

Una vez mas no podremos coincidir en Lima, una vez mas no podré acompañarte ni ser partícipe de esa gran reunión de familiares y amigos que son tus conciertos, no podré escucharte decir en directo “gracias por estar aquí, espero que disfruten de este espectáculo de luz y de sonido” y que tratarás que nos sintamos menos solos y tratarás también de demostrar que estamos vivos y que no todo está escrito.
Han pasado algunos años y otras tantas canciones desde la primera vez que te escuché luego de andar curioseando el anaquel de CD’s de Marcia en su antigua casa de Floresta –música caleta me dije-, era el año 2001 y repasando los títulos de tus primeros discos “Atrapados en azul” y “La memoria de los peces” intuí a un trovador renovando la herencia de Silvio y de Serrat, escuchar “Papá cuéntame otra vez” fue una vorágine de reacciones, atención a la letra y después lo inevitable, como no sentirse un Daniel Cohn – Bendit o Dani “el rojo” dirigiendo a sus colegas de La Sorbona y desafiando gendarmes en aquel Mayo francés en los días de vino y rosas y la reflexión y conclusiones de una nueva generación que pregunta a sus padres para que sirvieron todos esos mayos del ’68 de la historia si siguen los mismos muertos podridos de crueldad y las mismas absurdas guerras. Así, me descubrí soltando un lagrimón al final de la canción; emotivo fue también declarar a viva voz “Amo tanto la vida” o casi deprimirme oyendo “Vértigo” ó “Un muerto encierras” pensando en antiguos amores.
Alternando sensaciones, como no sonreír cómplice con las historias de “Caperucita” o “La extraña pareja” y al pasar al otro disco con “Últimamente” fue como escuchar un diagnóstico de uno mismo y “Canción de amor propio” fue descojonarse de risa identificando mis propias manías. Así fué que mi convalecencia de un accidente en ese entonces en plena primavera porteña tuvo no solo música sino letras inteligentes; de ahí en más fue seguirte el rastro y procurar tus discos a través de los amigos y familiares viajantes por que aquí en tierras incas solo te escuchábamos quienes hubiéramos tenido alguna aproximación casi casual como la mía.
Debo darte las gracias mi estimado Ismael por cada nuevo esfuerzo por hacerte escuchar, algo que a estas alturas felizmente es una experiencia compartida por mucha más gente que ha hecho suyas tus canciones. No hay persona con quien haya compartido mis CD’s que no haya terminado apreciándote y siguiéndote. ¿Ya ves? has hecho muchos amigos Ismael, así cantamos para recordar que aun seguimos vivos (“Ya ves” Los paraísos desiertos - 2000).
En unos días mas cantarás para nosotros en el Auditorio del Colegio Santa Úrsula, me enteré muy tarde de tu llegada cuando ya había pactado mi ida y vuelta, hubiera querido escucharte decir las cosas que uno también dice como cuando se está frente a un espejo “Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano… Ahora que duelen las resacas y cortan como una navaja. Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña, que pido auxilio, besos y comida por teléfono, que fumo flores y lloro a veces mientras duermo. Ahora que tiemblo como un niño abandonado. Ahora que viejos amigos nos han traicionado” (“Ahora” La traición de Wendy - 2002); hubiera querido que me cuentes más sobre los sueños del futuro de tu nueva “Casandra” o sobre el contenido de la sonda Voyager llegando a los confines del universo hasta Alfa-Centauro, o las historias de sala de cine en “Sesión continua”.
Eran muchas las cosas sobre las que teníamos que hablar y cantar, sin embargo, mientras yo esté dejando Lima en la madrugada del lunes volando sobre los Andes para retornar a mi selva laboral, tu recién estarás llegando para conversar tal vez con Mabela Martínez o dar alguna entrevista antes del recital del miércoles 22 por la noche; a esas horas no me quedará entonces otra cosa que poner a girar los CD’s como quien revisa antiguas o recientes cartas de un amigo entrañable.
Será para otra oportunidad Ismael, la próxima vez ¡avisa con tiempo pues hermano!
Debo darte las gracias mi estimado Ismael por cada nuevo esfuerzo por hacerte escuchar, algo que a estas alturas felizmente es una experiencia compartida por mucha más gente que ha hecho suyas tus canciones. No hay persona con quien haya compartido mis CD’s que no haya terminado apreciándote y siguiéndote. ¿Ya ves? has hecho muchos amigos Ismael, así cantamos para recordar que aun seguimos vivos (“Ya ves” Los paraísos desiertos - 2000).
