lunes, 21 de diciembre de 2009

Recuerdos de Navidad y de quienes hacen su magia (reflexiones de la pugna entre el Grinch y el Papá Noel que llevo en el interior)

En estos tiempos hay muchas costumbres y tradiciones de estas pascuas que casi todos damos por sentado: el árbol, el pavo, el panetón, el chocolate caliente, los cohetones, el Belén o pesebre (no es casualidad que ponga el pesebre en este orden, ya me entenderán), y el consumismo in tremens que hace que tengamos la “necesidad” imperiosa de regalar a diestra y siniestra; quienes hayan nacido en éstas últimas 2 o 3 décadas asumirán que las navidades han sido siempre así, lo cual no es tan exacto, al menos no por estos lares.
Las últimas dos décadas han sido de cambios muy acelerados en todos los aspectos de nuestras sociedades, cambios en la tecnología, política, información globalizada, etc, a lo que hay que agregar una economía nacional emergente y una elevación de la capacidad adquisitiva, todo ello explica cuando menos en parte, los cambios, la mutación o evolución –si se quiere- de nuestras costumbres, como las muchas cosas que hacemos y consumimos alrededor de la navidad.
Como a muchos, las navidades que mas me marcaron son aquellas las de la niñez, pese a no ser tiempos de bonanza, en casa el espíritu navideño se manifestaba de diversas formas y siempre despertaba nuestra expectativa e ilusiones, además del hecho que la navidad es como el colofón de un año escolar y que marca el inicio de nuestras vacaciones del “verano oficial”, lo cual ya es todo un regalo para los niños acá.
En mi casa la cercanía de la navidad lo marcaba la anticipación de al menos un par de semanas con que llegaban las encomiendas de mi Mamá Rosa –mi abuela materna-, que muy previsora ella desde Bellavista en San Martín nos mandaba a su emisario cada diciembre, un pavo criollo de corral en pié que hacía todo un viaje hasta llegar a Huánuco correctamente acondicionado, y al que debíamos terminar de criar por breve tiempo y engordar hasta el día que le tocaría convertirse en cena, ojo que todo eso fue hace apenas unos veintitantos años cuando no había la masificación del consumo del pavo de granja congelado y casi listo para hornear, y para todos los gustos y bolsillos. Así que concluyendo el tema del Sr. Pavo, su consumo no era masivo, y tenerlo en la mesa no respondía al llamado de la buena familia San Fernando, su periplo era otro.
Pero el emplumado no llegaba solo, en equipaje aparte mis abuelos nos mandaban todos los delicatessen posibles a los que siempre han estado acostumbradas las familias de la selva –o de la montaña como se suele decir-: quesos holandeses y suizos, sardinas portuguesas, mantequilla Pluma Roja, galletas y embutidos daneses, aparte de las delicias de propia factura de mi Mamá Osa o las mandadas a hacer por ella especialmente: cecinas, chorizos, bizcochuelos, ñutos, rosquitas, bocaditos de maíz, que en la noche buena alternarían con empanadas de pollo huanuqueñas de la Panadería Pinocchio hechas de suave masa de pan y espolvoreadas con azúcar en grano.
La parafernalia de la navidad también ha sufrido transformaciones, mientras para algunos el arbolito con luces es el tema y símbolo principal, aquí quiero rescatar el punto central de la simbología navideña de mi casa ya desde entonces. No me considero un tipo religioso ni practicante riguroso de tales preceptos, pero siempre he estado convencido que la navidad es el cumpleaños de Cristo, la celebración del nacimiento del niño Dios, y de mi mamá por supuesto pues ese es el otro gran acontecimiento familiar de nuestro 25 de Diciembre. Dicho esto, para nosotros el tema central o la representación principal lo constituía el Belén o nacimiento y cuando éramos niños o adolescentes nos esmerábamos en la puesta en escena rodeando el pesebre de todo un paisaje en miniatura hecho de cartón y papel kraft pintado, con grutas, cascadas, bosques y valles y casitas en los cerros, colocando luces en lugares estratégicos de modo que ver todo eso con la sala a oscuras era todo un espectáculo en el que tratábamos de emular nacimientos espectaculares mucho mas grandes como aquellos tradicionales de Huánuco, el de Chacón en casa de esa familia que le pone apellido a una de las cofradías de negritos mas arraigadas y típicas; o el de la Familia Tello, todo un derroche de buen gusto en el Jr. Dámaso Beraún donde podías ver todo el ciclo del día y la noche con efectos de sonido y todo; algo solo superado por otro nacimiento que conocíamos, elaboradísimo, que siempre nos dejaba boquiabiertos en la Clínica San Juan de Dios en Lima que visitábamos aprovechando de ir a colaborar con su ginkana o tómbola que armaban para recaudar fondos por esas fechas.
Hay sin embargo una navidad y uno de esos nacimientos que hicimos en casa que recuerdo de forma especial, fue uno de esos años en la antigua casa de General Prado, habíamos armado la representación sobre el tremendo escritorio que teníamos en el salón comedor, el paisaje montañoso que creamos, medido desde el piso tendría unos dos metros de alto y rebozaba en detalles, con las mismas figuras del misterio que aún conservamos, con brotes de trigo y cebada cual si fueran bosques o pastizales, y con musgo, bromelias y barbasco tan típicos de los nacimientos huanuqueños.
Esa vez como en todos esos años teníamos claro que los regalos –si los habían-, eran una cortesía del niño Jesusito, o que si llegaban después era cosa de los Reyes Magos y no asunto de un advenedizo llamado Papá Noel, ese era un tema de otras latitudes; el arreglo navideño de la casa lo completaba un arbolito de ramas plateadas que nos acompañó por muchos años austeros, cargado de clásicas bolas y campanas de frágil vidrio soplado, remanentes de mejores años.
Los regalos no se abrían como hoy en día cuando dan las 12 de la noche y las casas son un solo de critters haciendo funcionar y estrenado sus juguetes todos al mismo tiempo; se estilaba cenar temprano, cerca de la medianoche salíamos a la puerta de la casa a ver pasar los grupos de pastorcillos cantando villancicos o a las primeras cofradías de negritos de la temporada o familias enteras acompañadas de bandas de músicos yendo o viniendo de las misas de gallo cargando imágenes de niños Jesús unos mas bonitos que otros, y de ahí a dormir sin chistar.
Siendo así, el asunto de los regalos era algo que resolver al amanecer del 25, mis dos sobrinos Hugo y Kike -con quienes somos contemporáneos y son como mis hermanos menores-, y yo nos levantamos muy temprano esa mañana de navidad, antes que ningún adulto, en pijama nos dirigimos a la sala atravesando el gran patio medio mojado por la habitual lluvia de madrugada. Sin siquiera abrir la puerta avistamos por una rendija a nuestra altura lo que nos esperaba tras ella; nuestra silenciosa indagación se convirtió en una algarabía y en un alboroto extraordinario, la rendija dejaba ver un amplio panorama del salón, y ahí, al pie de nuestro hermoso nacimiento y en medio de unas cajas, el mas hermoso y alucinante de los regalos, una reluciente bicicleta Mister con detalles en rojo y blanco y muchas partes cromadas; casi nos bajamos la puerta ese día emocionados en nuestro afán por entrar todos a la vez a por la bici, que pese a tener un destinatario en particular fue como un regalo para los tres que disfrutamos por igual por muchísimo tiempo.
Aún cuando supe que esa bici fue un regalo de una Mamá Noela o niña jesusa eterna –mi tía Choly, madrina mía y hermana de mamá-, pese a ello no dejo de maravillarme con ese suceso y es que nunca supimos como hizo mi gente (mamá, papá, hermanos y mi nana Elvirín), no sé como lograron la magia para que esos niños curiosos de entonces no nos diéramos cuenta hasta esa madrugada de toda la operación navideña que se armó esa vez.
Con ese ejemplo comprendo la importancia de crear magia para los niños en estas fechas, lo sé y recuerdo el afán de mi hermana Rosy por involucrarnos en los preparativos de subsecuentes navidades, sea fabricando adornos con nosotros o enseñándonos a envolver los regalos; comprendo el afán de mis otros hermanos Koko y Carlos y mi cuñada Paty por no dejar que se apague ese espíritu y me alegra que mi sobrina Any haya heredado todo ese fervor que la impulsa a poner de cabeza la casa de sus abuelos cada año para llenarla de los íconos antiguos y nuevos que tanto nos gustan y que este año junto a la carismática Vanessa –mi otra sobrina-, ya hicieron lo suyo preparando la casa para un nuevo encuentro familiar, otra ocasión para sentirnos niños o Reyes Magos de nuevo, para disfrutar de un juguete o algún detalle o sonreir con la mayor satisfacción del mundo viendo la cara de felicidad de quien lo recibe.
Así se hace esa magia, así, es como en cada hogar hay quienes hacen posible que eso suceda, así es como mi alter ego Grinch termina apagándose y cerrando la boca..
¡Feliz Navidad querida familia! ¡Feliz Navidad queridos amigos!

miércoles, 16 de diciembre de 2009

BALANCE (…y que venga ese 2010!!)

En los últimos meses y en casi todo este año –errático la mas de las veces-, casi-casi he tenido que amarrarme las manos en muchas oportunidades para no escribir, para no tener que inundar este espacio particular con mi tristeza y melancolía, para no dejar fluir palabras cargadas de lo que me ha embargado y seguramente seguirá embargándome un buen tiempo; para no dar cuenta que mis panoramas inmediatos, lo público, lo privado, lo personal, lo laboral, lo familiar, lo social, todo lo he estado viendo con filtros monocromáticos, o en sepia, como quien añade tiempo y nostalgia o añeja adrede cada nueva instantánea, cada nuevo retrato, como si el solo registro de cada instante que se está viviendo ya formara parte de un pasado, archivándolo todo sin disfrutar, o como si instintivamente yo tomara maníaca consciencia que nada me será eterno, ni los momentos, ni las satisfacciones, ni los seres que me rodean.

