La vida es a veces bastante extraña en la forma como te muestra caminos, o te da señales, o te abre puertas o ventanas en que descubres que tu horizonte es mucho más que una suma de obstáculos o de cielos grises.
También puede ser sarcástica con esos guiños que te hacen pensar en replantear tus pequeños o grandes dramas. Otras, son señales optimistas donde misma estampita bíblica el cielo pareciera abrirse para dejar pasar intensos rayos de luz luego de una tormenta feroz, eso pareciera.
Desde fines de noviembre y principios de diciembre pasados hasta muy entrado enero de este 2,014 he sido más perceptivo con estas -llamémosle- señales, que han ido entretejiéndose además, eventos que quizá sean imperceptibles y hasta intrascendentes, pero que concadenados para mí han significado mensajes de aliento, esperanzadoras formas de entender que las cosas van a estar mejor, y muchos de estos mensajes han llegado con música de fondo, cual inesperados flashmobs para traerme instantes de felicidad y renovada confianza y fe en la vida, el mundo y los seres que me rodean.
Un lunes por la tarde, saturado de una muy demandante jornada de trabajo, con el stress en sus niveles más altos, solo quería que fuera hora de salida, que sonara la campana cual colegio, y dejar todos mis expedientes y sus confrontaciones. En los días previos había leído en el periódico una reseña a una nueva película del realizador Richard Curtis, un neozelandés que vive en Londres hace más de 35 años, el mismo de títulos como “Cuatro Bodas y un funeral”, “Un lugar llamado Nothing Hill”, “Love actually” o “El diario de Bridget Jones”, la cinta prometía y yo esperaba encontrarla en cartelera, con la suerte de mi lado así fue, saqué mi entrada y así fui por mi película aquel día.
Lo que no esperaba era encontrar en aquella cinta tantos motivos para sonreir, tantos motivos para mirarme yo mismo en esa sucesión de imágenes y sonidos, en esa especie de espejo con forma de ecran, con tantas referencias, tanta identificación, tantos “¡¡dale Tin !!” o imperativos “¡disfruta tu existencia!” o “¡vuelve a sonreir!” … cuestión de tiempo, me dije, cuestión de tiempo brothersito.
“About time” (“Cuestión de tiempo”) narra la historia de Tim (Tim, Tin, mmm… ok, sigamos), al cumplir los 21 años, luego de una fiesta de año nuevo, su padre le revela un secreto, todos los varones de su familia poseen un don, pueden viajar en el tiempo, en sus propias vidas y solo al pasado, pero viajar en el tiempo al fin y al cabo, sin la parafernalia o la ciencia ficción de máquinas o artefactos alucinantes, con solo encerrarse en un lugar discreto, apretar los puños, cerrar los ojos y pensar en el momento exacto a donde uno quiera volver, si se quiere, cambiar algún evento, hacer las cosas “correctas” y cambiar con ello su propia historia.
Ya hasta ahí el planteamiento de la película te atrapaba, vaya, quien no quisiera –lo diré yo- volver en el tiempo, rehacer algunos pasos, hacer determinadas cosas, no equivocar otras, dar giros de timón a tiempo, otra historia sería.
Tim viaja a su pasado una y otra vez, no puede cambiar todas las cosas que quisiera, o en todo caso se da cuenta que alterar eventos del pasado tiene consecuencia en el presente, cambia algunas cosas que le suceden o sucedieron en su propia existencia, procurándose una vida mejor y conocer el amor de su vida, la hermosa Mary.
Tim es abogado (si, Tin también es abogado), caramba, la película ya parecía una tomadura de pelo, pero una tomadura de pelo que resultaba una fiesta a mi memoria, a la evocación familiar, al disfrute visual y auditivo, toda una exquisitez en sus detalles de realización, además de ser un interesante vistazo a la vida urbana londinense, que incluye una suerte de homenaje a nuestro compatriota el gran fotógrafo Mario Testino y a la super top model Kate Moss, una de sus musas, y es que Tim en uno de sus viajes al pasado trata de corregir un giro que provocó y no permitió que conociera a Mary en una cita a ciegas, pero recordaba la gran admiración que ella tenía por la modelo y sabiendo que había una exposición fotográfica de Testino, fue a buscarla ahí cada día hasta encontrarla y abordarla sorprendiéndola con esas “cosas en común” que era su ventaja de tanto buscarla.
