lunes, 27 de junio de 2011

DE EL PRAT A BERTAMIRANS

He andado, y he andado mucho si debo precisar, lo sé al ver estos pies cansados que juegan con el agua calma apenas ondulante de la playa de Esteiro, aquí donde el Rio Maior se une con el mar; lo sé, al ver la palidez de mi piel y mis pecas claras a través del agua transparente que me acaricia, que cubre mis tobillos, se retira y vuelve y así me da calma.
He andado mucho, me lo dice este terco corazón que no se anda con miramientos ni medidas, porque sólo conoce la medida de darse entero y sin condiciones, aunque eso signifique muchas veces estampar mi rostro contra alguna pared o puerta que se cierre; y es que darlo todo no necesariamente implica tenerlo todo; es que mucho también es poco, -lo que también me lo dice el corazón-, porque aún ahora, aún con lo andado, aún así sigue dándole a la ilusión y a la lágrima, y al amor y al desamor, con lo que ello implique, y con el resultado que arroje la apuesta de jugárselo todo.
He andado mucho, lo saben mis ojos que lo han visto todo o casi todo y aun así quisieran ver más, más vida, más amaneceres, más atardeceres, más sonrisas francas y espontáneas, ver mucho más, más allá, allende los mares más allá de Finisterre y su horizonte de mar como una prolongación de mis propias pupilas.
Es mucho lo recorrido, son muchas las canciones que hice mías al ponerle mi voz y mi emoción, y han sido y son mi música y mi bandera.
Desde las tierras del delta del Llobregat, mis pasos se han sucedido junto a los de otros que me han dado en igual medida alegrías y tristezas, alientos de vida ó lecciones que asimilar, sin proponérmelo siquiera plasmé en mis experiencias el más completo manual del como andar las sendas de la existencia, aprendiendo insaciablemente de cada caudal de conocimiento que me fuera propicio.
He andado mucho, he andado tras los pasos de un hijo al que no quise lejano, pensando acompañar sus sueños, para no dejar de ser parte de su día a día o sus entre días o sus fines de semana, queriendo que fuéramos cómplices de andares y periplos distantes e impensados, prolongando la idea de ser tahitianos en un cuadro de Gauguin.
Mis pies siguen jugando en el agua transparente, en su poca profundidad donde busco berberechos y también busco quietud, vuelvo a ver el horizonte y me pregunto cuanto más y por donde he de andar, cuanto más han de ver estos ojos de mar y si he de instalarme un día otra vez de cara al Mediterráneo. Cual apóstol siento que he hecho mi propio Camino de Santiago, adoquinando mi propia ruta, piedra a piedra, uniendo El Prat a Bertamirans.

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...