A veces no es bueno ser tan analítico ni consciente ni conciensudo, se corre el riesgo de ser muy duro, cruel y despiadado con uno mismo, se termina siendo crítico a ultranza y uno no se otorga siquiera el beneficio de la duda ni da por descontado que siempre se actuó de buena fe, en resumen nuevamente todo se ve en monocromático gris.
El año que acaba no comenzó precisamente un primer día de enero y seguro tampoco culminará un 31 de diciembre, otras datas y sucesos han marcado un antes y un después como construyendo calendarios paralelos: 20 de Diciembre y 18 de Febrero son dos ejemplos de ello; por estos días alcanzan su primer ciclo como memoria de tiempo que orbitará la vida de dos de los varios clanes que conforman mi familia grande.
¿Qué hacer? ¿Cómo rescatar aquellas instantáneas entrañables en blanco y negro a las que tanto nos aferramos y convertirlas en presente palpable?, No hay forma, no hay vuelta atrás, solo sé que hay que hay que seguir andando, que hay que crear nuevos recuerdos, vivir el presente como lo que es, una fotografía a todo color, dinámica y viva, con la máxima resolución y definición posible, así caigo en la cuenta que la vida que vivimos, el año que vivimos y cada nuevo año que venga estarán cargados de matices y dependerá de nosotros como se vean y como se encaren, por mi parte renovaré mis retos y desafíos y le pondré el mejor enmarque a nuevos amaneceres, nuevos “albares”, a mis nuevas instantáneas de logros y satisfacciones, y es que de gris ya he tenido bastante.

lunes, 14 de septiembre de 2009

CANSADO (o como resumir en una palabra un urgente e insurgente ¡Necesito vacaciones!)

Me palpita el párpado izquierdo, la sensación trémula e intermitente impide que acciones tan simples y corrientes como lograr concentrarme en un escrito se convierta en una tarea titánica y agotadora, enfocar, comprender, analizar, ufaaa !!; aparecen incipientes náuseas y el vértigo como invitados oportunistas a un festín de decadencia de mi lucidez, tesón y fuerza.
Cual veterano de guerra solo quiero reposo, quiero yacer plácido y amodorrado sobre blancas y almidonadas sábanas de algodón hundiendo mi rostro con el mentón a un lado en una almohada suave y mullida, o disfrutar sin pausa la eternidad placentera del décimo de segundo que me tome caer estrepitosamente con mis 91 kilos en el agua calma de una piscina azul, sin bulla, sin jaleo y sin vulgares disturbios, a pleno sol.
Sumergirme, redimirme, silenciar toda distracción del mundo infame, buceando con vigor a grandes brazadas para luego emerger soltando un bramido de combate al alcanzar mi otra orilla, luego, descansar tumbado al sol absorbiendo su energía, reclamando mi energía.
Quiero disiparme, quiero descansar, hacer una breve pausa en la constancia, quiero instaurar paz y sosiego en mi, recuperar la capacidad de mandar por un tubo a quien me afrente o me rebata, capacidad de neutralizar lo que sea que se interponga entre yo y mi mismo y que a veces se empeña en tenerme lejos de mis nortes, atado y cautivo de mis propios miedos y falencias.

Quiero disiparme, quiero llegar ya a la meta de mi propia marathon; cansado estoy de construir y construirme tanto… cansado estoy.

miércoles, 19 de agosto de 2009

A PROPÓSITO DEL 15 DE AGOSTO

Es domingo 16 de agosto con sol intenso, muy temprano a eso de las 8 y tantos de la mañana yendo en mi LIFAN negra Intruder 150 cc. rumbo a mi juguería de costumbre del centro de Pucallpa donde espero dar cuenta de una jarra entera de jugo especial de frutas surtidas con leche y algarrobina y dos sandwichazos de omellette con hotdogs, nada menos.
Con lo que no contaba es que recibiría un regalo inesperado, a propósito que sea o haya pasado el 15 de Agosto, el aniversario de una de mis tierras queridas, y es que soy huanuqueño, me siento huanuqueño por herencia y vida entera aunque mi partida de nacimiento diga lo contrario. Al llegar a la juguería me sorprendió una banda de músicos en el exterior, de pronto todo me supo a Huánuco.
Como no querer esa tierra con tanta historia, con tantas cosas y lugares queridos, mas aun al haber sido escenario de tanto de mi propia historia, lugar de mi barrio querido de la niñez y adolescencia en la cuadra ocho del Jirón General Prado a un pasito de la Plaza de Armas con antiguas y fascinantes casas y negocios, una cuadra con gente de todas partes, como una versión adelantada de los contemporáneos strip centers, con su Café Ortiz en la esquina, en el extremo que da a la plaza, luego la Heladería “My Friend”, al frente la peluquería de don Pepe Shirakawa, la Bodega y Bar de los esposos Araujo, el Hotel y Pollería “La Cabaña”, la distribuidora de llantas B.F. Goodrich de don Ugo Buzzi, la Panadería Noda y su hasta hoy inigualable pan francés, la Sastrería Salazar, el Hotel “Astoria” (habían dos, el otro, el principal estaba en la cuadra nueve del mismo jirón), ahí estaban ese hotel y el antiguo local del Colegio Illatúpac que después se convirtieron en la Cámara de Comercio y una distribuidora de autos; colindante con mi casa estaba la Imprenta “Febo” en cuya casa anexa llegó a vivir un buen día la niña mas hermosa del universo que parecía salida de un dibujo de Sarah Key y con quien nos dimos el primer beso en la boca de nuestras vidas a sus 6 y mis 8 años respectivamente; y para cerrar la cuadra, el taller de electrónica “Marconi” y ya en la esquina con el Jirón Hermilio Valdizán la tienda de muebles y artefactos del tío Lucho Seijas; y entre negocio y negocio algunas casas como la mía, casi todas con características de trastienda y mil lugares que descubrir, en resumen, una calle entrañable por donde muchas veces transcurrieron comparsas, corsos, desfiles, procesiones y cofradías, la ventaja de vivir en pleno centro de la ciudad.
Quiero a Huánuco por que me siento orgulloso de pertenecer a la misma tierra del ejemplar Leoncio Prado, de Daniel Alomía Robles el genial creador de "El cóndor pasa", del gran Hermilio Valdizán, de los bravos Illatupac o Aparicio Pomares, de la poetisa Amarilis; me siento también orgulloso de haber estudiado mi primaria en una escuela como la de las profesoras Garay (antes, cuando habité sus aulas se llamaba C.E.“Práctica Mixta” y en tiempos actuales, en memoria de su inolvidable Directora y Fundadora lleva su nombre “Felícita Garay de Hinostroza”), y la secundaria en el mas emblemático y tradicional de sus colegios, el “Leoncio Prado”, todo un honor aun con sus estatales carencias y limitaciones.
Vivir en Huánuco es participar de sus costumbres mas arraigadas, algunas muy ligadas a sus tradiciones religiosas y lo que hay alrededor de ellas, lo mas representativo quizá sea la tradicional danza de “Los Negritos” cofradías que pertenecientes a una determinada iglesia o barrio salen a las calles en el tiempo de navidad y año nuevo visitando los nacimientos y las imágenes de Niño Dios que guardan templos o casas particulares cuyos miembros se convierten en mayordomos que agasajan a los danzantes con abundante comida y licor, ahora claro, por obvias razones también se pueden ver en otras fechas y lugares como cuando es aniversario de Huánuco o hasta en el Gran Corso de Wong en Lima en fiestas patrias.
La puesta en escena de esta danza tiene diversos elementos, religiosos y paganos, todo un sincretismo, es una alegoría a la antigua liberación en tiempos de navidad de los negros esclavos que ataviados con las ropas de sus amos iban de casa en casa para adorar y bailar ante las efigies del niño Jesús recibiendo comida y bebida a cambio; la danza en si esta compuesta de varios momentos por decirlo de alguna forma, están las pasadas cuando recorren las calles y van de un lugar a otro, las paradas cuando llegan a un templo o casa de algún mayordomo, la adoración al niño que es muy festiva y cuando es el final de los días de baile de cada cofradía hay un baile final en que los danzantes se despedirán hasta el próximo año, será el momento del ayhuallá el baile melancólico y cadencioso marcado por el sonido de las campanillas y el bombo, en que paulatinamente se despojarán de sus sombreros, sus cotones o casaquillas de fantasía y sus máscaras profusamente adornados, será la única vez en que en cada temporada el público en general pueda ver sus rostros al bailar.
Dicho esto, hablar de Los Negritos es hablar de tradiciones huanuqueñas y allá donde los vieras te sentirás mas cerca de la tierra, así me pasó aquel domingo, llegar a la juguería y sorprenderme con el lugar repleto de danzantes de Los Negritos en pleno desayuno, dispuestos en grupos de 4 o 5 en cada mesa repletando el local, eso explicaba la presencia de la banda de músicos afuera, me alegró la escena, me hice a la idea que con tanta gente ahí mi jugo especial y mis sándwiches iban a demorar, pero bien valía la pena, así que me hice de un lugar y esperé, el lugar era un jolgorio, los visitantes venidos de mas de 400 km se alimentaban y se tomaban fotos, los gorochanos (vale también llamarlos “corochanos”) hacían de las suyas con bromas a doquier.
Mi desayuno demoró en venir y terminar de consumirlo coincidió con la atención a los últimos danzantes que quedaban, los demás ya se juntaban afuera frente a un minibús que los llevaría al Campo Ferial de Yarinacocha donde -según los volantes que encontré en mi mesa-, mas tarde estarían celebrando el aniversario huanuqueño con una gran caravana de artistas que incluía a la archifamosa Dina Páucar y Kesia Rivera una novel folkclorista contemporánea de dulce voz. Hasta ahí sentía que ya había sido bastante coincidencia y bien alimentado mi corazoncito huanuqueño, pero hubo mas, cuando me disponía a irme apareció el que parecía ser su representante y les dio indicaciones diciéndoles que harían una parada en el frontis en plena calle, me dirigí a donde dejé estacionada mi moto donde se habían apostado dos danzantes a punto de ponerse las máscaras y los sombreros, uno chato colorado y otro trejo y curtido ambos amables, al preguntarles a que cofradía pertenecían respondieron al unísono: ¡¡ A “Huallayco Vida” !!, reconociendo lo que veía en los bordados de sus corbatas y cotones agregué si pertenecían al templo de Patrocinio, respondieron que si, y se dispusieron a iniciar el baile así que me quedé a verlos y disfrute de mi regalo de aniversario de Huánuco, en plena selva, a pleno sol matutino, viendo ejecutar su danza a caporales, abanderados, gorochanos, turco y dama y negritos, que felicidad… salve a Huánuco tierra bravía, de hidalguía y sin par tradición… como dice el himno, como late el corazón a veces a ritmo de muliza, huayno o ayhuallá.

