miércoles, 19 de agosto de 2009

A PROPÓSITO DEL 15 DE AGOSTO

Es domingo 16 de agosto con sol intenso, muy temprano a eso de las 8 y tantos de la mañana yendo en mi LIFAN negra Intruder 150 cc. rumbo a mi juguería de costumbre del centro de Pucallpa donde espero dar cuenta de una jarra entera de jugo especial de frutas surtidas con leche y algarrobina y dos sandwichazos de omellette con hotdogs, nada menos.
Con lo que no contaba es que recibiría un regalo inesperado, a propósito que sea o haya pasado el 15 de Agosto, el aniversario de una de mis tierras queridas, y es que soy huanuqueño, me siento huanuqueño por herencia y vida entera aunque mi partida de nacimiento diga lo contrario. Al llegar a la juguería me sorprendió una banda de músicos en el exterior, de pronto todo me supo a Huánuco.
Como no querer esa tierra con tanta historia, con tantas cosas y lugares queridos, mas aun al haber sido escenario de tanto de mi propia historia, lugar de mi barrio querido de la niñez y adolescencia en la cuadra ocho del Jirón General Prado a un pasito de la Plaza de Armas con antiguas y fascinantes casas y negocios, una cuadra con gente de todas partes, como una versión adelantada de los contemporáneos strip centers, con su Café Ortiz en la esquina, en el extremo que da a la plaza, luego la Heladería “My Friend”, al frente la peluquería de don Pepe Shirakawa, la Bodega y Bar de los esposos Araujo, el Hotel y Pollería “La Cabaña”, la distribuidora de llantas B.F. Goodrich de don Ugo Buzzi, la Panadería Noda y su hasta hoy inigualable pan francés, la Sastrería Salazar, el Hotel “Astoria” (habían dos, el otro, el principal estaba en la cuadra nueve del mismo jirón), ahí estaban ese hotel y el antiguo local del Colegio Illatúpac que después se convirtieron en la Cámara de Comercio y una distribuidora de autos; colindante con mi casa estaba la Imprenta “Febo” en cuya casa anexa llegó a vivir un buen día la niña mas hermosa del universo que parecía salida de un dibujo de Sarah Key y con quien nos dimos el primer beso en la boca de nuestras vidas a sus 6 y mis 8 años respectivamente; y para cerrar la cuadra, el taller de electrónica “Marconi” y ya en la esquina con el Jirón Hermilio Valdizán la tienda de muebles y artefactos del tío Lucho Seijas; y entre negocio y negocio algunas casas como la mía, casi todas con características de trastienda y mil lugares que descubrir, en resumen, una calle entrañable por donde muchas veces transcurrieron comparsas, corsos, desfiles, procesiones y cofradías, la ventaja de vivir en pleno centro de la ciudad.
Quiero a Huánuco por que me siento orgulloso de pertenecer a la misma tierra del ejemplar Leoncio Prado, de Daniel Alomía Robles el genial creador de "El cóndor pasa", del gran Hermilio Valdizán, de los bravos Illatupac o Aparicio Pomares, de la poetisa Amarilis; me siento también orgulloso de haber estudiado mi primaria en una escuela como la de las profesoras Garay (antes, cuando habité sus aulas se llamaba C.E.“Práctica Mixta” y en tiempos actuales, en memoria de su inolvidable Directora y Fundadora lleva su nombre “Felícita Garay de Hinostroza”), y la secundaria en el mas emblemático y tradicional de sus colegios, el “Leoncio Prado”, todo un honor aun con sus estatales carencias y limitaciones.
Vivir en Huánuco es participar de sus costumbres mas arraigadas, algunas muy ligadas a sus tradiciones religiosas y lo que hay alrededor de ellas, lo mas representativo quizá sea la tradicional danza de “Los Negritos” cofradías que pertenecientes a una determinada iglesia o barrio salen a las calles en el tiempo de navidad y año nuevo visitando los nacimientos y las imágenes de Niño Dios que guardan templos o casas particulares cuyos miembros se convierten en mayordomos que agasajan a los danzantes con abundante comida y licor, ahora claro, por obvias razones también se pueden ver en otras fechas y lugares como cuando es aniversario de Huánuco o hasta en el Gran Corso de Wong en Lima en fiestas patrias.
