lunes, 21 de diciembre de 2009

Recuerdos de Navidad y de quienes hacen su magia (reflexiones de la pugna entre el Grinch y el Papá Noel que llevo en el interior)

En estos tiempos hay muchas costumbres y tradiciones de estas pascuas que casi todos damos por sentado: el árbol, el pavo, el panetón, el chocolate caliente, los cohetones, el Belén o pesebre (no es casualidad que ponga el pesebre en este orden, ya me entenderán), y el consumismo in tremens que hace que tengamos la “necesidad” imperiosa de regalar a diestra y siniestra; quienes hayan nacido en éstas últimas 2 o 3 décadas asumirán que las navidades han sido siempre así, lo cual no es tan exacto, al menos no por estos lares.
Las últimas dos décadas han sido de cambios muy acelerados en todos los aspectos de nuestras sociedades, cambios en la tecnología, política, información globalizada, etc, a lo que hay que agregar una economía nacional emergente y una elevación de la capacidad adquisitiva, todo ello explica cuando menos en parte, los cambios, la mutación o evolución –si se quiere- de nuestras costumbres, como las muchas cosas que hacemos y consumimos alrededor de la navidad.
Como a muchos, las navidades que mas me marcaron son aquellas las de la niñez, pese a no ser tiempos de bonanza, en casa el espíritu navideño se manifestaba de diversas formas y siempre despertaba nuestra expectativa e ilusiones, además del hecho que la navidad es como el colofón de un año escolar y que marca el inicio de nuestras vacaciones del “verano oficial”, lo cual ya es todo un regalo para los niños acá.
En mi casa la cercanía de la navidad lo marcaba la anticipación de al menos un par de semanas con que llegaban las encomiendas de mi Mamá Rosa –mi abuela materna-, que muy previsora ella desde Bellavista en San Martín nos mandaba a su emisario cada diciembre, un pavo criollo de corral en pié que hacía todo un viaje hasta llegar a Huánuco correctamente acondicionado, y al que debíamos terminar de criar por breve tiempo y engordar hasta el día que le tocaría convertirse en cena, ojo que todo eso fue hace apenas unos veintitantos años cuando no había la masificación del consumo del pavo de granja congelado y casi listo para hornear, y para todos los gustos y bolsillos. Así que concluyendo el tema del Sr. Pavo, su consumo no era masivo, y tenerlo en la mesa no respondía al llamado de la buena familia San Fernando, su periplo era otro.
Pero el emplumado no llegaba solo, en equipaje aparte mis abuelos nos mandaban todos los delicatessen posibles a los que siempre han estado acostumbradas las familias de la selva –o de la montaña como se suele decir-: quesos holandeses y suizos, sardinas portuguesas, mantequilla Pluma Roja, galletas y embutidos daneses, aparte de las delicias de propia factura de mi Mamá Osa o las mandadas a hacer por ella especialmente: cecinas, chorizos, bizcochuelos, ñutos, rosquitas, bocaditos de maíz, que en la noche buena alternarían con empanadas de pollo huanuqueñas de la Panadería Pinocchio hechas de suave masa de pan y espolvoreadas con azúcar en grano.
La parafernalia de la navidad también ha sufrido transformaciones, mientras para algunos el arbolito con luces es el tema y símbolo principal, aquí quiero rescatar el punto central de la simbología navideña de mi casa ya desde entonces. No me considero un tipo religioso ni practicante riguroso de tales preceptos, pero siempre he estado convencido que la navidad es el cumpleaños de Cristo, la celebración del nacimiento del niño Dios, y de mi mamá por supuesto pues ese es el otro gran acontecimiento familiar de nuestro 25 de Diciembre. Dicho esto, para nosotros el tema central o la representación principal lo constituía el Belén o nacimiento y cuando éramos niños o adolescentes nos esmerábamos en la puesta en escena rodeando el pesebre de todo un paisaje en miniatura hecho de cartón y papel kraft pintado, con grutas, cascadas, bosques y valles y casitas en los cerros, colocando luces en lugares estratégicos de modo que ver todo eso con la sala a oscuras era todo un espectáculo en el que tratábamos de emular nacimientos espectaculares mucho mas grandes como aquellos tradicionales de Huánuco, el de Chacón en casa de esa familia que le pone apellido a una de las cofradías de negritos mas arraigadas y típicas; o el de la Familia Tello, todo un derroche de buen gusto en el Jr. Dámaso Beraún donde podías ver todo el ciclo del día y la noche con efectos de sonido y todo; algo solo superado por otro nacimiento que conocíamos, elaboradísimo, que siempre nos dejaba boquiabiertos en la Clínica San Juan de Dios en Lima que visitábamos aprovechando de ir a colaborar con su ginkana o tómbola que armaban para recaudar fondos por esas fechas.
Hay sin embargo una navidad y uno de esos nacimientos que hicimos en casa que recuerdo de forma especial, fue uno de esos años en la antigua casa de General Prado, habíamos armado la representación sobre el tremendo escritorio que teníamos en el salón comedor, el paisaje montañoso que creamos, medido desde el piso tendría unos dos metros de alto y rebozaba en detalles, con las mismas figuras del misterio que aún conservamos, con brotes de trigo y cebada cual si fueran bosques o pastizales, y con musgo, bromelias y barbasco tan típicos de los nacimientos huanuqueños.
Esa vez como en todos esos años teníamos claro que los regalos –si los habían-, eran una cortesía del niño Jesusito, o que si llegaban después era cosa de los Reyes Magos y no asunto de un advenedizo llamado Papá Noel, ese era un tema de otras latitudes; el arreglo navideño de la casa lo completaba un arbolito de ramas plateadas que nos acompañó por muchos años austeros, cargado de clásicas bolas y campanas de frágil vidrio soplado, remanentes de mejores años.
Los regalos no se abrían como hoy en día cuando dan las 12 de la noche y las casas son un solo de critters haciendo funcionar y estrenado sus juguetes todos al mismo tiempo; se estilaba cenar temprano, cerca de la medianoche salíamos a la puerta de la casa a ver pasar los grupos de pastorcillos cantando villancicos o a las primeras cofradías de negritos de la temporada o familias enteras acompañadas de bandas de músicos yendo o viniendo de las misas de gallo cargando imágenes de niños Jesús unos mas bonitos que otros, y de ahí a dormir sin chistar.
Siendo así, el asunto de los regalos era algo que resolver al amanecer del 25, mis dos sobrinos Hugo y Kike -con quienes somos contemporáneos y son como mis hermanos menores-, y yo nos levantamos muy temprano esa mañana de navidad, antes que ningún adulto, en pijama nos dirigimos a la sala atravesando el gran patio medio mojado por la habitual lluvia de madrugada. Sin siquiera abrir la puerta avistamos por una rendija a nuestra altura lo que nos esperaba tras ella; nuestra silenciosa indagación se convirtió en una algarabía y en un alboroto extraordinario, la rendija dejaba ver un amplio panorama del salón, y ahí, al pie de nuestro hermoso nacimiento y en medio de unas cajas, el mas hermoso y alucinante de los regalos, una reluciente bicicleta Mister con detalles en rojo y blanco y muchas partes cromadas; casi nos bajamos la puerta ese día emocionados en nuestro afán por entrar todos a la vez a por la bici, que pese a tener un destinatario en particular fue como un regalo para los tres que disfrutamos por igual por muchísimo tiempo.
Aún cuando supe que esa bici fue un regalo de una Mamá Noela o niña jesusa eterna –mi tía Choly, madrina mía y hermana de mamá-, pese a ello no dejo de maravillarme con ese suceso y es que nunca supimos como hizo mi gente (mamá, papá, hermanos y mi nana Elvirín), no sé como lograron la magia para que esos niños curiosos de entonces no nos diéramos cuenta hasta esa madrugada de toda la operación navideña que se armó esa vez.
Con ese ejemplo comprendo la importancia de crear magia para los niños en estas fechas, lo sé y recuerdo el afán de mi hermana Rosy por involucrarnos en los preparativos de subsecuentes navidades, sea fabricando adornos con nosotros o enseñándonos a envolver los regalos; comprendo el afán de mis otros hermanos Koko y Carlos y mi cuñada Paty por no dejar que se apague ese espíritu y me alegra que mi sobrina Any haya heredado todo ese fervor que la impulsa a poner de cabeza la casa de sus abuelos cada año para llenarla de los íconos antiguos y nuevos que tanto nos gustan y que este año junto a la carismática Vanessa –mi otra sobrina-, ya hicieron lo suyo preparando la casa para un nuevo encuentro familiar, otra ocasión para sentirnos niños o Reyes Magos de nuevo, para disfrutar de un juguete o algún detalle o sonreir con la mayor satisfacción del mundo viendo la cara de felicidad de quien lo recibe.
Así se hace esa magia, así, es como en cada hogar hay quienes hacen posible que eso suceda, así es como mi alter ego Grinch termina apagándose y cerrando la boca..
¡Feliz Navidad querida familia! ¡Feliz Navidad queridos amigos!