jueves, 30 de julio de 2009

DIA DE IRSE


Que queda en esta vida sino soñar tan solo un poco; soñar, dejarse llevar por los pensamientos; yo que hice todo lo encomendado, que cuidé tanto el fuego e hice el sustento, que paseé al perro, que amé, sonreí, que entregué el alma y expuse confiado ese músculo magnífico que impulsa y lleva vida roja a todo mi cuerpo.


Confesé cada emoción, abracé cuanto pude, bailé e hice mía cada canción que llegó a mis oídos; hice toda la tarea, quizá hice demasiado, el mensaje muy claro, sin preguntas, sin más; dominé la fórmula que no existe, tomé todos los riesgos, y sin embargo, a la vez también tomé todas las precauciones, todas.


¿Donde estuve todo este tiempo que no me di la oportunidad de errar? de disfrutar una salida del camino, de un día sin ducharme ni la presión de un cruel reloj, de diferenciar un día del otro, de hacer de un día cualquiera un perfecto día normal.


El día de irse puede ser cualquier día de estos o de aquellos, será un momento no escogido ni planeado, será la conjunción de muchas cosas o la sucesión de algunos acontecimientos menores y mayores, un momento en que habré de estar en medio del trayecto de un sino artero e incompasivo, momento en que se reirá de mi el futuro y me hará reproches sin reservas el pasado soñador dibujante de planos, espectros y abstracciones.


El día de irse puede ser cualquier día, sin adioses de por medio, sin balances ni cierres, un instante, un momento apenas, una imperceptible instantánea fugaz y efímera, un punto de quiebre que no detendrá ni por un milésimo de segundo el curso del mundo ni el andar de nadie, de absolutamente nadie, y es que formar parte de todo es a veces formar parte de la nada, ajeno al conjunto, outsider sin contradicción.


El día de irse puede ser cualquier día, el día que menos me lo proponga, el día menos planificado, el día en que deshacer mis pasos signifique remontarse a ningún lado o el de haber llegado sin llegar, en que Itaca sea por fin un destino inesperado.


El día de irse tiene que ser cualquier día, tiene que ser cualquier momento de coraje o de extraña redención, de impulso, o de recuperación de la conciencia, el golpe de timón vital para eludir lo sinuoso y lo esquivo.


Así, he de convencerme que el día de irse no tiene que significar necesariamente tener que irse, sino simplemente un día de alcanzarme a mi mismo y de poder llegar.

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(*) "Camino certero a la derecha" (Óleo - Erick Miraval)

miércoles, 1 de julio de 2009

MAMÁ OSA, LA ÚLTIMA MATRIARCA

98 años de vida no son poca cosa, no pasan en vano. Quien haya vivido esa cantidad de tiempo bregando constantemente puede considerarse no solo un testigo sino protagonista de la historia de toda una comunidad.
La historia de la Familia Cárdenas es equivalente a hablar de la historia misma de Bellavista, que es hablar de pioneros y de hombres y mujeres ilustres.
Un recodo a orillas del Huallaga en el gran paraíso sanmartinence ha sido escenario de la historia y vida de ésta emblemática mujer de gran carácter ROSA AURORA CÁRDENAS RAMÍREZ: maestra, esposa, madre, abuela, bisabuela, tatarabuela, madrina, señora de señoras, ciudadana ilustre, matriarca elemental en todos sus años de vida, la Mamá Rosa por excelencia.
Querida y respetada, formó e inició junto al recordado Papá Justo una prole vasta bajo la conjugación López-Cárdenas, imprimió su sello y su presencia en la vida de cada uno de ellos, a su manera y a su modo siempre pendiente de su bienestar y sus necesidades, presente en cada nacimiento.
Quien lo diría, tras ese rostro serio y de suma rigidez había una personalidad locuaz con un gran sentido del humor capaz de las chanzas más inesperadas, sino recordemos cada uno de nosotros algún sobrenombre del que nos haya hecho blanco, del que casi ninguno ha escapado; mi gordura infantil le inspiró llamarme “pollo gordo”, solo siendo ya adolescente pude tomarme la revancha devolviéndole el favor rebautizando su robustez, su nombre y su mal genio como: “Mamá OSA”, algo que ella me consintió siempre con beneplácito y una sonrisa pícara de complicidad.
Mi “Mamá OSA”, mi abuela Rosa fue así, sorprendente y admirable en todas sus facetas, autoritaria si, sobria, seria e inquebrantable pero con gran sentido del humor; directa y mordaz en sus opiniones pero generosa, desprendida y tierna en sus afectos –a veces selectivos-.
Mamá Rosa cierra hoy el inevitable círculo de la vida y se encuentra ya junto a Papá Justo su gran compañero de vida, junto a su Mamá Verónica, junto a los otros fundadores y pioneros de Bellavista. Con Mamá Rosa se va quizá la última matriarca de ese pueblo maravilloso, se va una parte de su historia viva y latente, para eternizarse en nuestra mente, alma y corazón.
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(*) Fotografía tomada en Laguna Viña del Río, Huánuco - Año 1968
(**) Fotografías de Bellavista: Jorge Gómez y López

jueves, 18 de junio de 2009

EL PAPÁ ERRANTE


Las horas y los días parecen repetirse, la misma rutina, la cotidianidad mas insulsa, una vida alimentada solo con la esperanza de un día volver a hacer una vida normal al lado de los suyos, sin mayores pretensiones, como antes, junto a su esposa y sus hijos, no importa donde, no importa cuando, pero juntos, donde los llevara el destino, sin tener que depender de un correo lento para tener noticias o ser consciente de la fría distancia de miles de kilómetros, cordilleras, selvas y desiertos de por medio para tenerse cerca.
La ansiedad no es poca cuando está ante fechas emblemáticas que recuerdan reuniones lejanas en el tiempo o en que se imagina un presente ideal entrando por la puerta de casa cargado de regalos e historias por contar, sabe que hasta se conformaría simplemente con llegar hasta ellos, dando gracias por la bendición de tener a su familia a su lado o de poder ir a ver a su anciana madre.
No puede ser vano tanto sacrificio, no puede ser vana toda esta soledad mereciendo otros momentos de unión familiar. Esperará pacientemente unas vacaciones austeras en que por unas pocas semanas acudirán a hacerle compañía unas veces su hija, o su esposa y el menor de sus hijos, o quizá un día hasta su hermana y su sobrina, lleguen para darle calidez de hogar a su frío espacio convertido en su casa y su trinchera, en que un improvisado mobiliario hará las veces de perfecto comedor. Dejará de hacer frío, y aunque quizá hasta llueva nada impedirá salir a recorrer esos mismos lugares testigos de su desarraigo, esos mismos lugares que mostrará con candor e inocultable orgullo, sus nuevos pagos, su extensa y lejana jurisdicción, su lugar de trabajo; no tiene idea de cuanto de eso quedará grabado en la memoria de esos otros, los suyos, solo sabe que aun a la distancia se puede seguir estando cerca.
Es entendible que muchas veces las cosas en la vida no resulten como las planeamos, los proyectos y emprendimientos familiares no siempre tienen éxito, a veces hay que volver a empezar de cero, ajustarse el cinturón mil veces, hacerse de tripas corazón y optar por las oportunidades que se presenten, dar un golpe de timón, aun cuando ello signifique hacer concesiones dramáticas como alejarte físicamente del hogar y de los tuyos.
Cuando hubo que hacerlo este errante no pudo darse el lujo de pensarlo demasiado, solo tomar el reto, dar las gracias por la oportunidad y hacerse de lo indispensable antes de partir a su propio exilio laboral, un destino de sierra norteña nunca antes andado, -un ejemplar de “Documental del Perú” le dio algunas pistas de lo que le esperaría-, no era el lugar mas emblemático o conocido de las provincias de Cajamarca como si lo eran otros tan mentados como la propia Cajamarca capital del departamento, Chota ó Celendín, sin embargo las notas del libro hablaban de un lugar incomparable y apacible, con su propia historia, muy tradicional, de hermosa campiña y con un gran parque nacional: era Cutervo, con su capital situada a los pies del cerro Ilucán, el otro Cajamarca, el menos conocido, el que todos se estaban perdiendo por no haber ido a conocerlo, por no haber recorrido aún sus calles en carnaval o sus ferias de los domingos viendo esa gran alfombra de ponchos rojos y granates, alforjas y sombreros enormes de paja en la explanada del mercado y que es todo un espectáculo que yo vería embobado tantas veces desde el balcón de la Sub Prefectura, todo eso y más es Cutervo con sus corridas de toros en las Fiestas de San Juan en junio o la Feria de la Virgen de la Asunción en febrero con retretas en su plaza escuchando alguna gran banda de músicos como cuando me tocó escuchar a la legendaria Banda de Músicos Santa Lucía de Moche. Cutervo es una provincia que también guarda lugares incomparables repartidos en otros distritos como Sócota, Callayuc, Choros, Cujillo, La Ramada, Pimpingos, Querocotillo, San Andrés, San Juan, San Luis de Lucma, Santa Cruz, Santo Domingo de la Capilla, Santo Tomás ó Toribio Casanova.

