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martes, 13 de enero de 2009

ALBAR II


Llueve copiosamente, no puede ser posible sentir esta temperatura tan baja en plena selva, casi trópico, aquí solo imaginarías humedad y sopor perpetuo, sin embargo la sensación térmica es de frío, me incorporo un poco, corro lo suficiente la cortina para comprobar con ojos chinos casi cerrados todo el diluvio afuera cayendo sobre la cisterna, los ladrillos apilados y las ráfagas de viento que baten las inmensas puertas metálicas del portón como si fueran simples laminitas y los goterones de lluvia que golpean contra la ventana e incluso sobre la motocicleta semi protegida bajo el alar que en estas circunstancias es un mero detalle de la construcción sin ninguna función utilitaria; siento los pies helados, la nariz, las orejas igual, cuando habitualmente para dormir no hace falta mas que una sábana y mucha veces ni siquiera eso, resulta gracioso ponerse a buscar un par de medias que ponerse en la oscuridad, rescatar y expandir el sleeping bag para que haga las veces de edredón o sábana nórdica. Bien, ahora si, esto si es cálido y reconfortante, una mirada autómata a la pantalla del celular que hace mucho reemplazó al reloj en la mesita de noche, quedan aun un par de valiosas horas de sueño antes de levantarse para ir a trabajar; duerme mundo, duerme y déjame dormir…, ahora si se escucha agradable el ruido de la lluvia cayendo interminable, como un rumor que arrulla, aunque arrecie el viento, aunque truene y relampaguee, ahora si puedo abrazarte de la cintura mientras beso tus hombros y tu espalda mientras duermes conmigo y no lo sabes y es la suavidad de tu piel que me acaricia y abriga. No habrá fuerza ni nadie que me aparte de este momento entre lo consciente y lo inconsciente, asomándome al segundo tiempo de mi sueño interrumpido, de la levedad, de la ausencia de lucidez a medio camino hacia un sueño profundo, solo el placer infinito de esta calidez, de esta tibieza que me engríe y arropa.
Ahí van mis sueños, entre almohadas y ruido de lluvia, con la mente en estado de hibernación, escalando la cordillera mas alta, viéndolo todo por encima de las nubes, con una gran sonrisa dibujada en la cara y el corazón dando saltos de alegría, con arneses de fe y de optimismo, confiando en mis manos, en mi instinto y en mis puntos de apoyo. Ahí voy, ahí estoy, ese será mi refugio y también mi bienestar, aunque al despertar tenga que escalar otras montañas, siempre podré volver a la mía cuando vuelva a soñar antes de cada amanecer.
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"... Y acurrucados el mundo es diferente
calor humano y hambre que compartir
y adormecidos y amontonados
de esta trinchera no quiero salir... "
"Cálida trinchera" (Celtas Cortos)

martes, 18 de marzo de 2008

ALBAR

(M2)

Amanece y no sé muy bien a cuanto estoy de despertar, impulsivamente me desdoblo, busco el silencio, los sonidos, los ruidos del descanso del resto del mundo, puedo estar a 8°22'57.52" de latitud sur, asomando la cabeza bajo una sábana empapada de mi propio sudor, insomne, mirando por una ventana alquilada como se moja e inunda una ciudad, gotas, goterones haciendo percusión eterna en calaminas y palmeras, relámpagos lejanos, truenos cada vez mas cerca.
Dondequiera que esté, mas lejos o mas cerca de casa. ¿Será que solo yo estoy despierto? Tu, yo y unos cuantos perros ahuyentando a alguien que merodea por las casitas de un cerro. Te frotas los brazos, sientes ese aire helado, ese viento suave de madrugada que se condensa en los vidrios y estremece las ramas del molle.
¿Cuanto falta para que amanezca?. Tren, trensito lejano y en fuga, ruido, ruidito de un colectivo que va llegando, pasa, acelera y cruza Rivadavia. Yo te espero “día”, te espero y te temo, estoy despierto y seguro, como cuando el mar hace el ruido y te arrulla en una playita lejana, con la luna de un norte que te regala noches de claridad en blanco y negro, en plata o azul.
¿De quien es la noche? ¿de quien es el mar? ¿de quien es esta vía? ¿servirá para llegar?. Estaré en mi ventana intentando escuchar y escucharte, buscando, buscandote en los grupos de adolescentes que vuelven a sus casas en pedo o en bomba y me quitan el sueño al pasar bajo mi balcón.
Te esperaré una madrugada de verano, estaré atento al ruido, atento al silencio, para descubrir tus pasos. Estaré descalzo, no podré dormir, lloverá, dormiré, calzaré unos sueños para poder andar. Hoy viniste a mi ventana pero no te pude ver, no sentí tus pasos ni tu modo de andar, se apagaron los ruidos, el viento, el tren, los perros y el mar. A punto estaba de tocarte, pero ha vuelto a amanecer.
(02:35 a.m. del 16/01/2004)

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...