La película incluye en su sountrack varias canciones que ya eran mías de tanto haberlas disfrutado desde mucho antes como el “Friday i’m in love” de The Cure, “Mr. Brightside” de The Killers o “Back to black” de Amy Winehouse, y temas e intérpretes que no conocía como “How long will i love you” interpretado por Jon Boden y que se ha convertido en un himno particular a mi optimismo reciente, esta canción marca uno de los mejores pasajes de la cinta, en la que el propio Boden hace de músico callejero en un pasillo del subterráneo de Londres donde cada día Tim y Mary se separan para dirigirse a andenes distintos a tomar sus respectivos trenes o donde se vuelven a encontrar al volver de sus trabajos, y en cada vez, tocando aquella misma canción con guitarras, violín y mandolina, y en que la escena se repite, y se repite, y se repite… “¿Cuánto tiempo te amaré?, todo el tiempo que las estrellas estén sobre ti, y más tiempo si se pudiera…”
Así transcurre la vida de Tim entre Londres y volviendo a la casa familiar a 335 km. al borde del mar en Cornwall, la misma casa donde Tim y Mary se casan en una día de lluvia tempestuosa y mil inconvenientes, la misma casa donde en una de las escenas finales ante la inminente enfermedad que llevaría a la muerte a su padre, junto con él viajan al pasado por última vez al tiempo en que siendo niño bajaban juntos a la orilla para arrojar piedritas redondas y hacerlas saltar como rebotando en la superficie del mar.
Lagrimón seguro, también yo hubiera hecho uno de esos saltos en el tiempo con mi viejo, seguramente hubiéramos vuelto a Cutervo para recorrerla nuevamente mientras me enseñaba a montar a caballo o hubiésemos tenido una de nuestras larguísimas y enriquecedoras charlas.
Al terminar de ver la película se habían desencadenado en mí sensaciones que me proporcionarían mucha energía, mucho combustible afectivo, añoré a mis padres, añoré Huánuco y añoré Lima, el presente de mamá como cabeza de nuestra familia grande, cumpliendo años el mismo día de navidad. Pensé más en lo que tengo, pensé menos en lo que no tengo, me dije a mi mismo que mis problemas son remontables, que no me derrumbaré, que mientras sea capaz de reconocerme en mis raíces, de ver con optimismo mi propio horizonte nada podrá hacerme sentir menos ni triste.
Insuflado de todo aquello, ya en la calle, hice una llamada y recomendé la película, luego me puse en las orejas los auriculares del celular y puse play a una de mis canciones favoritas de Morrisey “You have never been in love until / you've seen the stars reflect in the reservoirs / (...) We are the pretty, petty thieves / And you're standing on our streets /Where Hector was the first of the gang with a gun in his hand…”, por muy deprimentes que sean las letras de Morrisey, siempre dan para la reflexión y los paralelismos (“… somos los bonitos, bonitos ladrones. Y tú estás parado en nuestras calles donde Héctor fue el primero de la pandilla en tener un arma en sus manos. Y el primero de la pandilla en morir… ”)
Me propuse caminar un poco antes de ir a cenar y descansar; el efecto “About time”-movie y las canciones del ex Smiths hicieron lo suyo, mezcla de adictiva melancolía y extraña felicidad. Así anduve por varias cuadras de los jirones Raymondi y Tarapacá pensando en ir a por mi cena, y debo haber estado con una cara y sonrisa muy singular y concentrado con la música, tanto que apenas me di cuenta, cuando algunos amigos secuencialmente conforme avanzaba me iban saludando con algo de expectación al cruzarse conmigo o darme encuentro, en verdad, con que extraña felicidad andaría…
Así transcurrió diciembre y dejando mi autoexilio laboral ucayalino remonté más de 800 km en un vuelo de 55 minutos en busca de la casa familiar en Lima, a poner mi cuota de entusiasmo y de navidad en ese predio que me niego a que caiga en la tristeza perenne y con la esperanza –a veces utópica- que siga siendo el centro de nuestros afectos filiales mientras nuestra matriarca siga en pié, aun cuando soy consciente que cada rama de este árbol quiere ser tronco, aun así quise que nuestro frágil hogar siga siendo nuestro hogar, el de la madre, el de la abuela presente, nuestra y amada, pese a cualquier circunstancia y frase que diga, y que todo lo lindo que queramos compartir con ella debemos hacerlo en vida, que mañana más tarde ya no tendrá sentido decir lo importante que era, que es el ahora con ella y por ella que los gestos valdrán la pena. Así, la casa se llenó de luces, de festivos peluches y toda suerte de adornos que nos hicieran sentir niños nuevamente, nos engreímos con las comidas que nos gustan, quisimos que ese espíritu nos envolviera y también trasladamos el hogar a la casa de mi sobrina Any donde tuvimos una muy especial noche buena compartida en que comimos y reímos y celebramos los 83 diciembres de mamá y continuamos la celebración el 25 en Los Tulipanes con sus nietos y bisnietos.