Indudablemente las artes del destino o un designio superior brindaron al errante un rumbo geográfico con una gran belleza y potencial que albergaba gente que lo acogió tan bien o mejor que si lo hubieran hecho sus coterráneos en circunstancias difíciles, eso hizo menos grave la distancia y el alejamiento familiar, menos pesada la carencia de contacto directo con sus afectos principales; nuevas amistades, nuevos retos, en tiempos en que desplazarte a otro lugar significaba el desarraigo y el no pensar en la temporalidad sino en un cambio radical por un período extenso, de larga permanencia. Un encargo y un trabajo gubernamental le confirieron llegar con prerrogativas de autoridad que supo ejercer con sabiduría y tino, así se ganó la simpatía y respeto de todos, sin aspavientos, con mucho de sí, con honestidad, decencia y gran derroche de carisma, como en todos los aspectos de su vida.
Tiempo después repitió trabajos similares en otros lugares, algunos lejanos e insospechados como Lircay en Huancavelica, o mas próximos a casa como La Unión, Panao y Ambo en Huánuco, en cada lugar sembró y cosechó respeto y amistad, a cada lugar llevó una parte de su hogar y nos llenó de orgullo, de cada lugar volvió cargado de experiencias y recuerdos, de cada lugar me emocionó tanto verlo volver aunque lo hiciera con ese pesado maletín de cuero repujado negro, ya serían otros tiempos, ya estaba mas cerca.
El paralelo y las analogías son inevitables, identificarse es natural, las coincidencias son abundantes, solo cambian los escenarios, los tiempos y los personajes, la historia y experiencias parecen tan mías, en estos tiempos en que me toca estar lejos del hogar, lejos de los míos, en que las vivencias a veces cuentan de noches con uno mismo y nadie mas, o de monólogos con el espejo, o de las ingentes cantidades de galletas y leche que consumo, en esos momentos es que pienso en el errante padre mío y como habrían transcurridos sus días lejos del hogar, las que habrá pasado sereno y firme.
Ahora que se acerca el día del padre, el primero de los nuevos y desconocidos “días del padre” que serán tan diferentes a partir de este año 2009 en que no podré abrazarlo ni oírle decir “gracias niñito yo también te quiero mucho”, ahora es cuando mas lo entiendo y me identifico con él y con lo que hizo a lo largo de su existencia, ahora en que hasta lo mas imperceptible de nuestras vidas adquiere presencia e importancia.
Mi viejo, mi querido viejo, mi Padre, sintiéndome parte suyo a su imagen y semejanza, viviendo en mí, en mi Madre, en mis hermanos, en mis sobrinos, en mis tíos y tías y primos y en todo aquel que tuvo el privilegio de conocerlo y quererlo. Un saludo a tu memoria Viejito lindo con todo el amor del mundo recordando esos abrazos fortísimos que siempre nos dimos...
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Cutervo, Plaza Principal - Fotografía de: José Saavedra De los Ríos
Papá surcando el Río Pachitea - Fotografía de: Autor del blog

jueves, 11 de junio de 2009

NORA DE CHILE

Sin disfuerzos, sin poses, sin reservas ni nada que impidiese la química grupal, así conocí, así conocimos a Nora.
Desde siempre el subconsciente particular y el colectivo me habían hablado de lo tirantes de las relaciones entre peruanos y chilenos a todo nivel y de lo inevitables que a veces resultan las confrontaciones y las puyas; en mi experiencia, salvo un encontronazo con un infeliz que nunca falta en una excepción que me tocó vivir en otro lugar neutral, siempre he sostenido cordiales interrelaciones con los vecinos del Sur que he tenido ocasión de tratar.
Antes de conocerla, conocimos su voz, una voz ronca de tanto fumar, voz autoritaria y con don de mando como se suele decir, con mis dos compinches de juventud más un asimilado piurano que se nos unió al salir de Lima y nos acompañaría en buena parte de nuestro periplo. Recalamos por primera vez aquellos tres “pata amarillas” en Santiago en un ahora lejano 1992; en nuestro larguísimo viaje por tierra en pleno verano recién nos permitíamos el primer descanso y pernocte bajo techo y en tierra firme.
Habíamos rebotado en el intento de alojarnos en otro hospedaje recomendado por otros amigos viajeros que hicieron antes la misma ruta, ahí mismo, luego de excusarse indicándonos que no tenían disponibilidad, nos sugirieron otro hotel/hospedaje cercano, hacia allá enrumbamos cargando nuestras mochilas y maletas desplazándonos por las calles del centro que a las primeras horas de ese domingo era un simpático panorama de calles despejadas con poca gente asomando a sus puertas, despertando, saliendo a sus veredas o yendo por el pan y los periódicos. Al llegar al lugar sugerido una amable dependienta en riguroso mandil khaki que luego conocimos como Martita y era la diligencia en persona y casi casi se desvivía por atendernos, nos invitó a pasar a aquel hospedaje con más pinta de casa familiar que de hotel que nos dio automático e inmediato confort.
¡Que parecida a mi antigua casa o la de mis vecinos Urdanivia en Huánuco! con sus antiguas puertas y ventanas estilizadas de madera y hierro dando directamente a la calle, podía adivinar como se vería dentro, con su estilo republicano, salones y habitaciones de techo alto, baldosas en el patiecito central y en la galería que conduce al comedor, la cocina y el área de servicio.
Repartidos en dos habitaciones hicimos de Santiago nuestra casa antes de partir al día siguiente rumbo a Mendoza; entre descansos y salidas breves y no tan breves se escuchó su voz, llegando o saliendo, dando órdenes, preguntando por esto o aquello y como respuesta el corretear de las “niñas” del servicio satisfaciendo cada requerimiento o información solicitada, mas tarde tendríamos ocasión de verla en persona.
Como quiera que la capital mapocha era un destino intermedio del itinerario, la ansiedad por continuar nuestro South American Tour hacía que no viéramos las horas de treparnos al siguiente bus, entretanto y ya siendo de noche como ya lo habíamos visto en cada lugar de paso o parada previa por Arica, Antofagasta o La Serena, de lo que mas se hablaba era de todo lo que sucedía en Viña del Mar y su famoso festival, así que nosotros contagiados del asunto andábamos buscando un televisor donde espectar lo que no podíamos ver en vivo como habían sido nuestros planes iniciales y que lamentábamos no hacer estando tan cerca pese a ser conscientes que eso hubiera distraído nuestro ajustado presupuesto; así que fuimos al comedor donde conocimos a Nora y nos “enamoramos” de ella y ella de nosotros.
Que personaje, que personalidad la suya, que mujer, cuanta historia viva se desplegó esa noche con tanto conversar. Mientras acompañábamos al piurano en la ingesta de su colación impostergable de pollo empanizado con papas fritas, tuvimos ocasión de ir descubriendo lo que había tras esas manos arrugadas con sus largas uñas pintadas de rojo y ese rostro que maquillado con énfasis no lograba ocultar los muchos años que cargaba encima, de gesto adusto, cabello lacio teñido de rubio cenizo con un corte simétrico caído a los lados a la altura del mentón, la chompita abierta colgada sobre sus hombros y el cigarrillo perpetuo en su mano derecha, apariencia lánguida e imperturbable hasta que hablaba, ese sería el retrato suyo con una actitud y rasgos duros como de actriz retirada pero lista a entrar en escena.
Nora nos sorprendería sin embargo al contarnos todo lo vivido por ella y su manera particular de ver y enfrentar la vida y al confiarnos por que le tenía tanta simpatía a todo lo que tuviera que ver con el Perú, soslayando incluso cualquier actitud de nuestros compatriotas aun cuando no fuera del todo positiva, como cuando -según nos contó- hasta la semana anterior a nuestra llegada habían estado hospedados ahí una pareja de peruanos que habían prolongado su estadía largamente al quedarse sin dinero producto de un robo como argumentaron y prometían contar con una remesa que les permitiría cancelar toda su deuda acumulada; el día de pagar nunca llegó, solo llegó un momento en que se percataron que la joven pareja había abandonado su habitación y el hotel dejando parte de su austero equipaje; Nora solo se compadeció de ellos y no los culpó ni por su situación ni su actitud, aunque, como decía hubiera preferido que fueran sinceros y le dijeran sus intenciones o lo que les pasaba, Martita la acomedida dependienta que llegó hace un tiempo de Ozorno intervino contando que algunas veces los escuchó llorando ‘pó ahí encerrshados en su habitación; dicho eso Nora volvió a decir que quería mucho a los peruanos y que estaba encantada con el hecho de conocernos, que le parecía extraordinario ya que casi todos los peruanos que llegaban eran comerciantes del sur nuestro y que le costaba entender por que muchos de nuestros compatriotas le resultábamos tan huidizos, poco conversadores y que no le miraban a los ojos al hablar.
Mecano ofrecía en la Quinta Vergara una performance espectacular, volvíamos a lamentar no estar allá, aunque de hacerlo nos hubiéramos estado perdiendo esta tertulia que empezamos a matizar con muchas Pilsener Cristal y Becker, y salud por estos peruanos conversadores y por esta chilena encantadora, crítica y directa que decía sentir solo antipatía por los argentinos por lo del conflicto del Canal de Beagle y cada vez que podía decía “hasta ahí con los argentinos”, haciendo un gesto con la palma recta de la mano a la altura del cuello sacándola adelante, algo ofensivo debía significar, así era Nora, sin medias tintas, o le caías bien o hasta ahí con ella.
Mientras conversábamos imaginaba como habría sido de joven, mujer espigada y de gran carácter yendo a por lo suyo y haciendo lo que quisiese, siendo posiblemente la líder de sus amigas y rompiendo muchos corazones, nos dijo que cuando joven ella y sus amigas eran la mar de sociables y que en esos tiempos andaban encantadas cuando conocieron a unos extranjeros con quienes llegaron a ser muy amigos, ahí empezaron a cruzarse y acomodarse los datos y los reconocimientos, empezamos a escuchar y recordar nombres de leyendas nuestras, de referentes históricos de nuestro deporte, de integrantes de una generación de futbolistas que muchas veces nos dieron verdaderas satisfacciones y genuinas ganas de decir ¡Arriba Perú!, nos habló de su amistad con Otorino Sartor que alternaba el arco con Caico Gonzáles, que conoció a Velásquez, Casaretto y toda esa gente de la selección de los setentaitantos, calculo que debió ser para el Campeonato Sudamericano que hoy conocemos como Copa América del ’75 que ganamos finalmente frente al combinado colombiano en El Campín de Bogotá; que sorpresa, quien se lo iba a imaginar, ahí nos dijimos que brava la tía.
Fue generosa en detalles y en halagos hacia esos amigos suyos de antaño, que el guapo tal, que el otro cual, que el moreno nosecuantos, caramba, si que andaron revueltas las hormonas esos días y es que los ojos de Nora se iluminaban al compartir sus experiencias de esos tiempos, agregamos reflexiones mentalmente pensando que bien lo pasaron nuestros viejos futbolistas en esas canchas mapuches.
Tiempo después volvimos a Santiago y cual lo prometido nos recibió en su otra casa hospedaje, nos trató como a sus hijos o sobrinos queridos, se negó rotundamente a que le pagáramos un solo centavo por la nueva estadía; en esos últimos días que compartimos con ella supimos que era la única hija mujer de un militar de aquellos, que su casa siempre había sido un pequeño cuartel, con todo en escrupuloso orden y brillando, los cepillos alineados en el lavabo, la ropa dobladita y limpia, la cama lisa y bien tendida, con la comida hecha y servida a hora fija y con todos presentes; todo eso explicaba su especie de religión en la forma de conducir sus negocios, todo en orden todo bajo control, control que sin embargo no alcanzó a su vida personal, nunca se casó pero si fue madre soltera ya entrada en la madurez de su vida, llegó a tener un hijo al que también conocimos y nos sirvió de guía antes de irse a estudiar.
Nora y su voz grave, Nora y su apego a los recuerdos que la mantenían viva y vivaz. Guardo una foto que me tomé con ella en el jardín de su casa, ella altísima y elegante con el garbo que ni los años le podían quitar y yo con una delgadez que no me reconozco. ¿Que será de ella? Nunca supimos más, nunca volví a Santiago ni le escribí, quizá un día la vuelva a ver en el rostro y gestos de otra gente, en que vuelva a escuchar ¡Que lindos que son los peruanos! –aunque no escriban-, me acordaré de Nora y sonreiré en su recuerdo.

