viernes, 25 de febrero de 2011

50,000 Sebastianes

A mediados de los ’90 cuando con mi entonces enamorada ensayábamos y planeábamos como sería una vida juntos, esbozábamos también los posibles nombres de nuestros críos por venir.

Recuerdo que para un eventual primogénito era recurrente pensar en el nombre de aquel santo que llegó a ser capitán de la primera corte de la guardia pretoriana, aquel que siendo cristiano desafió a un emperador romano quien lo conminó a escoger entre la milicia o seguir a Cristo, y siendo que escogió lo segundo, el emperador encolerizado lo condenó a morir asaetado, es decir, bajo una lluvia de flechas estando atado a un poste de madera.

Sebastián, el santo mártir al que se representa con flechas incrustadas en su cuerpo, Sebastián, el nombre de origen griego que según dicen proviene de la palabra Sebastéuo, y de Sebázo que significa reverenciar ú honrar, el equivalente al vocablo latin Augusto en tiempo de los romanos. Nada mal –pensé alguna vez-, un nombre con historia y hasta con significado de admiración per se.

Hasta esos años de los que hablo tenía como únicos referentes contemporáneos o cercanos conocidos con aquel nombre, el que se tratara del segundo –nombre pocas veces utilizado- de unos de mis mejores amigos con quien estudiamos en el colegio, el comienzo de la universidad y compartimos el mismo oficio de las comunicaciones y la producción audio-publicitaria; el otro referente es que también es el segundo nombre del suegro de mi hermano, que en su caso, siendo una persona mayor respondía a la antigua costumbre de ver primero el calendario santoral antes de poner nombre a los niños, o ¿de donde creen que viene eso de referirse al día del cumpleaños como el “día de tu santo”?, o en forma simplificada “tu santo” que por estos lares es igual a decir: “tu cumpleaños”.

Hasta ahí el nombre resultaba caleta, poco usual, singular y original, así que por ahí la posibilidad de echar mano del nombrecito de marras era muy alta y casi excluyente, salvo la combinación que siempre he sostenido: el otro nombre que armonice debe ser elección de la madre. Dicho esto, mi futuro primer hijo varón ya tenía nombre y apellido.

Pero, algo pasó en los siguientes años, se alinearon o realinearon los planetas, cayó un cometa en este hemisferio o que se yo, solo se me ocurre un evento, y es que en una vieja película de los ochentas “The Never Ending Story” (“La Historia Sin Fin”) Bastian ó Sebastián en castellano, era el nombre del niño personaje principal que debía salvar el mundo fantasía con solo creer en sus sueños, leyendo un libro a oscuras en el desván de su casa y volando en un gran perro–dragón al final del film, ¿será esa la razón de la masificación y que por eso quedó el nombre en el inconsciente colectivo?. Así, quienes crecieron hasta la edad de procrear ¿sublimaron el nombre o algo por el estilo?; y es que el asunto de poner ese nombre se empezó a dar de modo recurrente y compulsivo por cuanto lugar estuve o he pasado, nunca imaginé la sostenida y hasta hoy inacabable tendencia de tantas personas que optaron y optan por poner el mismo nombre a sus vástagos, algo que se repite, y se repite, y se repite… aquí o allá, indistintamente; he tenido que ser testigo de esta multiplicada asignación / denominación = sebastianización, así, en los hogares de amigos, familiares, compañeros de trabajo y mas, los Sebastianes han brotado profusa y literalmente a mi alrededor y hasta donde alcance la vista, como alguna vez pensé que sucedía lo mismo (bueno, lo mismo si, pero en menor escala y proporción) con otros nombres como los de Rodrigos, Diegos y Camilas (a propósito, Camila encabeza este ranking en el caso de las niñas).

¿Cómo es posible tanta coincidencia, tanto consenso? ¿tanta sincronizada inspiración colectiva? ¿sintonizados todos en la misma exacta frecuencia?

Es obvio que no hubo ningún acuerdo previo, ni lobby, ni la recurrente y simultánea iluminación sebastiánica de muchos padres responde a alguna influencia masiva del tipo: deportista o artista famoso que sin proponérselo impone aquella influencia –y nombre- a toda una generación, así que por ahí no va la cosa.

Estoy seguro que para cada padre o madre su respectivo Sebastián es único, irremplazable é irrepetible en todo el mundo, aunque seguramente cuando estén en el nido, el colegio, la calle, el cine, la playa o cualquier lugar público y concurrido y alguien los llame por su nombre de pila, volteen y respondan al llamado varios muchos tocayos suyos, formando todo un Sebastian’s Team del lugar y ocasión.

Al tiempo me he ido acostumbrando a que de cuando en cuando, con relativa frecuencia, alguien con nuevo hijo llegado o por llegar me diga que lo llamarán Sebastián, -mi nuevo sobrino, el engreído de mi ahijada querida ya fue etiquetado así y no hubo nada que lo evitara-; así los vemos crecer, a otros les he perdido el rastro. Cada uno va siendo personalizado en su respectivo entorno con cariñosos Sebas o Chebas, y aunque parezcan una estadística, hay que ir asociando su nombre a sus respectivos apellidos, para diferenciarlos, para singularizarlos pues!, así están, viniendo y andando por ahí, creciendo, desarrollando su singularidad.

¡Poblad el mundo Sebastianes!, y es que seguirán surgiendo aquí y allá, como la última vez en que la voz engolada, pausada, carente de toda emoción y flemática de un tipo con lentes y laptop en las rodillas sin apenas moverse de su asiento en la sala de espera del aeropuerto me lo ha confirmado: Sebastián, no corras por favor que te puedes caer”. Caray, si que están por todos lados, veamos pues al pequeñín… ahí va, dos años promedio, con carrito rojo de plástico en las manos: Sebastián Nº 50,001 se incorpora oficialmente a la lista.

3 comentarios:

aikko dijo...

¿QUIÉN NO HA SOÑADO TIN? INCLUSO YO HICE PENSANDO EN ESA POSIBILIDAD, AÚN SABIÉNDOLA IMPOSIBLE...

¿PERO QUIEN SABE? ¿ Y SI DIOS TE IMPIDIÓ ALGO QUE TAL VEZ NO HUBIERA SIDO ACERTADO?...
¡PIÉNSALO ASÍ!, SERÁ MEJOR QUE LA TORTURA DE SEGUIR AHONDANDO EN LO QUE PUDO O NO, SER.

PIENSO EN LO QUE SE PERDIÓ ESE NIÑO...CON UN PADRE ASÍ, COMO TÚ, CON TU BONDAD Y AMOR A LOS NIÑOS...

¿PERO Y SI HUBIERA SIDO NIÑA? ¿SEBASTIANA? NOOOOOOOO POR DIOS!!

ross dijo...

Pues si tienes razon , nos estan invadiendo...anoche me conoci con una señora que orgullosa me dijo que su niño se lamaba Sebastian, pero no con acento final sino tildado en SeBAStian; ya van surgiendo los hibridaciones.

PACHI dijo...

una historia que no tiene comienzo ni final.......... uroboros eterno que anuncia a los sebastianes del pasado saeteados de divino amor y los del futuro aupados en voladores dragones de peluche......

YA TE EXTRAÑO

Pareciera que no hay nadie, ni una sola persona en mi entorno que pudiera terminar de entender la dimensión de este particular univ...