Esos días de navidad y año nuevo me regalaron el reencuentro con amigos y familia querida que me dieron su afecto algunos aun sin estar presentes. Mis sobrinos crecen, mis hermanos, mis primos y primas, mis amigos y amigas aun me tienen aun en sus corazones y lo confirmé con sus abrazos, con sus palabras y sus gestos, con las comidas compartidas, con los enrrollados, con los ceviches, con el dulce de leche, con Knoppers, con Mantecol, con jamón ibérico, café y demás.
Aunque no todo fue alegría esos días, la misma mañana de navidad en casa de los Bojorquez, Maorí, uno de los primeros cachorros de la línea de nuestros shih tzús, partía hacia un cielo perruno luego de renegar y alegrar la casa de mis queridos amigos por más de diez años.
Si dije que a veces uno experimenta situaciones cual si tuvieran relación unas con otras, debo decir que la siguiente fue una de ellas, esos días me di como regalo el gusto de visitar “Somos libres”, la singular muestra de arte en la Asociación MATE en Barranco, en una casona republicana magníficamente acondicionada y puesta en valor, es el lugar que alberga la obra de Mario Testino, el fotógrafo de moda y celebridades quizá más renombrado del planeta. El día que fui con Mario resultó ser el día y la hora indicadas para hacerlo, cuando al final del recorrido y con las facilidades del propio staff hubo la oportunidad de conocer y departir un momento con el consagrado artista visual quien solo está en el Perú en contadas ocasiones y con la agenda cubierta, sin embargo esa tarde fue la oportunidad de conocer a un tipo cordial que solícito accedió a las fotos y a la conversación que se dió aceptando con la mayor sencillez las felicitaciones de rigor. Ok, probablemente esto tenga algo que ver con “About time” me dije, aunque no necesariamente, pero igual Madonna, Robin Williams, Kate Moss y demás me mostraron el pulgar en alto desde sus geniales y luminosas fotografías en tamaño pared a pared aprobando lo acontecido, y que bacán y que tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz… y etc y etc…
Con esto concluyo que he vuelto a involucrarme en las cosas que siempre han sido parte de mí, estoy nuevamente en circulación, estudiando más, leyendo más, he vuelto a cantar con la complicidad del team k´rdenas, haciendo nuestras las canciones de los uruguayos Notevagustar, y lo mejor de todo, estoy volviendo a escribir; con eso aseguro que la música siga sonando, como seguirá sonando acompañando -espero- mejores días, que para eso estoy trabajando tanto y reivindicándome tanto, y, como dice Boden en su canción afirmando la perpetuidad de los afectos “¿Cuánto tiempo estaré contigo?. Mientras el mar esté obligado a bañar la arena”, así, soy consciente que aunque no puedo viajar en el tiempo como Tim, se que siempre podré volver a mis raíces, a la incondicional familia y a los verdaderos amigos, a alimentarme de toda esa energía de los afectos para un mejor presente y lo que venga, que si ¿las plenitudes serán más abundantes y generosas conmigo?, eso en verdad es solo cuestión de tiempo -dice el tiempo-.