martes, 19 de mayo de 2009

¿Dónde está la Cruz del Sur? Manual cuasi práctico de cómo creer que no estás perdido en otras latitudes

Si tienes la suerte de disfrutar una noche despejada sin el resplandor de la luz artificial de nuestras grandes o pequeñas ciudades, date la oportunidad de mirar el cielo, sus estrellas y sus constelaciones, reconócelas, hazte amigo de ellas, resultan ser muy buenas guías, te lo puedo asegurar.
El sentido natural de la orientación no es un sentido tan común o tan ejercitado como podríamos pensar, -algunas personas parecen tenerlo negado-, responde supongo a esos instintos primarios desarrollados según quien y según que, no tan habitual ya que la versión estándar del ser humano viene equipado con un kit bastante básico de sentidos: vista, olfato, tacto, oído y gusto.
La orientación resulta siendo un plus ya que los más de los casos uno viene con un atolondramiento innato anexo a una desorientación patente.
Desde pequeños estamos en un constante aprendizaje y familiarización con el mundo que nos rodea, acompañados de tus padres o quien haga sus veces nos acostumbramos a ser guiados de sus manos, pero en algún momento soltamos ese nexo físico y andamos por nuestra cuenta, empezamos a explorar nuestros alrededores y cada vez mas, primero la casa, luego el barrio y la ciudad, con la misma curiosidad que seguramente experimentarían los primeros hombres, aquellos de las cavernas, descubriendo cada cosa que sucediera frente a ellos y asombrándose una y otra vez, pero aprendiendo y familiarizándose con todo fenómeno existente de tanto repetirse, la inteligencia humana la civilización humana es producto de una sucesiva y constante acumulación de conocimientos, lo sabemos, estamos en constante evolución y aprendizaje, ya lo dijimos.
Pero, ¿en que consiste el sentido de la orientación? No es necesario ser ni un astrónomo ni estar con un GPS en la mano para saber literalmente donde está uno parado, por mi parte creo que me he tomado en serio lo de necesitar saberlo en diversas circunstancias.
Ese sentido de la orientación es básico si no eres de los que anda o viaja desorientado dejando que lo lleve el viento o la corriente o confiando ciegamente en la compañía que haga las veces de guía o preguntando a los demás hasta por las cosas y ubicaciones mas evidentes, sin traducir por si solo las señales que la propia naturaleza o una urbe te brinda.
Quien se considere una persona curiosa –y léase curiosidad como las ganas de conocer el que y por que de todo lo que te rodea-, lo será desde pequeño, asimilará los conocimientos de forma natural. Siempre había pensado que esa era la regla, sin embargo de mi experiencia he aprendido que la asimilación de datos y el procesamiento del conocimiento y referentes que nos rodea no se da igual con todos los individuos, aparte del hecho que cada quien procesa lo que le interesa supongo yo, así me entiendo, así le encuentro sentido a ciertas habilidades que llegado el caso me han sacado de muchos apuros y me han permitido saber donde estoy parado, como llegar a otro lugar o deducir con cercano acierto el punto geográfico exacto de lo que me interesa.
Hay diversos principios que rigen nuestro universo, hay cosas que son cíclicas, el universo está en movimiento, si bien a estas alturas el planeta nos saca de cuadro con sus cambios climáticos y estaciones no tan definidas y demás, aun así hay cosas que siguen siendo tal cual lo fueron hace miles y quizá millones de años, nuestro planeta sigue dando vueltas alrededor del sol, sigue en órbita, seguimos girando sobre nuestro propio eje, seguimos estando en medio de la Vía Láctea así que todos esos astros, estrellas, planetas y toda esa materia dispersa en el infinito nos seguirá sirviendo de referencia.
La Tierra tiene períodos o ciclos definidos por sus movimientos de rotación y de traslación, esos ciclos los comprobamos sobre todo cada vez que amanece, cuando cada latitud sale de la sombra y le da cara al sol, ahí sabemos que ese radiante gigantesco será visto siempre por el Este, por el oriente, indiscutiblemente, cada día, todo los días; ahí, una primera forma básica indiscutible de saber nuestra ubicación.
Si es de noche y gozamos de un cielo despejado veremos las mismas constelaciones en ese espacio infinito que vieron los sobrevivientes de la era de hielo o fueron materia de observación y estudio por parte de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei o Américo Vespuccio, entonces, ¿como desorientarse en un planeta tan grande y tan pequeño a la vez y con tantas señales naturales?
Hay quienes si –se desorientan-, hay quienes al llegar a una nueva ciudad por ejemplo se echan a andar y andar sin rumbo, alguna vez escuché como explicación que esa es la gracia de ir a un lugar nuevo, el simplemente “perderse”, ir descubriéndolo todo por si mismo y conforme se presenten las cosas, particularmente no comparto ese argumento, a mi –y lo repito- me gusta saber donde estoy parado, me gusta estar con un pie adelante, de estar en una ciudad nueva para mi de antemano es seguro que habré visto algún mapa y habré indagado por un mínimo de información elemental y útil del lugar, así, calcular distancias y tiempos de recorrido son un ejercicio casi inconsciente y automático.
Aquí llego a mi punto de referencia favorito, pese a los tiempos modernos, al que recurro no solo por orientación geográfica pues admito que también me sirve de referente nostálgico para saber la dirección de casa; dada mi ubicación en el hemisferio Sur es además natural que me resulte tan familiar y a su vez rutinario de hacer o ver en cada lugar nuevo que he pisado o por donde he andado buscando en las noches de cielo abierto algunas pocas constelaciones que desde siempre he sentido que me acompañan en cada periplo, es junto a las Tres Marías (compuesta por Mintaka, Alnitak y Alnilam; la constelación mas fácil de identificar), se trata de la Cruz de Sur, formada por cuatro estrellas de nuestra Vía Láctea y cuyo eje mayor o vertical va desde Gacrux hasta Acrux é indica la ubicación del polo sur celeste con una desviación de 25º.
Es algo instintivo, ni siquiera lo pienso, la noche despejada invita a buscarla, no importa donde esté, o con mayor razón cuanto más lejos esté o precisamente la orientación de esos ejes de la Cruz del Sur me dirá que tan lejos estoy de mi tierra, como si fuera mi Meca, para hacer una suerte de reverencia en dirección del hogar. He visto esa constelación miles de veces derecha o girada a los lados, en todas las circunstancias imaginables, desde las noches infantiles en Huánuco con mis primos tumbados sobre el capó de un carro mirando y contando estrellas fugaces y constelaciones en casa de los Brancacho; o en la inmensidad de un cielo totalmente despejado con rumor de las olas y con luna llena en las playas norteñas en Vichayito; en la periferia de Santiago con el olor de lavanda del jardín de la casa de los Navarrete teniendo como marco el fondo nevado de la cordillera; o tiritando de frío alguna madrugada luego de alguna juerga cusqueña cruzando plazas volviendo a San Blas con muchas draught Guinness encima; o en plena autovía desde la ventana del carro haciendo el camino de vuelta de Mar del Tuyú y Santa Teresita retornando a Buenos Aires por la Ruta 2 bien bronceado y mis amigos durmiendo sazonados con amarguísimo fernet; o en mi actual selva laboral de Pucallpa en las noches sin lluvia en que mirando el cielo y ésta constelación en particular añoro compartir estas sencillas reflexiones con mi omnipresente papá.
La Cruz del Sur siempre ha estado ahí, con su eje y su prolongación imaginaria al Sur, a distintos grados según donde uno esté, siempre he sentido que sé donde me encuentro, orientándome con ella sin brújula, como cuando miro la luna y me siento un toro enamorado, siempre he sentido que no estoy solo, que es mi nexo en el universo, lo que marca mi punto de partida o de enlace hacia el hogar distante, sabiendo que mi gente en ese mismo momento podría estar viendo lo mismo que yo y que esa visión es algo que nos une y orienta en ese instante.

