión apocalíptica del cuadro clínico, equivalente a decirme que estabamos bajando por un barranco sin frenos y que los exámenes nos iban a precisar a que velocidad lo hacíamos.
Tal cual lo dijo, en los siguientes días se hizo un segundo examen de sangre y luego un tercero ¿alguna duda? –me infundí fé-, ó ¿alguna certeza? –pisé tierra-, hasta que una tarde en que estaba solo entraron en la habitación un médico internista y una enfermera empujando un carrito en un protocolo distinto a lo habitual hasta entonces. Yo había estado conversando animadamente con mi paciente, internamente durante los últimos días había estado rogando que este exámen no se llegara a necesitar y es que ya habían sido varios días desde que conversé con el médico principal y el temor aumentaba pues el solo hecho que se hiciera la prueba ya sería como una confirmación del mal.
¿Estarás bien? . Si niñito estaré bien. Es lo que me dijo mi paciente tras consultar y recibir la negativa del galeno y la enfermera ante mi pregunta si podía quedarme. ¿Cuánto tiempo tomará realizar el examen o la toma de la muestra? 25 minutos -respondieron-. Tomé la mano de mi paciente y me repitió “estaré bien”. Salí de la habitación 1059 y tras de mi se cerró la puerta, intenté la mayor serenidad posible pero repasé y se repetía en mis oídos todo lo que me dijo el médico el sábado anterior como quien escucha una sentencia.
Me planté de pié como un soldado frente a la puerta cerrada, miré el reloj, marcaba las 4:05 p.m. me preparé, me calcé en las orejas los auriculares del celular y le pedí a Dios algo de misericordia que si era preciso me transfiriera todo el dolor que experimentaría mi paciente allá adentro. Pulsé el botón de reproducción de MP3, al poner play la elección aleatoria para empezar puso en mis oídos los acordes de un rasgueo de guitarra conocido
...RE-MI-Fa#m, RE-MI-LA, RE-MI-Fa#m, Sim-MI, RE-MI-Fa#m …
En ese momento sentí una punción encima de mi esternón seguida de la entrada de una cánula llegando hasta mi médula; algo me lanzó a un premonitorio futuro en que me encontraba muy triste tratando de asimilar una ausencia, por eso traté de imaginar en ese mismo instante que estabamos en una carretera devorando el asfalto sobre nuestras motos, con lentes oscuros, uno al lado del otro, yo en mi 150 cc. y él en su vieja Indian, con el viento golpeándonos el rostro a pleno sol.
La canción siguió sonando:
“Son sueños que son de verdad, me gustaría que fuera real
son sueños, quiero llegar hasta el final, y nada sirve si no estás
En silencio, te busco y sueño con poderte amar
Te sigo buscando tanto (…) por eso te tengo que inventar
Te sigo esperando tanto (…) por eso te tengo que encontrar
Son gestos que quiero mirar, me gustaría poderte tocar,
Son sueños, quiero que existas nada mas, sigo buscando ¿dónde estás?
En silencio te busco y sueño con poderte amar (…)
Te sigo buscando tanto, te sigo esperando tanto, por eso te tengo que inventar …”.

Finalizados los 25 minutos, luego de esa y varias canciones, con un gran dolor en el centro de mi pecho supe que las sentencias se cumplen y esta inexorablemente se cumpliría; enjugué mis lágrimas y me hice el valiente, me dije a mi mismo que era el hombre mas fuerte del planeta antes de volver a la habitación donde el más dócil y valiente de los pacientes con una palmadita en mi hombro me recibió y me dijo “Todo está bien niñito, todo está bien, no me dolió nada”.
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(*) "Son sueños" parte del album "A contracorriente" (El Canto del Loco)