En unos días mas cantarás para nosotros en el Auditorio del Colegio Santa Úrsula, me enteré muy tarde de tu llegada cuando ya había pactado mi ida y vuelta, hubiera querido escucharte decir las cosas que uno también dice como cuando se está frente a un espejo “Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano… Ahora que duelen las resacas y cortan como una navaja. Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña, que pido auxilio, besos y comida por teléfono, que fumo flores y lloro a veces mientras duermo. Ahora que tiemblo como un niño abandonado. Ahora que viejos amigos nos han traicionado” (“Ahora” La traición de Wendy - 2002); hubiera querido que me cuentes más sobre los sueños del futuro de tu nueva “Casandra” o sobre el contenido de la sonda Voyager llegando a los confines del universo hasta Alfa-Centauro, o las historias de sala de cine en “Sesión continua”.
Eran muchas las cosas sobre las que teníamos que hablar y cantar, sin embargo, mientras yo esté dejando Lima en la madrugada del lunes volando sobre los Andes para retornar a mi selva laboral, tu recién estarás llegando para conversar tal vez con Mabela Martínez o dar alguna entrevista antes del recital del miércoles 22 por la noche; a esas horas no me quedará entonces otra cosa que poner a girar los CD’s como quien revisa antiguas o recientes cartas de un amigo entrañable.
Será para otra oportunidad Ismael, la próxima vez ¡avisa con tiempo pues hermano!
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Lo siguiente es lo que publicó Ismael Serrano en su blog respecto a su paso por Lima: (*)
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El cielo opaco de Lima despliega su manto de garúa sobre los recién llegados. La fortuna de cada viaje viene acompañada siempre por un rayo de nostalgia que atraviesa mis párpados cada vez que los cierro. Imagino como será todo lejos. En casa. Y veo a un niño riendo a carcajadas sobre una cama. Y el mundo extraño e impaciente esperando su mirada. Cuando yo regrese ese niño será otro pero ya me sé de memoria su olor y gesto inquieto.En el salvapantallas de mis sueños aparece toda la gente a la que quiero. Y la melodía tarareada de las canciones que aún no he escrito toca mi piel como esta garúa indecisa, sin traspasar la ropa que me cubre pero avisando de que otras lluvias encharcarán mi habitación.Ahora viene a mi mente el olor del campo en otoño. Los berrocales a lo lejos abrigados de encinas y el olor de las chimeneas recién encendidas. El rumor del bar de la aldea, entorno a las mesas, y, de fondo, el telefilme de la siesta. Envido. Quiero un envite.Y en este día, color de ropa antigua, que diría el poeta peruano César Vallejo que puso la piedra blanca sobre la piedra negra, lejos de París y sin que alumbren el día aguaceros, muero un poco. Hay fracasos que nos muestran la medida de nuestra sombra, recortándose en el camino que dibujamos al salir de casa. En busca de un tesoro, o simplemente de tabaco. Fumo un cigarrillo, ese de más, y vengo de responder a preguntas con poca convicción y pido disculpas por la osadía con que arrojo contra el micrófono palabras y deseos. Llega el concierto y, como una flor que se abre, la música tiende sus estambres a un público que generoso canta y comparte el sueño que se posó en la ciudad portuaria que en estos días es mi vida. Durante el recital, al cerrar los párpados siguen atravesándome los recuerdos de mi gente como una saeta invisible y dolorosa. Pero ahora la nostalgia es alumbrada por los planes de futuro, la certeza de que en nuestras manos está abrir la cancela tras la que adivinamos la luz de otros amaneceres. El diálogo durante el concierto es un bálsamo porque saberse acompañado nos hace más fuertes en los momentos de adversidad. Agradezco infinitamente la noche compartida en Lima y nos despedimos sin hacer promesas vanas. Porque sé que volveremos. Afuera la garúa insiste en llenarnos de melancolía. Pero esta noche recibimos nuestra dosis de analgesia a través de las canciones y la charla, que extendemos hasta la sobremesa, hasta tarde mientras en Madrid amanece.Allá, al otro lado del océano, estarán bebiendo a sorbos la mañana junto con el café y el primer cigarrillo. Una alfombra de hojas secas se habrá extendido camino de la oficina. Y los plátanos desnudos de la calle enseñarán soberbios sus nudos como unas manos viejas abriéndose al cielo. Lima duerme y fumo otro cigarro, ese de más, mientras la garúa trata de meterse bajo mi ropa. Buenos amigos me acompañan. Los mejores. Y entre calada y calada se cuela la risa, haciéndose hueco entre el repaso de lo vivido. Nos despedimos y nos citamos temprano para viajar a Paraguay al día siguiente. Temprano. Demasiado. Sabrán soportar mi malhumor matinal como tantas veces.La garúa sigue cayendo sobre Lima mientras, feliz por el concierto, me acuerdo de todos. ..."