miércoles, 22 de abril de 2009

LO QUE DEVUELVE EL ESPEJO ESQUIVO

El taxi blanco se detuvo a mitad de la calle frente a mi edificio donde la esperaba en la vereda, al abrirse la puerta trasera se deslizaron al asfalto unas largas piernas enfundadas en unos jeans y unas botas negras de tacón alto; se puso de pié y vino hacia a mi, la encontré hermosa, mas hermosa que antes, aunque se hubiera alisado el pelo y la encontrara diferente, aunque en este presente viniera a contarme y responder a mi broma interrogante que le hiciera por teléfono “¿y como es él, en que lugar se enamoró de ti?”, aunque viniera a contarme que en pocos meses más se casaría.
En un cercano pasado habían sido muchas la veces en que encontramos paz en nuestras vidas y en nuestras respectivas realidades de vivir amores a la distancia con tan solo verse y conversar, con tan solo cruzar alguna mirada cómplice, con tan solo perdernos alguna tarde cualquiera para ver el sol desaparecer en el horizonte y terminar compartiendo juntos un buen café.
Cuantas veces la vería o contemplaría cuando sentados en cualquier mesa de un restaurante frente a frente y ella como si estuviera distraída se ponía de perfil. Sucedía que a la vez que te hablaba podía estar con la mirada puesta en otra dirección, atendiendo algún suceso aparentemente simple que ocurriera a su alrededor o quizá avistando algún detalle imperceptible para el común de los mortales como yo, algo, alguna cosa que mereciera alguna crítica, comentario o reflexión suya, con absoluta seriedad como si de ello dependiera que la tierra diera vueltas.
Un aire a lo Vanessa Saba, medio morisca, medio gitana, espigada, elegante sin esfuerzo, despreocupada y displicente a la vez, destilando feminidad hasta con un simple mohín o al acomodar detrás de sus orejas su cabello largo negrísimo, o con su expresión al verle sus cejas pobladas acentuando su mirada intensa con algo de picardía; pero, siendo que la serenidad permanente no era una de sus características mas saltantes también resultaba extrema en sus reacciones, en sus momentos límite y en sus estados de ánimo.
Abocada apasionadamente a sus reflexiones y sus análisis laborales, hacía gala de una gran lucidez y capacidad analítica, pero inesperadamente podía pasar del optimismo mas exacerbado al abatimiento más conmovedor o había que ser testigo de sus arrebatos más alucinantes o ser blanco de sus llamadas sorpresivas en medio de alguna depresión a mitad de la noche o en plena madrugada.
Cruzando una pierna y acomodándose sobre ella se sentó de lado sobre el sillón, remangándose un poco la blusa impecablemente blanca cubierta con un entallado pullover rojo se me quedó mirando: “¿Y como has estado?”, disparó su pregunta inclinando un poco el rostro sobre su hombro. “Sobreviviendo”, le respondí. Sospecho que por tu culpa no volví a interesarme por el sol ni sus ocasos, ni le volví a encontrar sentido a buscar o hacer hallazgos de entendimiento con alguna otra inspiradora loca insustituible –agregué mentalmente-.
Lamentamos los tiempos recientes sin que mediara comunicación alguna y aunque quisiera boicotearle la felicidad como una pequeña revancha que pedía el cromagnon que llevo dentro, para mis fueros internos llegué a la conclusión que hubiera sido muy difícil emprender cualquier empresa con alguien como ella, tan obstinadamente cortante con sus afectos y oportunidades; pretextos los míos, sin embargo, me detuve en ello y replanteé lo dicho, asumí que cuando hago esa última aseveración lo mas probable es que esté hablando de mi mismo al mirarme en un espejo ya hecho pedacitos, -como para no quejarme- y es que ciertamente, dado mi pasteurizado corazón, debe ser muy difícil emprender cualquier empresa con alguien como yo, tan obstinadamente cortante con mis afectos y mis oportunidades y con tanta vocación para perder algunos trenes.

jueves, 2 de abril de 2009

PARQUE CHACABUCO

La oportunidad de hacer las cosas que creemos correctas muchas veces suele ser un instante irrepetible, aunque a veces sin proponérnoslo podemos redimirnos de alguna forma compartiendo lo que nos pasa con gente muy especial, sacándole la raíz cuadrada a nuestros trances y a nuestras emociones.
Una canción no estrenada de “K-torce de Julio” hecha en el tiempo que ahora reseño tenía las siguientes letras e ilustran un poco esos momentos:
“Ha pasado mucho tiempo, ya no extraño esos momentos (…)
Solo pienso en el futuro y en las ganas de ser libre, para sentir que sigo vivo y que seguimos unidos
Pasarán muchos veranos sin poder decir ¡hola que tal, buen día!
Pettinato no sabía que aquí si habían pausas de rebeldía
Sigo pensando, no estoy aquí.
Piso el asfalto, todo se vuelve gris (…) ”.
Mi primera llegada a Buenos Aires en ese verano no pudo ser más accidentada, no tanto por el periplo en si sino por las expectativas de llegar o las de recibirme así como las circunstancias personales que atravesaban entonces mis anfitriones.
Demasiadas cosas en el aire, demasiadas explicaciones pendientes, para entendernos y entenderse cada quien en sus fueros internos; los nuevos planteamientos, los nuevos escenarios, los nuevos actores. Ya un tiempo atrás habíamos aprendido y dejado que nuestra amistad y hermandad fluyera ilimitadamente, nos debíamos el alma sin ninguna obligación ni condiciones, pero así y todo era la oportunidad de obtener respuestas en tiempo real, sin cartas ni postales ni tiempo de por medio.
Esa noche dormiría en el departamento de la calle Santander, la casa del matrimonio de mis amigos tiempo ya separados. Impulsiva como solo ella, mi hermana porteña me extrajo del lugar siendo casi las 11 p.m., en la tele había estado viendo “Rebelde sin pausa” el programa del ex SUMO Roberto Pettinato. La conversación no podía aplazarse más –me dijo-, los meses anteriores, los años anteriores habían sido un tiempo de cambios radicales en sus vidas y mi estadía terminaba convirtiéndome en un tercero conciliador o catalizador de sus expectativas –enojoso papel queriéndolos tanto-.
Habían pasado más de cinco años desde la última vez que nos vimos en persona y la adrenalina del haber vuelto a vernos aún estaba latente. Salí a su encuentro y caminamos el breve trecho que nos separaba desde la esquina de la casa hasta uno de los extremos del parque en el cruce de la Av. Asamblea con Emilio Mitre; caminamos sobre los senderos hasta detenernos en los bordes de una especie de gran pileta o fuente circular baja sin agua donde nos sentamos y convertimos el frío granito en nuestro diván. Muy poca gente alrededor, es más, paulatinamente el lugar se fue tornando desierto dejándonos el gran parque casi exclusivamente para nosotros, escuchando solo el rumor del tráfico de la autovía 25 de Mayo la autopista elevada que cruza el parque de extremo a extremo. Ahora que lo pienso, una visita así al parque sería algo impensable en la actualidad en que convertido en refugio de toda clase de malandros y refugiados uno no se atrevería a cruzarlo de noche ni loco que fuera sin correr el riesgo de perder hasta los calzoncillos, cuando menos no hasta que culmine su anunciada restauración.
Era verano, una medianoche con clima apenas fresco, muy soportable, propicio para conversar sin pausa, sin apuro alguno encendiendo Marlboros gauchos uno tras otro. Repasamos el por que se separó, por que hizo un nuevo hogar, por que ahora se sentía mas libre, que cuanto le costó estarlo y por que el reciente fallecimiento de su padre le había cambiado todo su esquema de vida o cuando menos toda su forma de ver la vida, que nunca mas se guardaría un te quiero, nunca mas dejaría para mañana sacarse un foto con la gente que tanto quiere, nunca mas dejaría que un resentimiento por fuerte que fuera le impidiera estar cerca de los suyos, nunca mas quería cargar con ninguna culpa ni un algo dejado de hacer.
La entendí, entendí sus reacciones y sus momentos bravos ¿Cómo cuestionarla? ¿Quién era yo para hacerlo?. La vi y la sentí liberada, luego hicimos lo propio conmigo, repasando mis rollos, mis vicisitudes y mis planes y que en los siguientes días iríamos a la UBA a ver si me animaba a hacer mis estudios en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo y si ponía a rodar mi proyecto de una segunda carrera esta vez en las artes gráficas.
Hablamos tanto que las horas pasaron raudas y breves, el amanecer llegó con la certeza que el día sobreviene a la noche; una última cosa por hacer antes de ir a encontrarnos con nuestra gente dispersa por las circunstancias en dos casas aparte una de la otra; el recuerdo de su papá, ello nos llevó a echarnos a caminar dando zancadas como adolescentes por las calles de Flores hasta llegar a su cementerio aún cerrado a esa hora.
Esperamos un poco, lo que duró otro cigarrillo compartido y entramos a buscar la tumba de Coco.
Hacerlo, fue cumplir un rito no llevado a cabo en su momento, cuando un amigo mutuo hizo mis veces y la acompañó en el abrazo de aquella despedida con tanto dolor.
Ella quería tenerlo siempre presente, recordando cuanto la engreía como cuando era niña y haciéndole upa le hacía entrar al mar entre risas y chapuzones, por eso llevaba en su delgada muñeca ese reloj inmenso con pulsera metálica de su papá, pulsera a la que tuvo que sacarle un par de eslabones para que le quedara. A partir de ahí y en más no se guardó ningún te quiero ni los impulsos para hacer lo que le dijera el alma o el corazón. Al conversar, coincidimos en pensar y concluimos -eso si- que permanentemente hay que andar creando nuevos buenos recuerdos que en verdad nos mantengan vivos cada mañana y el resto de nuestros días.
Todo eso comprendí –y aprendí- en ese gran diván al aire libre de Parque Chacabuco, diván al que vuelvo en mi memoria recurrentemente cada vez que necesito entenderme o tolerarme a mi mismo un poco más.