La puesta en escena de esta danza tiene diversos elementos, religiosos y paganos, todo un sincretismo, es una alegoría a la antigua liberación en tiempos de navidad de los negros esclavos que ataviados con las ropas de sus amos iban de casa en casa para adorar y bailar ante las efigies del niño Jesús recibiendo comida y bebida a cambio; la danza en si esta compuesta de varios momentos por decirlo de alguna forma, están las pasadas cuando recorren las calles y van de un lugar a otro, las paradas cuando llegan a un templo o casa de algún mayordomo, la adoración al niño que es muy festiva y cuando es el final de los días de baile de cada cofradía hay un baile final en que los danzantes se despedirán hasta el próximo año, será el momento del ayhuallá el baile melancólico y cadencioso marcado por el sonido de las campanillas y el bombo, en que paulatinamente se despojarán de sus sombreros, sus cotones o casaquillas de fantasía y sus máscaras profusamente adornados, será la única vez en que en cada temporada el público en general pueda ver sus rostros al bailar.
Dicho esto, hablar de Los Negritos es hablar de tradiciones huanuqueñas y allá donde los vieras te sentirás mas cerca de la tierra, así me pasó aquel domingo, llegar a la juguería y sorprenderme con el lugar repleto de danzantes de Los Negritos en pleno desayuno, dispuestos en grupos de 4 o 5 en cada mesa repletando el local, eso explicaba la presencia de la banda de músicos afuera, me alegró la escena, me hice a la idea que con tanta gente ahí mi jugo especial y mis sándwiches iban a demorar, pero bien valía la pena, así que me hice de un lugar y esperé, el lugar era un jolgorio, los visitantes venidos de mas de 400 km se alimentaban y se tomaban fotos, los gorochanos (vale también llamarlos “corochanos”) hacían de las suyas con bromas a doquier.
Mi desayuno demoró en venir y terminar de consumirlo coincidió con la atención a los últimos danzantes que quedaban, los demás ya se juntaban afuera frente a un minibús que los llevaría al Campo Ferial de Yarinacocha donde -según los volantes que encontré en mi mesa-, mas tarde estarían celebrando el aniversario huanuqueño con una gran caravana de artistas que incluía a la archifamosa Dina Páucar y Kesia Rivera una novel folkclorista contemporánea de dulce voz. Hasta ahí sentía que ya había sido bastante coincidencia y bien alimentado mi corazoncito huanuqueño, pero hubo mas, cuando me disponía a irme apareció el que parecía ser su representante y les dio indicaciones diciéndoles que harían una parada en el frontis en plena calle, me dirigí a donde dejé estacionada mi moto donde se habían apostado dos danzantes a punto de ponerse las máscaras y los sombreros, uno chato colorado y otro trejo y curtido ambos amables, al preguntarles a que cofradía pertenecían respondieron al unísono: ¡¡ A “Huallayco Vida” !!, reconociendo lo que veía en los bordados de sus corbatas y cotones agregué si pertenecían al templo de Patrocinio, respondieron que si, y se dispusieron a iniciar el baile así que me quedé a verlos y disfrute de mi regalo de aniversario de Huánuco, en plena selva, a pleno sol matutino, viendo ejecutar su danza a caporales, abanderados, gorochanos, turco y dama y negritos, que felicidad… salve a Huánuco tierra bravía, de hidalguía y sin par tradición… como dice el himno, como late el corazón a veces a ritmo de muliza, huayno o ayhuallá.

1 comentario:

Kenninho dijo...

ke buenos recuerdos!!! grandes experiencias vividas siempre deben recordarse bien.

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...