3 comentarios:

hARTaMENTE dijo...

Me gusta, me gusta este espíritu tan feliz y rebozante de recuerdos!!!... Yo también recuerdo en estas fechas nuestros miles de juegos para recibir los regalos, los cohetes reventados con mis amigos cuando casi dejamos la casa sin azotea por un incendio casi incontrolable y la piel del escritor de este blog chamuscada por salvar los sueños de Papa Lucho junto a mis tíos, sus hermanos. Yo tenía en mis brazos una maceta con cactus...ese era mi tesoro en navidad...Aveces los accidentes confirman los valores y lo valioso para la gente que vive en una casa...En un hogar de verdad...Sería bueno que cuentes la importancia que tiene para una familia el hogar(que no es lo mismo que: una casa). Un abrazo!!

ross dijo...

Volvi con la lectura a recordar esos tiempos, pero te cuento...aun conservo el espiritu de navidad, la magia la llevamos dentro.
Ross

Any dijo...

es muy fuerte todo esto, pero sin saberlo aún, a pesar de todo lo que nos ha tocado vivir , sigue esa fuerza, sigue esa ilusión que cada año logra unirnos y hacernos reir como niños, son lindos recuerdos y el día que no esten en nuestras mentes ese día podremos decir que ya no tiene sentido seguir.
Me encanto lo que escribiste , me encantaron leer tus recuerdos porque sin haber estado ahi se me vino a la mente una casa grande con 3 niños curiosos y esa cara de emoción que siempre será algo que de solo ver nos hace estremecer el corazón y creo que eso el lo gratificante de dar , ver a otras personas alegrarse por recibir, y no me refiero a solo lo material sino ha recibir sentimientos , compañía, afecto; y todo esto es invalorable.
Un besote , me encanto!!!

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