viernes, 27 de marzo de 2009

REPARTIENDO LUZ

Debe de significar algo con toda seguridad, reflexiono y extiendo las manos juntas, como quien ensaya recibir en las manos un fuego sagrado, una llama que quieres que nunca se apague, o aquel fuego que se transmite de antorcha en antorcha. Una sola de aquellas es apenas una pequeña luz vista a la distancia, en cambio muchas luces juntas son más que un poderoso faro, son casi un radiante y orgulloso sol.
Por algún motivo un señor muy singular hizo suya la costumbre de preocuparse por los demás compartiendo su manera particular de aliviarles la vida, como si fuera toda una filosofía creo que estaba dispuesto a iluminarnos un poco con lo suyo, de forma tangible, pero también intuyo que era todo un mensaje subliminal.
Alguien compró un carro y ya estaba recibiendo una linterna para llevarla en la guantera; el otro que trabaja en el interior y vive en medio de un gran terreno casi baldío también requerirá una linterna para esos trayectos hacia o desde la entrada o una bombilla a pilas para la mesita de noche; o acaso también otro de los suyos necesitará otra linterna para sus caminatas nocturnas en el norte en una ciudad al lado de una playa.
Gran coincidencia, casi todos recibieron algún artilugio capaz de producir luz, mecanismos elementales de energía portátil hechos luz, para iluminar, para saber por donde vas, por donde caminas, arreglar algún imprevisto en medio de la nada, para encontrar las sandalias al pie de la cama, el camino al baño o la cocina o ir por un vaso de agua en plena penumbra.
Lo suyo también fue dejar siempre encendida la luz exterior de la casa hasta que llegara el último rezagado; ver esa luz encendida al llegar a casa una noche o una madrugada cualquiera es saber que alguien que nos quiere tanto espera por nosotros permanentemente, como si hubieran dejado para nosotros un faro para mostrarnos el camino seguro a casa, para no perderse nunca.
Energía eléctrica, incandescencia, luminosidad, luz; la luz siempre estará asociada al fuego, el fuego al calor, y ese particular calor a la tibieza del hogar; solo así puedo entender esa singular forma de dar afecto, de ir repartiendo el corazón a cada quien, de ir repartiendo luz, su luz.

miércoles, 18 de marzo de 2009

HUANUQUENSES EN SU TINTA

No se ha equivocado el autor de estas líneas, la mala referencia es adrede y solo como un ejercicio tentativo de las formas que adopta nuestro idioma según sea donde estemos; el gentilicio apropiado y aceptado amplia y tradicionalmente refiere a los nacidos y adoptados por dicha tierra como huanuqueños o huanuqueñas según el género, -la denominación de ser un “pata amarilla” es un capitulo aparte-.
Cuando estos coterráneos se juntan es habitual hacerlo alrededor de una buena, inigualable y casi insustituible pachamanca generosamente marinada en fragancioso chincho y especias o en general alrededor de una abundante mesa que podrá ser desde un franciscano pero reparador caldo verde o un sustancioso Locro de Gallina, que para los no entendidos cabe aclarar que no es un guiso ni lleva zapallo sino es un caldo poderoso que aparte del ave referida lleva papas en gajos y un sofrito de cebollas, pimientos y ajíes cortados a la pluma. Será mejor aun si este grupo comparte un vinculo familiar estrecho, sin remilgos ni roles indistintamente estarán por la cocina y el comedor padres, hermanos, hijos, suegras, nueras, yernos, sobrinos y demás.
Imagínense además la mezcla de idiosincrasias y costumbres si además esta familia de huanuqueños y huanuqueñas guarda como componente genético un factor sanmartinense, según sea el motivo de reunión la identificación regional será par; si bien se trata de regiones geográficas colindantes y complementarias como lo dice el mapa, sin embargo guardan algunas diferencias a veces irreconciliables y en circunstancias digamos “normales” si no fueran una sola familia entre ellos estarían vacilándose del “sipis” o el “yá vuelta” o calificándose como “serranos” y “charapas” respectivamente. La mezcla es explosiva y de pronóstico reservado, pero a veces como en el caso de mi familia el resultado depara sorpresas y mixturas sorprendentes, un equilibrio ideal, entre el recato tradicional y la historia de tierras yarowillcas y el desenfado, riqueza y espontaneidad de la selva.
Mi casa y sus componentes socializamos a través de la comida, mi madre expresa su cariño y hospitalidad compartiendo su mesa y sus manjares, si invita a un extraño a compartir su comida es que esta persona ya se ganó su confianza; si quiere agasajar a uno de sus hijos o nietos preguntará que es lo que quieres comer ese día y se esmerará en el regalo para los sentidos. Gordita ¿cuando preparas un pye de maracuyá o tus insuperables tamales envueltos en hojas de achira?.
En casa hemos aprendido el buen comer pero también el buen hacer o eso que se llama tener mano en la cocina, cada uno tiene sus especialidades y lo disfrutamos cuando se comparte la tarea de la preparación, ya sean cosas tradicionales de nuestras tierras o pongamos en la mesa platos lejanos, o simplemente los reinventemos, sobra decir que el disfrute es mejor desde los previos con chelitas o con vino de por medio.
Todo este preámbulo es para referirme a lo que para mi ha sido una de las reuniones familiares mas emotivas y felices que alcance a recordar, sucedió a fines del último octubre, poco antes que mi viejito pidiera chepa con la salud. Nos motivó que un día previo se inaugurara con éxito la muestra de pinturas “Proyecto Camalónidas” de mi sobrino artistazo que funge de nómada en busca de sus sueños en tierras lejanas; ese fue el pretexto para que mis padres y casi toda su prole nos reuniéramos en casa de uno de mis hermanos y aunque no hubo pachamanca ni juanes la mesa fue generosa como siempre y como nunca, alternamos y calentamos con actividades que incluyeron un campeonato relámpago de ping pong entre los que no teníamos tarea en la cocina, probamos cervezas de todo el mundo y terminamos haciendo Karaoke y cantando indistintamente “Flor de Azalea”, “Flaca”, “Puerto Montt”, o “La senda del tiempo”; antes, nos sentamos a la mesa generosa, de fondo calentaron motores Los Panchos y Bareto con sus versiones ska cumbiamberos de Juaneco y su Combo, un pequeño carnaval en suma.

Sentarse a la mesa y hacer los brindis fue la ocasión de renovar nuestros afectos y decirnos cuanto nos queremos y cuan orgullosos estamos de ser la familia que somos. Como pocas veces esos brindis dieron lugar a pequeños discursos y reflexiones de cada uno de los que estábamos ahí, fue divagar en esos afectos y dar gracias a la vida y sobre todo a Dios por permitirnos el gran privilegio de estar juntos, de tenernos a la mano para darse un abrazo, de tomarse el hombro y preguntar si todo esta bien, o pasarse la ensalada y agregarse en la copa mas tinto Cadozos de Zamora o rosé Tabernero de Ica.
Como no sentirse felices, como no hacer un recuento de cómo nuestro hogar fue mudando su ubicación geográfica pero que siempre ha mantenido ese calor irremplazable y que cada uno de nosotros intenta recrear ahí donde se encuentre. Como no sonreir viendo toda la herencia viva de que gozamos, al final aunque veamos platos vacíos y sin respeto por las reglas del idioma diremos que estamos bien comidos, bien brindados, bien queridos, satisfechos como no más.

lunes, 16 de marzo de 2009

SON SUEÑOS (*)