lunes, 2 de marzo de 2009

UN BOSQUE Y UN CAMINO DE EUCALIPTOS

El camino de la vida se asemeja a una alameda o un camino rodeado de arboleda, se asemeja a un ir y a un volver, nos lleva a algún lado, cada camino lleva a alguna parte.
Mi núcleo familiar al igual que casi todos los demás tiene la existencia paralela de otros núcleos familiares, otras familias a las que podríamos catalogar de contemporáneas, en particular lo digo por que en mi caso siendo cuatro hermanos, hemos tenido a la mano primos hermanos muy cercanos, cada uno de nosotros con primos afines, con mucho en común, compartiendo la misma edad muchas veces o hasta las mismas aulas inclusive. Guardo en la memoria muchas anécdotas y momentos compartidos con todos mis primos tanto de la línea materna como paterna, sea que se tratara de fiestas familiares, viajes, el ir a conciertos o incluso algunas borracheras, evoco especialmente las experiencias compartidas con dos de mis primos de edad mas próxima: Marco y Augusto, con quienes me llevo una diferencia de seis meses con cada uno.
Siendo que los momentos compartidos son tantos, recuerdo en particular nuestras salidas cuando éramos apenas niños o púberes, cuando nos invadía el espíritu de exploradores incansables, como quien arma su propia mancha scout, mis primos ya se habían ido a radicar a Lima, pero retornaban a Huánuco cada verano, el grupo se expandía con mis sobrinos Hugo y Kike y a veces también se nos unían Beto y Mingo, unos antiguos vecinos de mis primos muy ligados a la familia. Lo nuestro era salir muy temprano en la mañana con la idea de regresar al mediodía o media tarde para el almuerzo.
Una ruta que recorrimos muchas veces es la que hacíamos a lo largo de las faldas y laderas del Cerro San Cristóbal, a lo largo de una acequia o canal de regadío que corría paralelo al camino que llevaba desde Llicua hasta La Esperanza, empezando exactamente detrás de una antigua garita de la policía enfrente del Puente Calicanto que previamente debíamos cruzar; ese era un camino muy particular que para nosotros significaba la experiencia de ser independientes, de salir a andar solo nosotros, recorríamos todo ese camino bucólico rodeado de altísimos eucaliptos cuyas hojas caídas hacían toda una alfombra que amortiguaba nuestros pasos, el agua limpia que corría a nuestro lado nos refrescaba cuando queríamos, si había hambre comíamos tunas o guayabas del camino, no necesitábamos mas, era otro lugar, era otro espacio, no era usual que una mancha de mocosos estuviera en ese plan, de vez en cuando nos cruzábamos con señores o señoras cargando pasto o alfalfa que se detenían para intercambiar saludos con nosotros o simplemente vernos pasar, debía ser toda una estampa ver a esos sudorosos pequeños caminantes muy cordiales y alegres, que afán el nuestro en verdad.
Era increíble, tan cerca del centro de la ciudad y estábamos en contacto total con la naturaleza, recorriendo ese camino de tierra que habíamos hecho nuestro de tanto andarlo, cada salida nos proponíamos llegar mas lejos, la idea era recorrer a pie ese camino hasta La Esperanza un poblado desde donde venía a mi casa en la tardes trayéndonos leche fresca la señora María una robusta mujer de coloridas polleras y blanquísimas mantas donde envolvía una gran garrafa de zinc o aluminio, llevaba el pelo trenzado envuelto en rueda y sujeto en su cabeza a manera de una corona, tenía una rosadez, unos ojos azules intensos como mucha gente de su localidad y una bondad tremenda.
No siempre lográbamos llegar a nuestro destino, pero cada vez hacíamos un recorrido mas largo y nos acercábamos más, después ya cansados pero muy satisfechos compartíamos todas nuestras pequeñas pero grandes hazañas en el almuerzo preparado por alguna de nuestras madres, o en casa de Mamá Vica nuestra abuela, todos juntos, como grandes invitados, cual cruzados que retornan de una batalla y son recibidos con honores.
Ya adulto, me apena comprobar empero que ese mismo camino que fue testigo de nuestros pasos infantiles y pre adolescentes no existe mas que en nuestra memoria, no existe mas el canal de agua limpia ni nuestro bosque de eucaliptos a lo largo del camino donde pensé que algún día transitaría también nuestra descendencia para tener nuestras mismas experiencias y comprobar que aun se puede conversar con la gente del camino sin recelos ni temores; ahora esta todo atestado de casitas mal concebidas e insalubres, donde se respira mucha miseria, desidia y polvo y solo se ven rostros adustos.
Sé que físicamente no podemos pretender que los lugares y caminos sean los mismos, aunque uno siempre quisiera que si hay cambios los cambios sean para bien y no todo lo contrario y no tengamos que ser solo testigos del deterioro sistemático del entorno y de sus habitantes. Por eso es que ese camino siempre será un referente en muchos aspectos.
Nuestros caminos suelen ser intensos y enriquecedores, vamos tras algún objetivo o destino, siempre queremos llegar mas lejos. Lo andado, lo que se deja atrás, lo que forma parte del recuerdo, se guarda a veces en algún rincón y se olvida, sin embargo tienen el valor y la importancia de haber ido formado nuestro carácter, de habernos dado experiencias de vida. Así hemos crecido y así seguiremos andando, buscando y recorriendo nuestros propios bosques y caminos de eucaliptos.

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...