jueves, 24 de mayo de 2012

UNA VUELTA POR EL BARRIO

Viajar a veces es una forma de encontrarse a uno mismo, tiempo de reencuentros, deja vu’s, reconocerse en lugares y rostros de quienes te rodeen, te asistan o acogen.

Viajar, viejo impulso de todo ser humano, el deseo de conocer y descubrir otros lares, de estrechar vínculos o reforzar los existentes, andar, alimentarse de experiencias, comparar realidades, tomarse el tiempo para ver la propia desde otra perspectiva, la de la distancia.

Viajar, por el simple hecho de hacerlo, como pausa de la rutina diaria, como recompensa de un largo período laboral sin tregua ni descanso, porque era una tarea pendiente, por ser un rito de viaje elegido tantas veces postergado.

Por estos días, mi madre, mi hermana y yo hemos buscado el Sur y lo hemos encontrado en pleno otoño con clima benigno, tibio y engañador en un principio, que se tornó frío y casi polar hacía las últimas jornadas de nuestro periplo.

Dice Rafo León que no es lo mismo ser un turista que ser un viajero, creo que la segunda categoría es la que mas se ajusta a nuestra última experiencia, la de vivir por dentro la ciudad o el lugar que se visita, experimentar su cotidianidad, encontrar que el lugar en donde estamos se convierte en nuestro propio barrio y hogar, lo cual dicho de esa forma no es simple floro o líneas que se disparen desde la añoranza.

Cuando a veces digo que los planetas parecen alinearse a favor de uno, muchas veces es así, tal cual. Me otorgaron vacaciones y pusimos  a andar las cosas, refrescamos un viejo proyecto con mi hermana y pactamos que saldríamos a dar una vuelta con Mamá, por ahí, como quien no quiere la cosa, una vuelta singular a la manzana, pero una vuelta que implique tomar un avión de largo recorrido –o dos-, enfundar los pasaportes, abrigos y chalinas y cambiar de aires, dándole un nuevo significado al mes de mayo.

Con creces, esos aires han sido positivos, nos permitieron además llevar de paseo una presencia constante en nosotros, con sus paralelismos, descubriendo contemporaneidad de lugares propios y ajenos y dejando fluir los recuerdos que nos permitieron ver nuestro otrora barrio del Jirón General Prado en Huánuco, reflejado en puertas, ventanas, rejas y fachadas por doquier que miráramos, encontrar que las baldosas de un teatro cerca del Abasto, hecho en una vieja casona de las años '20 ó '30 tenían idéntico patrón a las que teníamos en los pisos de nuestra vieja sala y comedor.

También, hemos compartido el mejor café y facturas en "Las Violetas" –un lugar emblemático y de hermosa arquitectura como detenido en el tiempo-, una confitería y cafetería que reúne todas las características que hubieran despertado el gusto, entusiasmo y satisfacción de nuestro querido Luchín, con una atmósfera que nos resultó absolutamente familiar, tan así que llegamos una tarde como guiados por él mismo hasta esa concurrida esquina de Rivadavia con Medrano y nos sentamos a una mesa que parecía estarnos esperando –para cuatro siendo tres-; así, conversando largamente o contemplando el trajinar de la calle tras los ventanales, plácidamente disfrutamos unas horas tan especiales que por si solas, es como si ya ese solo momento y sensaciones hubieran valido todo el viaje y el hecho de ir hasta allá.

Que si la situación del país no es la misma de otras visitas, ese es otro tema. Aún así, está; aún asi grabamos en nuestras retinas y en nuestro disco duro de la memoria estos nuevos recuerdos en tempo de 2 x 4, con la familia gaucha, con los amigos, en medio de días de pizzas caseras, bondiola, facturas, mantecol y tango, dando una vuelta por el barrio, dando una vuelta en mayo por la entrañable ciudad de la furia.

  

1 comentario:

ross dijo...

Me gusto, cuan cerca y lejos siento el lugar y el tiempo. Me gusto el periplo. GRacias por la compañia y por los recuerdos plasmados en la cronica.Escribe mas a menudo.

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