El médico no se anduvo con rodeos cuando tuvo que decirme como eran las cosas y como iban a evolucionar esas cosas. ¿Por qué carijos esto sucede cada vez que es mi turno?. Me había advertido esa mañana en que me quedé de largo tras mi guardia nocturna; pasó su revisión, vió, miró a su paciente, le preguntó un par de cosas de rutina y luego me hizo una seña para seguirlo al corredor.
El panorama es el siguiente –me dijo-, la reducción de la capacidad respiratoria responde a un enfisema pulmonar, de acuerdo a como responda el paciente usaremos oxigeno de bigote, mascarilla, mascarilla con reserva o entubaremos -muy directo, brutalmente directo y sin ninguna reserva-, además, he revisado el examen de sangre y hay presencia de blastos, eso nos indica una posible leucemia aguda, vamos a hacer un segundo examen, si el resultado es el mismo pediremos una muestra medular, una biopsia, esperaremos la opinión del neumólogo y ahí tendremos el diagnostico.
Ante mi curiosidad por saber cuales serían los posibles escenarios ante esos resultados, sin anestesia agregó: Como el segundo exámen de sangre prácticamente estaría confirmando nuestras sospechas, la biopsia nos indicaría el tipo de leucemia, y es que estaríamos ante dos posibles tipos de leucemia: la linfoblástica con la cual habría una expectativa de vida de unos cuatro o cinco años con tratamiento, y, la mieloblástica que es la mas agresiva con la cual la expectativa se reduce a un año como máximo. Escuchar todo eso fue como estar ante una visión apocalíptica del cuadro clínico, equivalente a decirme que estabamos bajando por un barranco sin frenos y que los exámenes nos iban a precisar a que velocidad lo hacíamos.
Tal cual lo dijo, en los siguientes días se hizo un segundo examen de sangre y luego un tercero ¿alguna duda? –me infundí fé-, ó ¿alguna certeza? –pisé tierra-, hasta que una tarde en que estaba solo entraron en la habitación un médico internista y una enfermera empujando un carrito en un protocolo distinto a lo habitual hasta entonces. Yo había estado conversando animadamente con mi paciente, internamente durante los últimos días había estado rogando que este exámen no se llegara a necesitar y es que ya habían sido varios días desde que conversé con el médico principal y el temor aumentaba pues el solo hecho que se hiciera la prueba ya sería como una confirmación del mal.
¿Estarás bien? . Si niñito estaré bien. Es lo que me dijo mi paciente tras consultar y recibir la negativa del galeno y la enfermera ante mi pregunta si podía quedarme. ¿Cuánto tiempo tomará realizar el examen o la toma de la muestra? 25 minutos -respondieron-. Tomé la mano de mi paciente y me repitió “estaré bien”. Salí de la habitación 1059 y tras de mi se cerró la puerta, intenté la mayor serenidad posible pero repasé y se repetía en mis oídos todo lo que me dijo el médico el sábado anterior como quien escucha una sentencia.
Me planté de pié como un soldado frente a la puerta cerrada, miré el reloj, marcaba las 4:05 p.m. me preparé, me calcé en las orejas los auriculares del celular y le pedí a Dios algo de misericordia que si era preciso me transfiriera todo el dolor que experimentaría mi paciente allá adentro. Pulsé el botón de reproducción de MP3, al poner play la elección aleatoria para empezar puso en mis oídos los acordes de un rasgueo de guitarra conocido
...RE-MI-Fa#m, RE-MI-LA, RE-MI-Fa#m, Sim-MI, RE-MI-Fa#m …
En ese momento sentí una punción encima de mi esternón seguida de la entrada de una cánula llegando hasta mi médula; algo me lanzó a un premonitorio futuro en que me encontraba muy triste tratando de asimilar una ausencia, por eso traté de imaginar en ese mismo instante que estabamos en una carretera devorando el asfalto sobre nuestras motos, con lentes oscuros, uno al lado del otro, yo en mi 150 cc. y él en su vieja Indian, con el viento golpeándonos el rostro a pleno sol.
La canción siguió sonando:
“Son sueños que son de verdad, me gustaría que fuera real
son sueños, quiero llegar hasta el final, y nada sirve si no estás
En silencio, te busco y sueño con poderte amar
Te sigo buscando tanto (…) por eso te tengo que inventar
Te sigo esperando tanto (…) por eso te tengo que encontrar
Son gestos que quiero mirar, me gustaría poderte tocar,
Son sueños, quiero que existas nada mas, sigo buscando ¿dónde estás?
En silencio te busco y sueño con poderte amar (…)
Te sigo buscando tanto, te sigo esperando tanto, por eso te tengo que inventar …”.

Finalizados los 25 minutos, luego de esa y varias canciones, con un gran dolor en el centro de mi pecho supe que las sentencias se cumplen y esta inexorablemente se cumpliría; enjugué mis lágrimas y me hice el valiente, me dije a mi mismo que era el hombre mas fuerte del planeta antes de volver a la habitación donde el más dócil y valiente de los pacientes con una palmadita en mi hombro me recibió y me dijo “Todo está bien niñito, todo está bien, no me dolió nada”.
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(*) "Son sueños" parte del album "A contracorriente" (El Canto del Loco)

lunes, 2 de marzo de 2009

UN BOSQUE Y UN CAMINO DE EUCALIPTOS

El camino de la vida se asemeja a una alameda o un camino rodeado de arboleda, se asemeja a un ir y a un volver, nos lleva a algún lado, cada camino lleva a alguna parte.
Mi núcleo familiar al igual que casi todos los demás tiene la existencia paralela de otros núcleos familiares, otras familias a las que podríamos catalogar de contemporáneas, en particular lo digo por que en mi caso siendo cuatro hermanos, hemos tenido a la mano primos hermanos muy cercanos, cada uno de nosotros con primos afines, con mucho en común, compartiendo la misma edad muchas veces o hasta las mismas aulas inclusive. Guardo en la memoria muchas anécdotas y momentos compartidos con todos mis primos tanto de la línea materna como paterna, sea que se tratara de fiestas familiares, viajes, el ir a conciertos o incluso algunas borracheras, evoco especialmente las experiencias compartidas con dos de mis primos de edad mas próxima: Marco y Augusto, con quienes me llevo una diferencia de seis meses con cada uno.
Siendo que los momentos compartidos son tantos, recuerdo en particular nuestras salidas cuando éramos apenas niños o púberes, cuando nos invadía el espíritu de exploradores incansables, como quien arma su propia mancha scout, mis primos ya se habían ido a radicar a Lima, pero retornaban a Huánuco cada verano, el grupo se expandía con mis sobrinos Hugo y Kike y a veces también se nos unían Beto y Mingo, unos antiguos vecinos de mis primos muy ligados a la familia. Lo nuestro era salir muy temprano en la mañana con la idea de regresar al mediodía o media tarde para el almuerzo.
Una ruta que recorrimos muchas veces es la que hacíamos a lo largo de las faldas y laderas del Cerro San Cristóbal, a lo largo de una acequia o canal de regadío que corría paralelo al camino que llevaba desde Llicua hasta La Esperanza, empezando exactamente detrás de una antigua garita de la policía enfrente del Puente Calicanto que previamente debíamos cruzar; ese era un camino muy particular que para nosotros significaba la experiencia de ser independientes, de salir a andar solo nosotros, recorríamos todo ese camino bucólico rodeado de altísimos eucaliptos cuyas hojas caídas hacían toda una alfombra que amortiguaba nuestros pasos, el agua limpia que corría a nuestro lado nos refrescaba cuando queríamos, si había hambre comíamos tunas o guayabas del camino, no necesitábamos mas, era otro lugar, era otro espacio, no era usual que una mancha de mocosos estuviera en ese plan, de vez en cuando nos cruzábamos con señores o señoras cargando pasto o alfalfa que se detenían para intercambiar saludos con nosotros o simplemente vernos pasar, debía ser toda una estampa ver a esos sudorosos pequeños caminantes muy cordiales y alegres, que afán el nuestro en verdad.
Era increíble, tan cerca del centro de la ciudad y estábamos en contacto total con la naturaleza, recorriendo ese camino de tierra que habíamos hecho nuestro de tanto andarlo, cada salida nos proponíamos llegar mas lejos, la idea era recorrer a pie ese camino hasta La Esperanza un poblado desde donde venía a mi casa en la tardes trayéndonos leche fresca la señora María una robusta mujer de coloridas polleras y blanquísimas mantas donde envolvía una gran garrafa de zinc o aluminio, llevaba el pelo trenzado envuelto en rueda y sujeto en su cabeza a manera de una corona, tenía una rosadez, unos ojos azules intensos como mucha gente de su localidad y una bondad tremenda.
No siempre lográbamos llegar a nuestro destino, pero cada vez hacíamos un recorrido mas largo y nos acercábamos más, después ya cansados pero muy satisfechos compartíamos todas nuestras pequeñas pero grandes hazañas en el almuerzo preparado por alguna de nuestras madres, o en casa de Mamá Vica nuestra abuela, todos juntos, como grandes invitados, cual cruzados que retornan de una batalla y son recibidos con honores.
Ya adulto, me apena comprobar empero que ese mismo camino que fue testigo de nuestros pasos infantiles y pre adolescentes no existe mas que en nuestra memoria, no existe mas el canal de agua limpia ni nuestro bosque de eucaliptos a lo largo del camino donde pensé que algún día transitaría también nuestra descendencia para tener nuestras mismas experiencias y comprobar que aun se puede conversar con la gente del camino sin recelos ni temores; ahora esta todo atestado de casitas mal concebidas e insalubres, donde se respira mucha miseria, desidia y polvo y solo se ven rostros adustos.
Sé que físicamente no podemos pretender que los lugares y caminos sean los mismos, aunque uno siempre quisiera que si hay cambios los cambios sean para bien y no todo lo contrario y no tengamos que ser solo testigos del deterioro sistemático del entorno y de sus habitantes. Por eso es que ese camino siempre será un referente en muchos aspectos.
Nuestros caminos suelen ser intensos y enriquecedores, vamos tras algún objetivo o destino, siempre queremos llegar mas lejos. Lo andado, lo que se deja atrás, lo que forma parte del recuerdo, se guarda a veces en algún rincón y se olvida, sin embargo tienen el valor y la importancia de haber ido formado nuestro carácter, de habernos dado experiencias de vida. Así hemos crecido y así seguiremos andando, buscando y recorriendo nuestros propios bosques y caminos de eucaliptos.

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...